¡Qué timbales!

¡Qué timbales!

Basta con que una persona sea designada en un puesto público para que una miríada de vividores y mozos de la peor calaña se acerque y “convenzan” al funcionario recién nombrado, de que él es la salvación del país, quien resolverá los problemas del sector a cuyo frente fue colocado.

Entonces, llega el momento en que el funcionario piensa, cree, imagina, intuye la posibilidad de convertirse en un sabio de ejecutorias geniales, que puede hablar con la infalibilidad que hace tiempo se le quitó al Papa de Roma.

Aún así, el funcionario insiste en demostrar su sapiencia cada vez que se le pone enfrente una cámara de televisión, una cámara fotográfica o el grabador de mano de un periodista, quien pregunta cualquier cosa a ese hombre del Renacimiento capaz de dominar todos los asuntos, desde las más profundas reflexiones filosóficas hasta cualquiera de las bellas artes.

Hasta su designación el funcionario era conocido por su audacia, pero se desconocía hasta dónde era capaz de llegar. Estaba recién llegado al ejercicio de Mundito, aquel que descubrió quien era él cuando le dieron un mandito.

Si el gobierno dispone de puestos para los hombres y no de hombres para los puestos, de cierto os digo que sin lugar a dudas se cometerán toda suerte de errores y habrá fallas lamentables.

Por ahí dicen que el papel lo aguanta todo lo que se escribe o plasma en él, de una y otra forma.

Por eso leemos tanta basura, mentiras, fuegos fatuos verbales.

Confieso que desconocía que el ministro Temístocles Montás tuviera una empresa para producir instrumentos de percusión.

Me extrañó tanto que de inmediato recordé aquel poema recitado magistralmente por Luis Carbonell, “El acuarelista de la poesía antillana”, quien con las debidas inflexiones de la voz y  dominio del arte escénico recitaba: “Yo en el sexteto todo bongó/soy timbalero”.

Quiero decir y digo que Temo, quien desde la oposición aseguraba que resolvería el problema de la Corporación Estatal de Electricidad en pocas semanas, cuando  Leonel Fernández lo designó en esa empresa, fracasó antes del tiempo que prometió solucionar la eterna crisis del suministro de energía.

Ahora tiene el tupé de decir que la economía nacional marcha bien. Eso quiere decir que el ministro de Economía desconoce la cantidad de negocios quebrados, el atraso que sufren las empresas para cobrar bienes y servicios, la abrumadora y peligrosa carga del desempleo.

¿Acaso el ministro hablaba de otro país cuando ofreció tan desafortunada declaración?

¿Desconocía que el hablador y el cojo no llegan lejos sin ser descubiertos?

El poema termina: “Si me quitan el timbal/ si me quitan el timbal/ por mi madre que me muero”.

¡Qué timbales!

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