¡Qué vergüenza!

¡Qué vergüenza!

El título no resultó esclarecedor. “Taiwán da US$1 MM Universidad”. Al leerlo una primera vez, pensé en una donación a una casa de estudios dominicana. Repasé, por consiguiente, el resto de las páginas de esa primera sección de HOY. Contra lo esperado -como, verbigracia, continuar con el resto de las secciones- retorné de la última página hacia la primera. Me detuve a seguidas en esa página 10 A, para leer la noticia. Ocurre y viene a ser que China Nacionalista entrega ese millón para que el Gobierno Dominicano cumpla una promesa.

¡Ave María Purísima! ¡Qué desvergüenza! Dependemos de un gobierno amigo para cumplir una promesa hecha por el Presidente de República Dominicana al pueblo haitiano. Recurrir a la donación china para saldar una deuda de ostentosidad mal avenida, es una vergüenza. Una promesa del titular del Poder Ejecutivo a un pueblo vecino, debió financiarse con recursos nacionales.

Dirán los lectores que ni siquiera las obras públicas que se erigen en el territorio dominicano se pagan con dinero dominicano. Cierto, pues para ellas estamos dependiendo de préstamos de organismos multilaterales o brasileños. Pero la Universidad Dominicana para Haití debió ser financiada con recursos del erario dominicano. Tener que pedirle al gobierno de un país amigo que nos regale esos fondos, debía obligarnos a meter la cara de la nación adentro de una funda. El orgullo nacional, sin embargo, se fue al Polo Norte. Hace rato.

Y debido a ello, por supuesto, tampoco nos avergüenza pedir al gobierno de China Nacionalista que nos regale, para nosotros obsequiar a otros. Y que no me digan que los chinos tomaron la iniciativa de proveernos de esos recursos sin obligación de reembolso. Si me lo dicen, o se lo explican a cualquiera de ustedes, digamos a viva voz que ese es un cuento chino. La realidad más cruda es la que puede explicarse a partir del hilo de los asuntos diplomáticos. Sigámosle la punta a ese hilo.

El Presidente de la República Dominicana hace la donación durante una visita a Haití. Al volver, varios de los funcionarios le preguntan de dónde sacaremos el dinero. No puede pedírsele al Banco Mundial ni al Banco Interamericano de Desarrollo, pues tal diligencia sería fatal para el crédito de la República. Pero ¡ah! China Nacionalista está satisfecha con el apoyo internacional que le hemos dispensado. Hablen con el Embajador.

Se habla con el Embajador. ¿Y qué puede decir este diplomático? Comprende el apuro. Nos hemos puesto a decir que regalaremos y no tenemos una mota en el bolsillo. ¡No se preocupen! dice el Embajador. Ahora mismo escribiré a Taipei. Pero siquiera soñar el proceso debía darnos vergüenza. Por lo menos a los que no formamos parte del gobierno.

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