(Qué vergüenza!

(Qué vergüenza!

Quisiéramos acogernos a la triste conclusión a que ha llegado Luis José Bonilla Bojos, el presidente de la Cámara de Comercio y Producción de Santiago, al considerar que la actual crisis energética debería avergonzar a nuestros políticos, por no haber sido capaces de aportar soluciones adecuadas para este mal. Nuestras convicciones andaban por ese rumbo, pero los resultados de una encuesta hecha por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) nos obligan a pensar de otro modo, a disentir de lo que antes profesábamos.

Según la encuesta en cuestión, la República Dominicana es, en términos políticos, el país más clientelista de América Latina. Con semejante presea, queda explicado que para nuestros políticos no puede ni debe ser una vergüenza la crisis del servicio energético. Inapropiadamente se habla a veces de que el sistema energético «ha colapsado», cuando en realidad jamás a salido del colapso.

)Puede avergonzar a algunos de nuestros políticos el hecho de que haya una aparente confusión en cuanto a si el Gobierno le debe o no a los generadores? Por supuesto que no, porque, a menos que estemos equivocados, la contabilidad moderna no permite estas dudas, estas disquisiciones. El clientelismo sí que las permite y fomenta.

En el pasado, antes de la «capitalización», el mercado energético, dominado por la antigua Corporación Dominicana de Electricidad, era la fuente por excelencia para el pago de favores políticos, lo que suponía el sangrado de sus finanzas para cubrir nóminas. Jamás podía funcionar bien el sistema energético, y no tenemos cuenta de que eso haya avergonzado a ninguno de los políticos de turno.

[b]II[/b]

Si somos, como dice la encuesta del PNUD, el país más clientelista de América Latina, eso explica que el sistema energético se mantenga en el colapso permanente, que la industria azucarera estatal sea hoy un montón de chatarra, que las demás empresas del Estado siempre estuvieran en la quiebra, que no contemos con flota mercante ni línea aérea bandera nacional. Y de que esto sea así no se ha avergonzado ninguno de los políticos nativos, que sepamos nosotros.

El clientelismo político, endemia de nuestra democracia desde que nos deshicimos de la tiranía de Rafael Trujillo y que ahora, a destiempo, viene a descubrir el PNUD, ha jugado un papel estelar en todas las desvergüenzas que se han cometido contra los intereses del Estado, que son los intereses de todos los dominicanos.

El mercado energético ha sido eso, clientelismo puro, en todas las épocas. Lo fue cuando Trujillo, quien en en uno de sus afanes de «benefactor», prohibió que se cobrara la energía; lo fue durante los regímenes del extinto Joaquín Balaguer, cuando se permitieron contratos tan burdos y «rentables» como el de la Hydro Quebec, y cuando se asumió esta capitalización que ha resultado calamitosa, y también cuando fueron suscritos aquellos llamados «Acuerdos de Madrid», que suplantan una prometida revisión, que jamás se realizó. No tenemos noticia de que algún político se haya ruborizado de vergüenza por estas ocurrencias. Por el contrario, los hay que se enorgullecen por haber comprado las acciones de una empresa extranjera que se definía como «quebrada» pagándosele precios como si fueran entidades prósperas y reservándoles cobros de clientes de primerísima calidad.

Hoy por hoy, en términos energéticos, el clientelismo ha definido la práctica viciosa y recurrente del apagón financiero, que termina perjudicando a quienes pagan, aunque durante las protestas encendidas en los barrios se negocien las treguas directamente con quienes no pagan. Eso es puro clientelismo, pero no sabemos de que político alguno se haya avergonzado por ello.

Tal parece que el clientelismo tiene la virtud de aplastar los principios y el respeto que merecen los ciudadanos de un Estado. (Qué vergüenza!

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