¿Queremos cambiar? ¡Hagámoslo!

¿Queremos cambiar? ¡Hagámoslo!

No entraré en debates o en  conceptos filosóficos, históricos o partidistas. No voy hablar de Max Weber, de Carlos Marx, de John Locke, de Charles Louis de Secondat (Montesquieu), de Duarte, o de Caamaño, porque hablar de ellos es redundar; además, todos ellos están muertos, pero claro, esas personas dejaron un legado social. Ahora quedamos nosotros, y no por mucho tiempo, por lo menos yo y la mayoría de los que están leyendo este artículo, hemos vivido más tiempo que el tiempo que nos queda de vida; por tal razón, seré puntual, claro y pragmático. De hecho, debo resaltar que este escrito es resultado de preguntas que hice a varios amigos, a ciudadanos que han tenido éxitos en sus empresas y en la vida pública. Las  sugerencias plasmadas en este espacio son resultado de pensamientos honestos, intencionales y cristalizados.

Vamos al punto, ¿realmente queremos transformar el país? Si queremos, la realidad número uno es tener un presidente sin malicia, íntegro, justo, apegado a la ley, con carácter, con valores éticos y morales, con capacidad gerencial y un liderazgo transformacional. Un presidente que ame a su nación más que a su partido; que use la verdad y la justicia como guía para el beneficio de todas las clases sociales, ¡de todas! Esa persona debe ser arriesgada, sin miedo, debe estar listo cuando le llamen loco, porque en nuestro país, una de las definiciones de loco es la persona que se atreve a realizar algo diferente. Entonces, si es así, necesitamos un loco que ponga los intereses del Estado y del pueblo dominicano por encima de los intereses de su partido político. Alguien que haga lo que está haciendo Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, o como lo hizo José Alberto Mujica (Pepe Mujica) expresidente de Uruguay.

Los cambios prácticos deben reflejarse en los servicios públicos que usan la mayoría de los ciudadanos, entonces, el cambio debe iniciar en los funcionarios que deben fortalecer esos servicios; el presidente que quiera cambiar la realidad actual, debe promover y crear un mecanismo legal que exija que los funcionarios  públicos de todos los niveles jerárquicos y electos, como senadores, diputados, alcaldes, y sus familiares directos, estén obligados,  debido a su posición de servir, a usar los servicios públicos de transporte, salud y educación que ofrece ese mismo gobierno. No explicaré cada punto, ya hemos hablado de ser práctico. Otra práctica que nos ha destruido como nación,  es la entrega de dinero y compra de de votos, se ha convertido en algo normal, pero esa normalidad nos ha llevado a un caos estatal y a una  disfuncionalidad del Estado dominicano; simplemente es corrupción tangible y visible. En esta práctica destructiva  y anti democrática, se materializa, se insertan y se institucionaliza la corrupción en los funcionarios y en los  congresistas que ya poseen una cultura de corrupción, y eso debe ser extirpado. Debemos y queremos parar esa conducta que nos ha generado atraso. Otra trampa son las donaciones a los candidatos, ese presidente que el pueblo desea debe exigir que el monto de donación a los candidatos no debe exceder el sueldo básico de la persona que está donando. Todo ingreso debe ser puesto en una página virtual y pública. Para gobernar y servir no hay que gastar millonadas para ganar una posición supuestamente de servicio. El que infrinja esta ley, debe ser castigado de forma pública, aplicándole todo el peso de la ley.

¿Queremos cambiar el país? Entonces ese presidente debe constantemente ejercer un think tank (tanque de pensamiento), encuestas serias, estudios, que generen
una estrategia, un plan de acción; no llevarse de las emociones, crear un laboratorio de ideas y un gabinete estratégico, todos voluntarios y de todos los sectores de la sociedad, con una duración de un año, así nadie desarrollará  el deseo de perpetuarse en el poder para alimentar su ego.

Queremos y vamos a cambiar, pero necesitamos un presidente que haga una revolución cultural, para formar ciudadanía responsable; de esto depende que la nación sea transformada. Ese presidente debe hacer tres cosas: Garantizar ejemplo en los líderes y funcionarios, estímular a los que siguen el buen ejemplo, y escarmiento irrestricto a los que violan la ley. ¡CERO TOLERANCIA! Debe implementar un código de ética y moral como eje transversal en todos las instituciones del Estado y que este sea lo más rígido posible. Junto a esto, incluir nuevamente las clases de Moral y Cívica. Incluir en todos los pensum de las escuelas, universidades, academias militares y policiales, la materia de “Sembrar valores”. Y mantener una campaña de concientización ciudadana y de valores, por todos los medios de comunicación y las redes, de forma permanente y durante todo el año. Esto mismo hizo Singapur, entendieron que la mayor riqueza de un pueblo no son los recursos naturales, la mayor riqueza en un país es la integridad en cada ciudadano.

¿Realmente queremos cambiar? Entonces, ese líder y gerente del país debe entender que ninguna nación se desarrolla en base a remesas. En cuanto al turismo, la República Dominicana no debe depositar toda su esperanza de crecimiento económico en el turismo, porque el turismos  depende de las políticas internacionales y puede ser muy frágil; la cabeza y el responsable del país, el presidente, debe retomar la industria azucarera como un ejemplo y modelo de integridad y desarrollo económico. No hay empresa en el caribe que pueda relanzar la economía como la industrialización de la caña. No hay que ser experto en economía, solo seguir los estudios, la realidad que en 13 provincias podemos producir la caña, y precisamente en esas 13 provincias se concentran más del 35 por ciento de la población dominicana; si ese líder, gerente y presidente logra activar las empresas de caña, tomando en cuenta los subproductos que se obtienen de la caña, se podrán crear en esas 13 provincias más de 100 mil empleos productivos y unos 400 mil empleos indirectos. Esto no debería ser algo mágico, lo que hace falta es un loco que esté comprometido con la seguridad, el desarrollo y la dignidad de cada dominicano.

¿Realmente queremos  cambiar?Porque para un país como el nuestro ser transformado, entendiendo que somos  de los más corruptos, se necesita una acción que doblegue la cultura de corrupción. Queremos un servidor público, el presidente, que no vea la clase alta como enemigos, pero al mismo tiempo que identifique que dentro de esa clase alta existe un sector omnívoro, nos referimos a la  burguesía rancia y trepadora, esa burguesía fue la que sacó a Juan Pablo Duarte del país. Ese líder y presidente debe entender que ese sector no tiene partidos, porque ponen sus huevos donde más les convenga. Otro grupo, no menos dañino, se encuentran en el fondo, y ellos son la mayoría, aquellos que piensan con el estómago,  los viscerales, los mendigos, venden su voto para seguir atrapados en la pobreza, ellos también son parte de la corrupción. Este líder debe identificar esos sectores que coexisten entre ellos. El tercer sector  son los intelectuales, los técnicos, los que generan ideas, una gran parte de ellos con su ego de intelectualidad, este sector tiende a no cooperar, cada uno se cree el centro del Estado; venden sus ideas e ideales. Un buen líder y gerente opera no a partir de los intereses de esos sectores, se aferra a la ley y camina con libertad.

La tarea es grande, la corrupción es real y peligrosa, pero más peligroso es dejarles a nuestros hijos y nietos un país ingobernable, un Estado fallido y pasar a la historia como hombres y mujeres incompetentes. ¿Queremos cambiar? ¡Hagámoslo!

Más leídas