¿Qué somos?

¿Qué somos?

LUIS SCHEKER ORTIZ
Los criterios que permitieron clasificar al Estado dominicano como Estado fallido, pudieran estar fallidos. Muchos están dolidos, yo también. Pero razones no faltan. Entre muchas estas pocas. La República Dominicana ocupa el tercer lugar de abajo hacia arriba en los niveles más bajos de pobreza de la región, acompañada por Haití, parte de nuestra isla.

Nuestro país tiene uno de los más bajos presupuestos para la educación, lo que arroja bajos niveles de escolaridad y alta deserción; deterioro crítico de centros educativos, deficiencias en los métodos de aprendizaje y enseñanza, baja calidad docente. Existe un alto grado de analfabetismo total y funcional y consecuentemente, de improductividad, desempleo y marginación de un núcleo vital de la población.

Al igual que la educación, la salud pública y preventiva es precaria; apenas existe.

Sobrevive caóticamente en medio de grandes limitaciones y deficiencias. Sus hospitales y clínicas rurales apenas son abastecidos. Su personal médico y de enfermería de pobre rendimiento y mal pago apenas alcanza. No hay un sistema eficiente de seguridad social; y un pueblo sin salud y sin educación, más que un Estado fallido, es un pueblo muerto.

El auge de criminalidad, la delincuencia barrial controlada por bandas incontrolables, los intercambios de disparos policiales y la violencia generalizada pone en línea roja la seguridad pública y la protección de los derechos humanos.

El territorio nacional es invadido por el narco, la prostitución, la trata de blancas, el abuso sexual y la pornografía como mercancías de un mercado deshumanizado. El Estado luce impotente para combatir eficazmente estas lacras sociales donde muchas de sus instituciones y funcionarios se ven envueltos en complicidades.

La Policía Nacional declara su incompetencia, mientras depura inútilmente las bandas de malhechores radicadas en su seno; muchos generales y altos oficiales de la Policía Nacional que controlan el robo de automóviles lo hacen para su provecho y son descargados con un No Ha Lugar, mientras se debaten sofisticados programas de seguridad democrática a cargo de una jefatura bien intencionada, a punto de explotar.

Los casos de corrupción e impunidad le dan a la República Dominicana un sitial nada halagüeño como lo revela el estudio de PC 20 años de impunidad (1983.2003) mientras otros países del área han asumido una posición responsable persiguiendo, sometiendo y condenando a funcionarios corruptos, incluyendo presidentes electos democráticamente, y también repudiados por una ciudadanía defraudada y ofendida.

Después de 30 años de angustiosa espera, un general menor declara contra un General mayor ya en retiro pero vigente, para que no quede impune el crimen de Orlando, que sacudió la conciencia nacional.

Se legisla contra la corrupción y a favor de la ética de los funcionarios tanto que se da el caso que la corrupción no le hace caso y se cuela hasta por los regios ventanales de la propia Suprema Corte de Justicia.

La economía de la nación es sacudida por un gigantesco fraude bancario criminal. Los autores son reverenciados y pretenden escabullirse escamoteando la jurisdicción penal, única competente.

Esta es una isla dramáticamente depredada, desforestada y contaminada donde mueren los ríos, desaparecen los bosques, se mutilan los parques nacionales y se entregan nuestras riquezas naturales para que sean diezmadas a nombre de la modernidad y del bienestar de unos cuantos. Donde ciclones, huracanes e inundaciones dejan al desamparo para siempre a miles de familias, y los incendios devastan cordilleras por falta de equipos y recursos mientras los pocos disponibles se destinan a compra de aviones militares.

Donde el problema migratorio y su pésimo tratamiento no tienen parangón ni es similar a ninguno de los que se producen en otros pueblos del mundo por darse el caso, único, de que esta isla ocupada por dos naciones culturales distintas, fraternizadas en la pobreza, está ocupada también por algunos salvadores que ponen en peligro nuestra independencia, identidad y soberanía.

Nación insólita donde gobernantes y empresarios apuestan a la opulencia y a la fantasía de mega proyectos llámese Metro o Isla Artificial, o Panam. A un Nueva York chiquito o a un petit Principado de Mónaco y se obvia la dura realidad que nos cerca y asfixia, la miseria crónica y creciente de nuestras mayorías nacionales como extraída de los cuentos de terror.

Donde no repara en el costo del petróleo para el ahorro ni se dedica un centavo para la exploración y explotación de soluciones energéticas alternas; donde por su pobreza los servicios públicos básicos, electricidad, recogida de basura, asfaltado de calles, alcantarillados, transporte, agua potable prácticamente han desaparecido, pero no las botellas, el dispendio y el clientelismo; donde se elimina un estratégico aeropuerto funcional para pagar deudas privadas y se construye otro sobre un basurero controlado por garzas blancas, donde son desmantelados patronatos que funcionan de maravilla y otros, panamericanos infuncionales se desbandan por sí mismos.

Un país que crece en su macroeconomía, pero no en su desarrollo humano. Somos el número tres de los infectados de Sida; donde la mortalidad infantil, el desamparo, la desnutrición y la drogadicción no evita que se done 25 millones de dólares, para terminar un hospital privado y elitista con sofisticada tecnología médica de punta para los ricos.

País que engañado espera por gobierno que garantice el suministro de energía eléctrica que impulse el progreso y vigorice no el gasto sino la inversión social, que evite la fastuosidad y el dispendio como la quiebra de la pequeña y mediana empresa, que auxilie a los productores del campo y a los empresarios emprendedores acosados por una la competitividad desigual que nos impone un TLC amarrado a los intereses de los Estados Unidos. Descrito por el Almirante como la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto, es infectado por el rockash depositado espléndidamente en nuestras hermosas playas vendidas al turismo barato, a la prostitución y la pornografía.

Nos creemos un Estado de Derecho, por tener una Constitución liberal que nadie respeta.

Un Estado tan libre y soberano, que envía tropa a Irak; que renuncia a la jurisdicción internacional de la Haya para genocidas y criminales de guerra a cambio del levantamiento de ayuda militar norteamericana. Para miles y millares de personas que viven en la miseria sin esperar nada y para otras miles y millares de personas que viven en la miseria sin esperar nada y para otras miles de personas desengañadas, que cargan con su patriotismo y su honestidad a cuesta, si no somos un estado fallido, ¿qué somos?

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