¿Qué sucederá con la economía estadounidense después de las elecciones?

¿Qué sucederá con la economía estadounidense después de las elecciones?

Julio E. Diaz Sosa

Nos encontramos a poco más de una semana de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, donde las encuestas muestran prácticamente un empate, aunque con una ligera ventaja para el candidato presidencial republicano, el expresidente Donald Trump. De acuerdo con los últimos modelos predictivos del analista estadístico Nate Silver, el expresidente Trump tiene un 53.1 % de probabilidades de ganar las elecciones en el Colegio Electoral (donde realmente se ganan las elecciones en EE. UU.), mientras que su rival demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, tiene un 46.6 %.

Si en algo coincidimos todos los economistas que analizamos la economía estadounidense es que, no importa quién gane las elecciones del próximo 5 de noviembre, el déficit fiscal del sector público y de la cuenta corriente de la balanza de pagos continuarán en aumento.

Desde su primer mandato, el expresidente Trump ha estado obsesionado con el déficit comercial y, en consecuencia, ha asumido una actitud mercantilista que podría llevar la inflación a niveles preocupantes. Según se ha anunciado tras bastidores, si el expresidente gana las elecciones el 5 de noviembre y asume el poder el 20 de enero de 2025, planea implementar aranceles del 60 % a todas las importaciones provenientes de China y un 20 % a las importaciones que provengan del resto del mundo.

De acuerdo con datos ofrecidos por el Departamento de Comercio, la economía estadounidense ha operado con déficits comerciales cada año desde 1975. Esto ha traducido en una sobrevaluación del tipo de cambio del dólar estadounidense con respecto a otras monedas fuertes por lo siguiente: los estadounidenses compran bienes en el exterior porque les resultan más baratos; los bienes estadounidenses no resultan tan atractivos en el exterior porque son caros para los consumidores de esos mercados. Sin embargo, cuando los estadounidenses han enviado dólares al extranjero para comprar bienes y servicios, esos dólares han regresado para comprar acciones y bonos estadounidenses, alimentando un mercado de valores en auge y permitiendo que el Gobierno federal se endeude de manera relativamente barata.

En ese mismo tenor, un dólar estadounidense sobrevalorado también ha tenido sus costos. Ha contribuido a la pérdida de millones de empleos en el sector manufacturero, junto con todos los males sociales que han acompañado tal declive. Como resultado, ha aumentado la deuda externa del país a niveles estratosféricos, por encima del umbral de los US$ 35 billones. Por consiguiente, el futuro de las próximas generaciones de estadounidenses se encuentra hipotecado. Por tal razón, los llamados populistas de Trump a favor de los aranceles como solución, a pesar de que la historia demuestra claramente que los aranceles provocan represalias, lo que conduce a un crecimiento económico más lento y a una mayor inflación. Históricamente, estos han funcionado para proteger industrias estratégicas solamente, no para conducir la política comercial de una nación de manera exitosa.

Por otra parte, en cuanto a la política fiscal se refiere, una presidencia de Trump implicaría un aumento del déficit por una reanudación de los recortes impositivos del 2017 que vencen en 2025. Esto, sumado a una ampliación de la guerra comercial, sería la combinación perfecta para una escalada de la espiral inflacionaria. Esto daría como resultado un reacondicionamiento de la política monetaria por parte de la Reserva Federal. Dichas medidas podrían desencadenar conflictos comerciales y contribuir a una economía global más fragmentada. Esta fragmentación puede obstaculizar la recuperación económica global y resultar en una disminución del crecimiento comercial, especialmente si las tensiones con socios comerciales importantes se intensifican.

En contraste, desde nuestra óptica, si la vicepresidenta Kamala Harris termina imponiéndose en los comicios, se espera que la economía mantenga su trayectoria actual, con un crecimiento real del PIB proyectado de aproximadamente 2.3 % en 2024. Sin embargo, se anticipa que este crecimiento se desacelere a alrededor del 1.7 % en 2025 debido a la disminución del gasto del consumidor y al debilitamiento del mercado laboral. La reciente decisión de la Reserva Federal de comenzar a reducir las tasas de interés en septiembre de 2024 puede ofrecer cierto alivio, pero las tasas elevadas probablemente seguirán ejerciendo presión sobre la actividad económica.

Una posible complicación para la política monetaria futura podría ser los cambios drásticos en la política fiscal después de las elecciones. Sin embargo, con la excepción de los aranceles, cualquier movimiento importante requeriría el acuerdo de ambas cámaras del Congreso. Si las elecciones resultan en un gobierno dividido, sería poco probable un estímulo fiscal importante. Por el contrario, una victoria de un solo partido podría resultar en recortes de impuestos más grandes o aumentos del gasto, lo que llevaría a la Reserva Federal a desacelerar su estrategia de flexibilización.

En ausencia de choques fiscales u otros, la trayectoria más probable para la Reserva Federal es «seguir los puntos» del resumen de proyecciones económicas de septiembre. Es decir, implementaría una reducción adicional de 50 puntos básicos en la tasa de fondos federales este año, una reducción adicional de 100 puntos básicos en 2025 y una reducción de otros 50 puntos en el año siguiente, llevando la tasa de fondos federales a un rango a largo plazo del 2.75 % al 3 % para mediados de 2026. Como decimos los economistas: ceteris paribus.

En conclusión, la conducción de la política fiscal y monetaria de los Estados Unidos va a depender de cómo quede la correlación de fuerzas en el Congreso, y obviamente de quién ocupe la Casa Blanca, y no menos importante, las reacciones del mercado ante los resultados de las elecciones de noviembre. Aunque en las últimas dos semanas los mercados han descontado de manera positiva una posible victoria del expresidente Trump en las elecciones, la efectividad de la política económica de cualquier nueva administración dependerá en gran medida de su capacidad para navegar por estos factores complejos mientras responden a las necesidades de la población estadounidense.