¿Qué tan importante para la economía han sido las remesas de los dominicanos en el exterior?

¿Qué tan importante para la economía han sido las remesas de los dominicanos en el exterior?

Las remesas familiares se han convertido en las últimas décadas en un flujo de divisas de suma importancia para la economía nacional. Esta corriente constituye uno de los principales rubros del renglón de las transferencias corrientes de la balanza de pagos y representa una verdadera aportación de recursos en sectores específicos de la economía nacional. Su relevancia suele destacarse mediante la comparación con algunos indicadores económicos como la inversión extranjera directa, los ingresos por turismo y el nivel de exportaciones e importaciones.

Las remesas del exterior llegan directamente a los hogares de los familiares de los emigrantes y cumplen un papel determinante en el sostenimiento del nivel de vida económico y social de sus relacionados. Su efecto en las comunidades y hogares receptores a menudo se pone de manifiesto con la información relativa al monto y las modalidades de uso de estos recursos. La mayoría de los trabajadores disponibles da cuenta de un patrón general de uso de las remesas en la República Dominicana, congruente con numerosas experiencias internacionales, que indica que la gran mayoría de los recursos recibidos se gasta en la satisfacción de necesidades básicas, la adquisición de bienes de consumo duradero y la compra y mejora de viviendas, mientras que sólo una pequeña proporción se destina al ahorro y a la llamada inversión productiva.

[b]LA MAGNITUD DEL FLUJO DE DIVISAS[/b]

La importancia que tiene para los países y regiones, la magnitud del flujo de divisas que ingresa a sus economías por concepto de remesas del exterior ha despertado interés y preocupación creciente por convertir esos recursos en fuente de financiamiento del desarrollo económico y social en el ámbito nacional. En esferas gubernamentales vinculadas con la planeación económica y social, así como en diversos círculos académicos de los países receptores de remesas, se ha venido impulsando el estudio y análisis de una multiplicidad de facetas relativas al flujo de remesas. La República Dominicana no debiera ser la excepción y en la actualidad, no solo pudieran elaborarse estudios específicos en esta línea de investigación, sino que también instaurar la aplicación de proyectos específicos encauzados a aprovechar y emplear de manera más organizada los recursos procedentes de Estados Unidos y Europa, derivados de la emigración.

Según el último informe al respecto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las remesas de divisas que recibieron los países de Latinoamérica procedentes de sus ciudadanos que trabajan en el exterior sumaron unos 32,000 millones de dólares en 2002. Los datos han sido contabilizados como cada año por el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), un fondo autónomo administrado por la institución, que promueve el desarrollo regional y, entre otras acciones, intenta ahora impulsar proyectos que aumenten la competencia entre los partícipes empresariales del sector de las transferencias para que se reduzcan sustancialmente las comisiones aplicadas.

El pasado año las remesas registradas en Latinoamérica han supuesto aproximadamente el 31% del dinero girado en todo el mundo por los inmigrantes de los países en desarrollo que habrían movido un volumen total de 103,000 millones de dólares. En estos tiempos de sequía, según algunos analistas, esa cifra puede haber sido igual, e incluso superior, a la correspondiente a la inversión extranjera directa recibida por estos países. Aunque la comparación se demorará en hacerse efectiva. Normalmente los datos conjuntos de la inversión internacional suelen tardar bastante en darse a conocer. Sin embargo, la media de las estimaciones oficiales emitidas hasta ahora marca una cifra aproximada de 33,800 millones de dólares.

Los 32,000 millones que han sumado las remesas marcan un aumento del 17.6% con respecto a los envíos recibidos por los países de la región en 2001. En algunos países de la región, las remesas ya suponen más del 10% de los ingresos habituales de la población. Un ranking que lidera Nicaragua con el 29.4% de las ganancias familiares medias, seguida de Haití con el 24.2% y Guayana con el 16.6%. Una de las consecuencias colaterales de esta explosión es el fortalecimiento del negocio de las transferencias, cuya comisión media está situada en un 12.5% del dinero enviado, cifra que, como decíamos antes, el FOMIN trata de reducir sustancialmente. Según los cálculos de este fondo el negocio habría supuesto en 2002, un botín de 4,000 millones de dólares para las empresas del sector.

Una circunstancia que ha provocado una guerra bancaria en el sur de EEUU, de donde procede el 78% del dinero, y en otros países como Canadá, España, desde donde se enviaron 1,000 millones de dólares, e incluso Japón, por entrar en un sector que hasta ahora era un coto cerrado de los couriers (empresas dedicadas específicamente al negocio de las transferencias) como «Moneygram» o «Western Union». La batalla financiera implica a los mayores bancos mundiales desde Citigroup y Wells Frago a los españoles BBVA o SCH. Por el momento, México sigue siendo el líder en la recepción de remesas con unas entradas netas de 10,500 millones de dólares, casi un tercio del total recibido en Latinoamérica, cifra que supone un aumento del 18% sobre las cantidades registradas en 2001. América Central obtuvo unos 5,500 millones de dólares y tanto el Caribe como los países andinos cerca de 5,400 millones.

[b]IMPACTO EN EL PAÍS[/b]

Los dominicanos residentes en el exterior enviaron al país un total de 2,233.6 millones. Esta cantidad equivalió al 8.8% de todo lo que se produjo en la economía dominicana en 2003. Las divisas que enviaron los emigrantes superaron a todos los rubros de exportaciones nacionales del país, al representar 5.6 veces más del valor de las exportaciones tradicionales y 4.2 veces el valor de las no tradicionales. Así, en términos de variación, el país sólo percibió 205 millones más que en 2002, lo que equivale a una variación solo superada entre los años 1996 1998, cuando la economía dominicana recibió un promedio anual de 466 millones de remesas familiares.

Las remesas crecieron en promedio 16.9 millones cada año en la década de los setenta, representando una tasa anual de 22.7%, para decaer a un crecimiento promedio de 11.5 millones (5%) en la década de los ochenta, pero ascender en 147.5 millones (21.8%) anualmente en la reciente década de los noventa. Ya habiendo entrado el nuevo siglo, crecieron en 124.2 millones en 2001, 114.9 millones en 2002, y 204.9 millones en 2003, manteniendo la tendencia de crecimiento en niveles absolutos (148 millones) pero a un ritmo de crecimiento muy inferior (7.7%).

El mes en que los migrantes envían más dinero es diciembre, que coincide con las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, cuando se acostumbra a gastar en la compra de regalos. Esos dólares que envían los migrantes cubren más del 50% del déficit comercial del país.

En 2002, las remesas equivalieron a 2.5 veces del valor de las reservas monetarias brutas de las bóvedas del Banco Central, al 9.5% del PIB, al doble del valor de lo que entró por inversión extranjera directa, al 39.9% de las exportaciones totales del país y al 23.8% de las importaciones nacionales totales, representando incluso un valor de 46.8% con respecto a las exportaciones de zonas francas y de 74% con respecto a las de turismo. Y, al parecer, el impacto económico que ofrecen en países con alta movilidad de mano de obra será permanente. No obstante, es de observar que el envío de remesas del exterior experimenta marcados ciclos de crecimiento cada cierto periodo de tiempo. Algunos estudios internacionales sobre el desempeño que muestran las migraciones concluyen que el flujo de remesas familiares crece sostenidamente durante períodos de aproximadamente quince años, para luego estabilizarse y después comenzar a decrecer.

Es por ello que las características que pudieran tener algunas propuestas para promover el uso productivo de las remesas del extranjero podrían revelar la importancia de avanzar en la definición de estrategias generales y en la instrumentación de programas que incorporen aspectos vinculados con la tradición migratoria, la cultura y, por supuesto, las particularidades sociales y económicas del país. Entre los aspectos que merecen especial consideración en la formulación y puesta en marcha de estos programas es de destacar los esfuerzos dirigidos a promover la libre y decidida participación de los emigrantes y sus familias, para aprovechar al máximo los recursos enviados con tanto sacrificio, esfuerzos y lucha laboral y la identificación de alternativas de inversión y proyectos productivos viables y autosustentables que tomen en cuenta las posibilidades de las diversas necesidades, así como su inserción en el marco más amplio de las políticas y los programas de desarrollo nacional. No hay duda de que los esfuerzos en esta dirección pueden redundar en importantes aportaciones en beneficio de los emigrantes, sus familias y el país en general.

[b]MEDIOS DE ENVIOS[/b]

Líneas de acción en torno a canales de envío y la conversión de las remesas de dominicanos en el extranjero

1. Servicios de transferencia de remesas con orientación social. La idea, en términos generales, consiste en la creación de un organismo de naturaleza social que se dedique a realizar las transferencias de las remesas de Estados Unidos a los lugares de destino, ofreciendo un servicio eficiente y eficaz, que la haga competitiva frente a los demás intermediarios, pero con la diferencia de que dedique el remanente por ganancias de operación al financiamiento de proyectos productivos en Nicaragua.

2. Organizaciones sociales como operadores cambiarios. En este caso se trata de la posibilidad de habilitar a organizaciones sociales específicas para que operen como casa de cambio, quizás con tipos de cambio preferenciales, que permitieran que cierta porción de las transferencias alimentara fondos de recursos para el financiamiento de proyectos productivos.

3. Fondos de garantía. Vinculada con las anteriores, esta línea consiste en la posibilidad de emplear un porcentaje de los envíos de dinero que llegan a los hogares en la construcción de fondos de garantía destinados a respaldar actividades de fomento de la producción, el comercio o la vivienda.

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