Queremos tanto a Sobeida

Queremos tanto a Sobeida

Todos queremos a Sobeida. Por eso los noticieros de la televisión, los medios escritos, la radio de talk shows simplona y superficial, prescinden del apellido. Féliz Morel son muchas, puede ser cualquiera. Por eso Sobeida Féliz Morel, así de nombre completo, nos distancia del mito, de la proeza que ha hecho la heroína. Sobeida es una sola. El nombre Sobeida, a secas, sencillamente nos acerca al mito, a eso que ella ha hecho y que en secreto, decimos es fenomenal; enriquecerse, ser glamorosa. Sobeida nos permite contagiarnos de lo que ella ha hecho, y no ha sido poco; de lo que logrado a fuerza de astucia, que es mucho si se le ve de cerca.

Sobeida, Sobeida, sin apellidos. Sobeida, Sobeida, así entra a nuestro cerebro. Es como decir Cleopatra, Dulcinea, María Antonieta, Hércules, Sansón. Porque de los mitos no necesitamos mucho para entender, ni apellidos para reconocerlos y memorizarlos. Sus proezas, sus hazañas lo explican todo, lo sintetizan de inmediato. Entonces digamos, Sobeida, Cleopatra, Dulcinea; ella ha entrado a ese círculo.

El mito está por encima de todo. Y Sobeida lo es. Sobeida transgredió exitosamente todos los estamentos de lo normal para instaurarse como mito, incluyendo el corpóreo y el social.  Transgredió el estamento de lo ordinario y lo feo. No es mulata ni negra. Su   epidermis la emparienta  con el ideal nórdico de belleza. Es una mujer hermosa, cuyos ojos y pelo hacen encandilar a cualquier hombre de estos territorios.  Transgredió el estamento de la sexualidad: se dice que bailó desnuda en Suiza.

Sobeida transgredió el estamento de la ley, y eso suscita una admiración secreta. Pudo hacer millones de dólares en una sociedad donde el ser  corrupto no es pecado ni asombra ya, sino el ser pobre y persistir en ese atorrante intento.

Con Sobeida la sociedad dominicana hizo metástasis. Nos develó cuán hundidos, enlodados y envilecidos estamos. Ella, Sobeida, gracias a ella, su escándalo, su escapada houdinesca  ha hecho que a la vieja meretriz que es la sociedad dominicana, se le vea su refajo, sucio, manchado. Y para colmo, para cerrar con broche de oro, Sobedia ha desaparecido.  Sobeida, como todo mito, no merece mejor suerte que esa de esfumarse.

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