¡Quememos la bruja!

¡Quememos la bruja!

 SEGUNDO IMBERT BRUGAL
La razón de la sin razón, la lógica de lo ilógico, la aparente cordura de la locura, prevalecen con más frecuencia de lo que nos percatamos. Permanecen durante siglos, se aposentan, y acompañan razas y naciones en su aparente desarrollo. No obstante, cuando prevalece esa razón de la sin razón, con la que explica Don Quijote su peculiar estado psicológico, se convierte en áncora férrea: inmoviliza la dinámica civilizadora de las colectividades.

Cuando a la ciencia, a los hechos constatados y comprobados, se les quiere cementar hasta las rodillas y arrojarlos al fondo del mar para que no molesten, ni aclaren, ni ayuden, ni civilicen, andamos desde ese momento mordiéndonos la cola. Se trata de esconder lo que es obvio con insistencia y calmada violencia. Esa violencia pasiva que trabaja por abajo con la efectividad del mágnum de Dirty Harris, aquel personaje que interpretaba el cineasta Clint Eastwood, quien en su lógica justiciera se autorizaba el uso del pistolón en cualquier lugar y a cualquier hora.

Podrían ser más de cien, para no decir miles, los estudios impecables que demuestran hasta la saciedad que la educación sexual es una pieza esencial, necesaria, imprescindible e impostergable para la prevención no sólo de las enfermedades de transmisión sexual, sino para disminuir los embarazos de adolescentes y la sexualidad irresponsable de los jóvenes, que en su fomentada ignorancia fornican con la misma ligereza con la que bailan una bachata. Esa juventud no visita las iglesias ni asiste a la catequesis. Para defenderse de sus naturales y poderosos impulsos no cuentan con la preocupación de la condena eterna.

Del producto final de esas gestaciones de “!ay, caramba!” también se sabe mucho: orfandad, desnutrición, enfermedad, abuso, retardo, analfabetismo, explotación laboral, prostitución y un etcétera psicológico gigantesco. También, no se nos puede olvidar, nutren al subdesarrollo.

Exhibe la resultante de ese sexo de “vamos a lo que vinimos”, entre muchas otras calamidades, el Sida. La ignorancia está en el tuétano de esta terrible pandemia. La falta de educación, la sexual incluida, alimenta más al virus que la propia sangre de sus victimas. ¡Todo esto se sabe, parecería innecesario recordarlo!

Pero las instancias decisorias de la nación, las que pueden actuar, hacen caso omiso de los hechos comprobados. Se paralizan temerosas ante la lógica del fundamentalismo, donde el dogma y la misión extraordinaria deben de prevalecer por encima de la ciencia y la desgracia cotidiana.

Con su temor desamparan, o le dan una mano a escondidas, embozados, con el sombrero hasta las pestañas, a instituciones modelos de demostrada efectividad en su labor de redención social como lo es PROFAMILIA, que lleva décadas luchando contra el sabotaje inclemente de la jerarquía católica para que no se implemente en el país, como en todos los países que se han civilizado, la educación sexual en las escuelas. Ningún gobierno ha sacado la cara para que PROFAMILIA despliegue a plenitud su ingente trabajo.

Ya sabemos que el Estado no se atreverá a ser lógico. Además de tener una enorme vocación por la insensatez, lleva en su tradición un atronado temor al Vaticano. 

Siendo esto así, propongo una solución fácil al contrasentido de la sin razón. Un antiguo remedio. Propongo, que llevemos a Magaly Caram, directora de la urticante institución, a la pira. Que sus cenizas en el aire intensifiquen la atmósfera medieval que respiramos. ¡Quememos sin más dilación a esa bruja!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas