¿Qué significó al mundo el patrón oro?

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El patrón oro era la forma en que se organizaba el sistema financiero internacional en el siglo XIX. Consistía en definir una divisa en términos de oro. Y como esa relación era fija, diríamos  que el oro fue una moneda única mundial.

Para entonces, los bancos buscaban mantener una relación sensata entre el dinero que habían emitido y sus propias reservas de oro. Pero esto no tuvo nada que ver con lo que sucedería un siglo más tarde. Primero, porque surgió el problema de la inflación, cuando todos los precios expresados en esa moneda se encarecieron, haciendo necesario agotar la cantidad de reservas de oro existentes. Después, porque al surgir el problema de la devaluación, la cantidad de oro en un país resultaba insuficiente para hacer frente a tantos billetes obligando a “redefinir” a la baja la divisa en términos de oro. Aun así, aunque Lord John M. Keynes diría, años más tarde, que el patrón oro era una “bárbara reliquia”, acabada la guerra, las potencias se esforzaron por volver a adoptarlo.

Ahora bien, sabemos que readoptar el patrón oro implicaba el amargo trago de la devaluación, o la pérdida de gran parte de las reservas de oro.

Un dinero mundial que mantiene su valor estable a lo largo de las décadas tiene dos importantes consecuencias: 1) hace que los precios se mantengan estables, es decir, que la inflación sea insignificante, y 2) hace que los tipos de cambio sean estables, es decir, sin que haya que hacer esfuerzos para mantener una paridad fija artificial y dejar las presiones que pongan en peligro ese equilibrio, lo cual es una bendición para el comercio internacional.

De este modo, puede entenderse que teniendo bajo control a la inflación, al gasto público, a unos bancos emisores y al tipo de cambio, la tranquilidad económica era tal que prosperar económicamente se convirtió en lo normal.

Tal fue la situación financiera mundial durante el siglo XIX, desde las Guerras Napoleónicas hasta la Primera Guerra Mundial. Solo que, cuando un banco empezaba a emitir dinero a mayor ritmo del que aumentaban sus reservas de oro, aumentaba el riesgo de que el Banco ponga a circular una cantidad de dinero en la economía al margen de la cantidad de reservas existentes.

El nacimiento

Hubo un sinfín de bienes que fueron, en algún momento de la historia en algún lugar del mundo, dinero. Pero, finalmente, en el mercado se prefirió el oro. Para que un bien pueda intercambiarse con mucha fluidez, este debía antes cumplir ciertos requisitos, como: 1) ser transportable, es decir, que su valor ha de ser alto en relación con su peso, para poder transportarse; 2) divisible, para facilitar las transacciones menores; 3) homogéneo, para que cada una de las partes en que lo dividimos sea igual; 4) duradero, para que mantenga su valor mientras lo tenemos almacenado, y 5) difícil de falsificar. Ningún bien satisfizo tan bien estas condiciones como el oro. Cuando un país disponía de menos oro debía disminuir la emisión de papel moneda y el crédito.

Esto generaría deflación, caída de los precios internos, y un encarecimiento de los precios externos. Así, el país importaría menos y exportaría más, logrando el equilibrio de la balanza de pagos. Porque en un país una salida de oro pondría en peligro las necesidades de reservas del Banco Central. Este puede intentar evitarla mediante la modificación de las tasas de interés. Una subida de las tasas de interés pagada a los depósitos bancarios o la tasa exigida a los créditos tendría el doble efecto sobre las reservas de oro. Por una parte, atraería oro nacional y extranjero en busca de una remuneración más alta, y por otra, reduciría la oferta y la demanda de crédito y, por tanto, el dinero bancario.

Reduciría la oferta, porque los bancos no dispondrían del oro que han depositado en el Banco Central para conceder crédito. Reducirían también la demanda,  porque el crédito sería más caro. La contrapartida sería también una menor actividad económica y la deflación.

A la inversa, si el Banco consideraba que tenía un exceso de oro buscaría bajar las tasas de interés, expulsaría oro y aumentaría así la demanda de crédito y la actividad económica.  

El caos

No obstante haber funcionado efectivamente el patrón oro en las economías, a finales de los años veinte el nuevo sistema se vino abajo. Para entonces, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) se enfrentaba a un doble desafío. Por un lado, el país estaba pasando por una ligera crisis económica. Y como la FED estaba temerosa de que se produjera una escasez de dinero, aumentó su ritmo de emisión de moneda. Por otro lado, el Banco Central inglés se había negado, por motivos políticos, a una necesaria subida de sus tasas de interés. Debido a que las tasas de interés eran artificialmente bajas en Inglaterra, los inversores ingleses preferían tener su dinero en dólares en vez de en libras esterlinas. En consecuencia, se estaba produciendo una gran salida de oro desde Inglaterra hacia EEUU. Para intentar echar una mano a los ingleses, la FED decidió imprimir todavía más dinero, provocando que las tasas de interés en Estados Unidos disminuyeran hasta situarlas a niveles cercanos a los de Inglaterra. Con tasas de interés parecidas a ambos lados del Atlántico, se acabó la fuga de oro. Pero los problemas acababan de empezar. La enorme liquidez que la FED había inyectado al mercado internacional fue a parar, en gran medida, a los mercados financieros. Con enormes cantidades de dinero barato, los inversores compraron acciones de las empresas líderes en nuevas tecnologías (automóviles y electrodomésticos). Los índices bursátiles se dispararon. Al parecer, se estaba creando riqueza de la nada pero los expertos aseguraban que los enormes beneficios bursátiles se correspondían perfectamente con la envidiable situación de la economía real. Y la realidad era bien distinta, pues se trataba de una inmensa burbuja financiera. En septiembre de 1929 se alcanzó el máximo en Wall Street. La FED quiso detener la burbuja parando en seco la expansión monetaria, pero ya era muy tarde y la reventó. Del 24 al 29 de octubre se produjo la caída en picada de la bolsa de valores.

El presidente Herbert C. Hoover primero, como Franklin D. Roosevelt después, intentó frenar la crisis a fuerza de políticas intervencionistas. La crisis se agudizó y se esparció por el mundo. En 1931, Inglaterra abandonó completamente el patrón oro. En 1932, el índice Dow Jones había perdido el 90% de su valor desde los máximos de 1929 y tardaría todavía un cuarto de siglo en recuperar esos niveles. El Producto Interno Bruto  cayó  60% respecto a 1929 y más de cuatro mil bancos cerraron. Ya en 1934 EE.UU. readoptó el patrón oro, pero no a 20 dólares por onza sino a 35. Pero entonces los dólares ya no salían a raudales de Estados Unidos.

Uno de los países más dependientes de esos dólares era Alemania, que todavía se estaba recuperando de la devastación de la Gran Guerra. El Gobierno alemán había decidido, en la década anterior, imprimir marcos a lo loco. En poco tiempo, carretillas llenas de billetes de varios millones de marcos eran insuficientes para comprar productos básicos. Esto ya no era inflación, sino hiperinflación. La economía alemana se colapsó a principios de la década de 1920. Con una divisa que no valía nada, obviamente, no había forma de pagar las deudas a los vencedores de la Gran Guerra. Así que tras la devastadora hiperinflación vino el impago de la deuda. Y conscientes del error que había supuesto la impresión sin ton ni son de moneda, los bancos centrales entonces se ciñeron a una política monetaria muy restrictiva, pasando de la inflación a la deflación.

Las potencias habían abandonado el patrón oro. La crisis económica, el paro y la deflación parecían imparables.

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El Plan financiero

Cuando los Aliados vieron que tenían la guerra ganada empezaron a diseñar planes para el sistema financiero internacional que habría de establecerse en la posguerra. El plan inglés fue obra del economista Lord John M. Keynes, el estadounidense fue obra de un alto funcionario del Tesoro llamado Harry D. White. Para cuando la guerra terminó, en 1945, el Producto Interno Bruto  (PIB)  de EEUU representaba la mitad de toda la producción mundial. En las conferencias celebradas en Bretton Woods a mediados de 1944, las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial redefinieron el sistema monetario internacional aplicando el “Plan White”. Básicamente, la idea consistía en que todas las divisas serían convertibles en dólares y solamente  esa moneda  sería convertible en lingotes de oro a razón de 35 dólares la onza para los gobiernos extranjeros.

La cifra

910  millones de onzas.   Ha sido la producción mundial promedio de oro de la economía del mundo entre 1989 y 2009. De ese monto, los Estados Unidos han mantenido una participación promedio de 28.8% de la producción mundial.

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