Quedarse como quedarse e irse como irse

Quedarse como quedarse e irse como irse

POR JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Por motivos diferentes, he caído en el recuerdo de una anécdota escuchada varias veces de labios veraces y respetados por fidedignos. Relataban discretamente personajes cercanos al mundo político de la Era de Trujillo que, en cierta ocasión el Generalísimo, con expresión preocupada, le preguntó a don Pipí Troncoso -Manuel de Js. Troncoso de la Concha- si consideraba prudente una nueva reelección tras su segundo mandato oficial en 1934.

Es decir, un nuevo período que habría de iniciarse en 1938. Se refiere que don Pipí, cauto, le respondió luego de una profunda meditación: «Bueno, Excelencia, quedarse como quedarse…no…irse como irse, tampoco». Trujillo decidió colocar en la Presidencia al distinguido abogado Jacinto B. Penado y en la Vicepresidencia a su competente consejero. Y mandar él.

A los dominicanos y a ciudadanos de otras muchas nacionalidades nos está y les está sucediendo algo parecido con la ingerencia norteamericana y de otras grandes potencias en nuestros asuntos internos. No queremos que se queden, metiéndose en todo, pero tampoco queremos que se vayan y nos dejen inermes ante una Justicia corrompida e insonrrojable y víctimas de males que la sola buena intención de un próximo Gobierno, no está en capacidad de corregir cabalmente.

¡Cuánto nos regocijamos de que monseñor Núñez Collado se presentara en la Junta Central Electoral flanqueado por el Embajador de Estados Unidos, por representantes oficiales de la Unión Europea y por altos personajes de la Organización de Estados Americanos!

¿Es cuestión de «A veces sí, a veces no» como canta Julio Iglesias?

¿Que a menudo se nos pasa de ángulo la reverencia y parecemos un Estado de la Unión norteña, sin las ventajas que tiene tal condición, ni las que tiene Puerto Rico como estado Libre Asociado?

Cierto.

El envío de tropas dominicanas al disparate de Irak, forma parte de los excesos y lo que declaró el presidente electo Fernández Reyna al diario El País, de España (19 de julio 2004) no fue que somos el patio trasero de los Estados Unidos, sino que, aunque él no estaba en primera línea «Estamos en el patio trasero», necesitamos una buena relación con Estados Unidos y no podemos enfrentarnos a ellos. «Estamos en el mismo barco y si algo afecta  a Estados Unidos, nos va a afectar a nosotros; entonces deseamos lo mejor para Estados Unidos». Así lo publica Euclides Gutiérrez Félix.

¿Vamos a decir, o pretender, que no nos alegra que los Estados Unidos solicite información acerca de nuestros jueces corruptos, especialmente en casos de narcotráfico?

Lo que está mal es que autoridades norteñas determinen culpabilidades y sentencias, irrespetando el «justo proceso» que establece inocencia hasta demostración contraria.

¿Es que tienen tal cúmulo de pruebas que los motiva a dar un veredicto?

Lo justo sería que, conforme a acuerdos de mutua información, suministren a nuestro sistema judicial las informaciones y pruebas contundentes que se supone poseen, para que aquí, con jueces idóneos que deben ponerse en posesión de libres capacidades accionales, se lleven a cabo juicios justos, como los de allá, sólo con las limitaciones a que está sujeto el humano en su buen juzgar, que puede llevar a una que otra equivocación.

Posiblemente más para mal que para bien, el mundo no es «ancho y ajeno» pero son desastrosas las intervenciones que pretenden una democracia de hot-dogs y estaks fried potatos donde apena se como plátano, como aquí o arroz mojao acompañado de raíces y hojas, en amplias regiones de oriente, o escasas papas humedecidas de grasa rancia como en la Europa pobre, o quien sabe de las características de la dieta de Africa y el Cercano Oriente. Esa democracia yankee que pretende imponer sus hábitos resultantes de circunstancias históricas irrepetibles, es viejo error de la fuerza.

A Alejandro Magno no se le ocurrió tal cosa en su idea de dominio universal. Tampoco a los césares de la Roma Imperial.

Hay que respetar las individualidades, las costumbres milenarias, las formas en que se reverencia a un Supremo Creador, llámenlo como lo llamen.

Creo en una globalización de ayuda.

No de imposición y abuso.

Es «quedarse como quedarse, e irse como irse».

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