Qué son los niños

Qué son los niños

En ocasión  de celebrarse mañana el Día de los Padres queremos felicitar a todos los papás de  Tinmarín y los invitamos a leer este hermoso texto, de autor anónimo, titulado Qué son los niños.

Los niños vienen en tamaños, pesos y colores surtidos; se les encuentran donde quiera: encima, debajo, trepando, colgando, corriendo, saltando. Las mamás los adoran, las hermanas y hermanos los toleran, los adultos los desconocen y el cielo los protege.

Los niños son la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza del futuro con la mano en el bolsillo.

Los niños tienen el apetito de un caballo, la digestión de un tragaespadas, la energía de una bomba atómica, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la imaginación de Julio Verne, la timidez de una violeta, la audacia de una trampa de acero, el entusiasmo de un triquitraque, la rapidez del rayo, y cuando hacen algo, tienen cinco pulgares en cada mano.

Les encantan los dulces, las navajas, las sierras, la navidad, los libros, con láminas de colores, el chico o la chica de los vecinos, el campo, el agua en su estado natural, los animales grandes, los terneros, las papas fritas, las locomotoras, los domingos por la mañana, los carros de bomberos, la almohada de mamá. Les desagradan las visitas de la tía gorda, la doctrina, la escuela, los libros sin dibujos, la teoría en la Educación Física y Deportes, las corbatas, los peluqueros, los abrigos, los adultos y la hora de acostarse.

Nadie más se levanta tan temprano (un domingo en que queremos descansar), ni se sienta a comer tan tarde cuando más apurados estamos. Nadie más puede embutirse en los bolsillos un cortaplumas oxidado, una fruta mordida, medio metro de cordel, un compás torcido, dos caramelos, dos mediecitos, una bomba, un trozo de sustancia desconocida y un auténtico anillo supersónico de clave con un compartimiento secreto, además de las piezas internas del último reloj que le regaló papá, tan sólo dos días antes.

Los niños son criaturas mágicas. Podemos cerrarle la puerta del cuarto de las herramientas, la de la oficina, la de la escalera de incendio, la de la despensa, pero nunca jamás podremos cerrarle la puerta del corazón.

Puede usted  sacarlo de su oficina, pero no puede sacarlo de su mente. Se constituyen en nuestros captores, carceleros, jefes, maestros, pero cuando volvemos por la noche a nuestro hogar, con nuestros sueños e ilusiones destrozadas, él puede juntar los pedazos y dejarlos como nuevos con dos simples palabras mágicas: «Hola papá».

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