Queja valedera de Euclides

Queja valedera de Euclides

UBI RIVAS
En su trabajo histórico relacionado con la vida del prócer Eusebio Manzueta, original de la escritora e investigadora Angela Peña, entrega a HOY de enero 8 actual, inserta como parte troncal del reportaje, juicios de valor del historiador y catedrático universitario doctor Euclides Gutiérrez Félix, relacionado con la postergación de nuestros prohombres.

Con justificada como valedera queja, uno de los dirigentes políticos con una de las cabezas mejor amuebladas del entorno nativo, se explaya en su protesta porque muchos adalides del honor, valor, patriotismo, entereza, entrega, sacrificios, como Manzueta, hayan sido postergados o más bien relegados al olvido injustificable como pasmoso de muchos historiadores.

El doctor Gutiérrez Félix, miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia, reseña breve, la foja de servicios que sin pase de factura aportó el general Eusebio Manzueta al país, y su ejemplo prístino para ser imitado por el decursar de las generaciones interminables.

No hay una obra, nisiquiera un opúsculo, en que un historiador se hubiese hasta ahora ocupado de relievar la figura de este dominicano singular y luminoso por su ejemplo de honestidad, resistiendo toda suerte de prebendas cuando decidió, al unísono del grito de Capotillo Español, vincularse de forma visceral al reclamo de restaurar la soberanía y la independencia perdida por el acto condenable y proditorio del general Pedro Santana, al anexionar al país a España en 1861.

Ni siquiera hay una fotografía, un bosquejo artístico de Abelardo Rodríguez Urdaneta, Tuto Báez, Barón Castillo, los retratistas y fotógrafos más reputados del siglo 19 y 20.

Apenas una referencia somera de Rufino Martínez en su valioso Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano, páginas 296-7.

Eusebio Manzueta, refiere Rufino Martínez, era oriundo de Yamasá, donde su familia poseía vasta heredades rurales y donde él era un personaje respetado, es decir, en la acepción de entonces, un cacique, hombre de armas y hombres integrantes de la peonada de sus hatos, idéntico al general Santana en El Seybo y más atrás, en 1802, Juan Sánchez Ramírez en Cotuí.

El general Manzueta apoyó en principio la Anexión por sus migas entrañables con Siño Pedrito, el vínculo sagrado del compadrazgo, que defeccionó, empero, a tono con el grito de Capotillo Español el 16-06-63, protagonizado por 14 ungidos de la gloria en lo concerniente a los atributos de moldear y rehacer la nacionalidad quebrada fundamentalmente por la visión racista de Siño Pedrito, y el poder fáctico económico de entonces.

Manzueta integró una cohorte de patriotas que dificultaron en gran manera la logística de los realistas para penetrar al Cibao, y en lo que se denomina la Hilera Central, junto con Marcos Evangelista Adón, Olegario Tenares y Dionisio Troncoso, en tres otros, organizaron unidades móviles tácticas para impedirles franquear la ruta hacia el Cibao a los españoles, todo el tiempo.

Manzueta se vinculó con la decisión firme que caracterizó su vida pública, al Partido Azul, contrario al general Buenaventua Baéz, apoyando al Triunvirato surgido al fundarse la II República, integrado por Federico de Jesús García, general Gregorio Luperón y Pedro Antonino Pimentel.

Finalmente, apenas a días de culminar el siniestro y aciago período de los Seis años de Báez, el 12 de noviembre, fue fusilado, al venderlo en su escondite de Masabá, Cotuí, su creído amigo Felipe Herrera.

Así como Manzueta, refiere el doctor Gutiérrez Félix, hay decenas de excelsos exponentes de un acrisolado patriotismo que es menester rescatar de la infamia del olvido, explicarle a las generaciones el valor de sus acciones para consolidar esta patria dominicana, bautizar con sus nombres egregios avenidas, calles, plazas, y sustituirlas por quienes como Winston Churchill, John Fitzgerald kennedy, Abraham Lincoln y personeros trujillistas y balagueristas, nada hicieron por el país.

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