¿Qué soy? apolítico, independiente, político

¿Qué soy? apolítico, independiente, político

PEDRO PADILLA TONOS
Los ciudadanos de cualquier país pertenecen a una de las siguientes categorías: «apolítico», «independiente», o «político».

En el apolítico se distinguen dos clases, el pasivo y el activo. El primero vive sumergido en lo suyo, no le interesa más que su vida, su trabajo, su familia, su patrimonio. Trata de sacar provecho de todos los gobiernos y por eso es pusilánime, blando, acomodaticio. Sostiene que la política es para los ilusos que viven fuera de la realidad o para los ladrones de los dineros públicos. Resguardado por esa actitud indiferente y despectiva, espera siempre sobrevivir a la sombra de cualquier sistema, sin importarle que sea o no democrático.

El segundo lo componen personas que adoptan el título de apolíticos para defender mejor, bajo todos los regímenes, determinados intereses económicos, sociales e inclusive políticos. Por lo general viven refugiados en las altas finanzas, en importantes empresas, si extranjeras mejor, en bancos, bufetes, grupos.

Pero cuando los partidos políticos o los gobiernos que defienden sus intereses entran en crisis o pierden el poder, entonces aparecen ellos, al amparo de su condición de apolíticos, para oficiar como «árbitros honorables», actuar como consejeros y a veces lograr posicionarse en el gobierno, para desde allí proponer y buscar soluciones que beneficien los intereses y al círculo a que están vinculados.

Separados de esas dos clases de apolíticos se encuentran los ciudadanos independientes, que sin militar en ninguna agrupación o partido político, no se desentienden de los problemas públicos, ponen de manifiesto su posición ideológica y cuando es necesario defienden lo que es justo. Estos ciudadanos hacen política a través de sus actos, sus estudios, sus investigaciones, sus publicaciones. Son hombres de trabajo, de empresa o taller, de laboratorio, de prensa, de magisterio, de letras, de arte, que viven las necesidades de sus compatriotas y trabajan y luchan por el bienestar de su pueblo.

Por último, tenemos el grupo de ciudadanos políticos, que son los que defienden sus intereses, ideas y propósitos desde las filas de un partido o agrupación política.

En todas las épocas y lugares se ha hablado mal de los políticos y se ha tratado de desprestigiarlos por todos los medios. A ello ha contribuido el comportamiento de líderes políticos y responsables de la cosa pública, cada vez más caracterizados por el mal uso del poder, posiciones e influencias, que los ha llevado al abuso, la intolerancia, la arbitrariedad y el enriquecimiento rápido e ilícito.

Por eso contemplamos sin asombro, cómo desde un extremo al otro del mundo, se nos presenta el deprimente espectáculo de presidentes y líderes políticos perseguidos por la justicia para responder por actos que han envilecido y empobrecido desde el punto de vista moral, social y económico a las sociedades que debían servir y defender.

El ejemplo que recibimos y de ello no escapa la sociedad democrática, es el de gobernantes y políticos incompetentes, incapaces, prepotentes y corruptos, salvo honrosas excepciones.

Surge así la tendencia a no creer en los hombres políticos y a considerar como serenos y ponderados a aquellos que no lo son, como si ello fuera una virtud.

Recuerdo que hace algún tiempo, el Arzobispo de Santo Domingo, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, siguiendo una recomendación hecha por el Papa Juan Pablo II, exhortó a todos los creyentes a que participaran activamente en la política, considerando que una persona inspirada en su fe, bien evangelizada, puede hacer un papel excelente en cualquier responsabilidad que se le asigne.

Si bien este llamado de la iglesia y de nuestro cardenal es muy cristiano y tiene el noble propósito de que por el bien de la nación todos tengamos una mayor y más directa participación en la dirección del Estado, difícilmente los ciudadanos apolíticos e independientes se harán políticos.

Los primeros continuarán encontrando justificación para no abandonar las ventajas que les ofrece su indiferencia, y los segundos para no renunciar a su libertad y responsabilidad.

Esas razones nos motivan a exhortar a los políticos dominicanos, en particular a los candidatos presidenciales, a quienes tocará la responsabilidad de dirigir los destinos nacionales, a que desde sus partidos o desde el gobierno, establezcan un nuevo modelo de conducta, en el que tanto ellos como los partidarios o funcionarios que le acompañen, se caractericen por el servicio y el sacrificio en favor de la comunidad, constituyéndose en un digno ejemplo de imitar , ayudando a desterrar de nuestro medio, de tan escasa cultura, la errada convicción de que este pedazo de tierra es de la exclusiva propiedad de los que nos gobiernan.

Pero esas mismas razones me motivan también a exhortar a los apolíticos y a los independientes, comenzando por mi mismo, a que nos detengamos por un momento a observar como nuestro país se cae a pedazos, con una descomposición moral y social que corroe todo el cuerpo social y a participar de una manera más responsable y directa en la dirección del país, comenzando por exigir del gobierno y a sus arrogantes funcionarios un mayor respeto a la ley.

Todos debemos preguntarnos y contestarnos con la mayor sinceridad las siguientes preguntas: ¿Qué soy, apolítico, independiente o político? ¿Qué estoy haciendo por mi país? ¿Voy a permitir que lo sigan haciendo a pedazos? ¿Qué heredarán nuestros hijos y nuestros nietos? ¿Me quedo sin hacer nada o me voy del país? Tú decides.

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