Los tiempos en que, con relativamente frecuencia, los precios del petróleo nos sorprendían con un ascenso libre que ponía en aprietos a la economía, por su impacto negativo sobre las finanzas públicas y sobre los precios internos y el tipo de cambio, podrían estar llegado a su fin, por varias razones.
En primer lugar, la oferta petrolera ya no está tan concentrada en los países de la Opep+, que ejercían controles oligopólicos en el mercado, sino que está ahora más diversificada, con un aporte creciente del petróleo extraído del subsuelo americano, además de que la participación del petróleo en la demanda energética ha bajado.
El crudo producido fuera de la Opep+ alcanza casi el 60% de toda la oferta global y la del cartel ha bajado a un mínimo histórico de 40%, mientras que en la década de los 70 las proporciones eran inversas.
Cifras de la Agencia Internacional de Energía (EIA, por sus siglas en inglés), revelan que mientras la producción total de crudo y líquidos creció en apenas 0,6 millones de barriles diarios (b/d) en 2024, se espera que aumente en 1,9 millones de b/d en 2025 y en 1,6 millones de b/d en 2026, impulsada por las operaciones en el subsuelo americano, sobre todo en Estados Unidos, Guyana, Canadá y Brasil.
En el esperado incremento de la oferta global el aporte de la OPEP+ será mínimo: apenas 0,1 millones de b/d en 2025 y 0,6 millones de b/d en 2026.
Esta desconcentración de la oferta continuará, con las intenciones de Trump, que comienzan a manifestarse en hechos, de ejecutan un agresivo plan de perforaciones para consolidar la posición de esa nación como principal productor de petróleo del mundo.
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El presidente estadounidense, Donald Trump, no sólo acaba de reautorizar la perforación de petróleo y gas en 625 millones de acres federales que su antecesor había vetado para tal fin, sino que también ha firmado una orden ejecutiva.
Ese decreto instauró la creación de un Consejo Nacional de Dominio Energético, entre cuyas funciones hacer que EE.UU. ejerza un dominio en materia energética a nivel mundial y aconseja mejoras en los procesos de autorización, producción, generación, distribución, regulación, transporte y exportación de todas las formas de energía estadounidense, incluidos minerales críticos.
Por tratarse de dos países aliados a la República Dominicana, es bueno dirigir también la mirada a lo que está pasando en Guyana, que como actor emergente está haciendo un importante aporte en transformación del mercado.
Con el inicio del proyecto Yellowtail en el bloque Stabroek, la producción de este pequeño país aumentará 0,2 millones de b/d en 2025 y 0,1 millones de b/d en 2026, con la expectativa de que el bloque alcance una capacidad de producción de 1,3 millones de b/d para 2027. Y hay planes para, aprovechando sus grandes reservas, autorizar nuevas exploraciones y concesiones de explotación.
República Dominicana está haciendo lo necesario con la firma de acuerdos con el gobierno guyanés para la ejecución de proyectos de beneficios mutuos. De manera que el escenario pinta a que la economía dominicana lidiará con precios del petróleo menos tormentosos, que traerán sosiego.