¿Qué significa nihilismo?

¿Qué significa nihilismo?

LUIS O. BREA FRANCO
El planteamiento mismo de la cuestión sobre el nihilismo tiene un carácter polisémico tanto respecto a su formulación lingüístico-conceptual como a su significación histórica; y como cuestión filosófica específica, abarca diversos planos de análisis que comprende dimensiones   metafísicas, ontológicas, lógicas, éticas y en lo relativo a la filosofía de las religiones. Además, el asunto roza vertientes que aparecen urgentes de afrontar respecto a la vida inmediata de los seres humanos. Por ello, la problemática se mantiene viva entre los asuntos vitales que debe encarar el pensamiento filosófico desde finales del siglo XVIII.

 Esta cuestión es, quizás, como acontece con muchos problemas filosóficos, irresoluble en si misma, pues no puede tener una respuesta única. Empero, por estar dotada de altísima prioridad para nosotros, que necesitamos tomar conciencia de las fuerzas hostiles que conspiran contra la realización plena de la vida humana, posee una historia que se despliega desde los albores de la modernidad. Por ello, estimo que éste problema se constituye como el problema central de la modernidad.

El nihilismo llevaría en sí, en su marca lingüística, una huella indeleble de su relación con la “nada”, por el “nihil” que aparece en su raíz, según señala el personaje de Turguéniev, Nikolái Petrovich Kirsánov.

Sin embargo, el pensamiento occidental presenta desde sus orígenes un nexo indisoluble con la nada, y no por ello llegamos al extremo de calificar el acto de pensar como una actualización del nihilismo.

Si no se ve claro a lo que me refiero, simplemente recordaré que en los inicios de Grecia, Parménides señalaba: «El ser es, el no ser no es». Esta sentencia de una profunda brevedad podría ser vertida en la siguiente expresión: “El ser es, mientras que la nada no es”.

Debería resultar evidente, entonces, que si el ser es la característica presente y actuante en lo que es, en este mismo sentido, la nada no posee el ser, y por ende, no posee esa propiedad, ese modo de presentarse, pues si la pudiese tener presente de alguna manera, entonces sería parte del ser y, en consecuencia, dejaría de ser “nada”, no-ser, y pasaría de alguna manera a participar en el ser.

Esta frase inicial de la filosofía occidental la interpreta el filósofo italiano, Emmanuele Severino –innovador estudioso de Parménides a cuya interpretación me adhiero- en el sentido de que “el ser es, en verdad, aquello que se opone a la nada; es, cierta y precisamente, este oponerse”.

Por ello, creo, podría concluirse diciendo que lo característico, lo propio y esencial del “ser” sería el sostenerse, el mantenerse, en oposición y guerra contra la nada.

Si así fuere decodificable la expresión parmenidea, se podría interpretar el ser, no como algo muerto, como pura materia arrojada, como “ob-ietum”, sino como el poderío o la fuerza fundamental en la que todo aparece y de la que todo hace parte.

Visto de esta manera, el ser sería como una fuente de energía que buscar permanecer en su propio estado o propiedad, y que en su surgir e imponerse, se opone a lo que no es. No voy a ampliar más, aquí, este abstruso tema, que no interesa y es incomprensible para la gran mayoría de los seres humanos. Pero creo que lo señalado puede dar estímulo a los filósofos para pensar.

Retomo el hilo de lo expuesto, indicando que en el ser hay siempre una indefinida referencia al no-ser, a la nada. Por tanto la problemática sobre la nada no es algo abstracto y mental, es un asunto que palpamos todos, todos los días, a cada hora, en nuestras vidas. Testimonio de la presencia de la “nada” en nuestra cotidianidad serían fenómenos como la muerte, la negación, el aburrimiento, el dolor, el vacío, el fracaso, etc..

El nihilismo comienza a percibirse en la historia cuando surgen graves conflictos que ponen en entredicho el sentido o los valores imperantes, quizás durante milenios, en una época, sobre la esencia de lo que es la realidad y lo verdadero, y en general, cuando se trata sobre el origen y destino, sobre el sentido, que tiene la vida humana y la humanidad, y sobre cuál podría ser su finalidad, si tuviese alguna.

Fue precisamente después de la Revolución francesa de 1789 cuando comienzan a imponerse en Occidente, esto es en Europa, nuevas formas de vida y nuevos valores, diferentes a los que imperaban desde el medioevo. Entonces, el cristianismo comienza a encontrar objeciones y contradictores; surgen nuevas maneras de creer e interpretar el destino del ser humano y del mundo en general, que se oponen o compiten, y algunas veces se burlan, del sistema de creencias sostenido por la teología cristiana y la tradición que a ésta se refiere.

Lo que se tradujo en una situación de grave incertidumbre y precariedad respecto a cómo comportarse, y sobre todo, comienzan a aparecer sombras sobre cómo orientarse en el mundo.

Esto a su vez, produce una situación de inseguridad, una sensación de extravío en un universo que cada día se conoce mejor como pura y simple exterioridad, como materialidad, como almacén de energías o como “océano de fuerzas”, que parecería dispuesto para que el ser humano se posesione de ellas y aprenda a manipularlas en propio provecho; mas que, a pesar de estar a nuestra aparente disposición y aprovechamiento según los designios de nuestra voluntad, resulta ser, para los humanos, un compañero de viaje incómodo, sordo y mudo, muerto, vacío, que no nos dice nada con respecto a la necesidad de abrirse a lo infinito y a lo misterioso que constituye en el corazón del hombre.

Entiéndaseme. Cuando digo que el proceso de revelación del nihilismo comienza con la Revolución francesa, no señalo con ello a una efeméride que tenga una validez cósmica, absoluta. No, lo que intento es indicar hacia un acontecimiento histórico relevante, capital, para la puesta en marcha de la modernidad, que produjo gran conmoción en los espíritus, grandes mudanzas sociales y alteraciones en la conciencia humana a partir de esa época.

Igualmente se podría mostrar como punto de partida de este proceso, el despliegue de las ideas de la Ilustración, la revolución científica que se produce entre los siglos XVI y XVII, la Reforma protestante o los grandes descubrimientos geográficos del siglo XVI.

Lo importante para el surgimiento del nihilismo –que es lo que busco resaltar- es la conciencia que se presenta en una época de encontrarse ante una crisis histórica radical, que debilita profundamente o hace precipitar, hundirse, los valores vigentes sostenidos en las creencias y las tradicionales.

En esos momentos la dinámica social pierde consistencia y se siente que el suelo firme de los valores que rigen la vida se quiebra. Desde la toma de conciencia de vivir en un tiempo de profunda crisis de los valores fundamentales es como aparece el nihilismo en el ánimo humano.

Lobrea@mac.com

Publicaciones Relacionadas

Más leídas