Quería ser papá y cumplió su sueño a los 45 años

Quería ser papá y cumplió su sueño a los 45 años

Juan y su hijo Salvador, sonrientes, después de una tarde comiendo helado (Foto: Gentileza)

Juan José es arquitecto y es padre de Salvador, de 3 años. Creció en una familia numerosa con cuatro hermanos, e internamente siempre supo que algún día iba a ser papá, solo que la vida iba pasando y no sentía que fuese el momento.

A los 45, una tarde mientras estaba jugando con sus sobrinos volvió ese pensamiento a su mente. No estaba en pareja desde hace un tiempo, y se dijo a sí mismo: “Sino lo hago ahora, no lo hago nunca”.

Se asesoró sobre la técnica de subrogación de vientre, y eligió ese camino. En diálogo con Infobae cuenta su historia, los prejuicios que surgen en diferentes ámbitos sociales cuando dice que es “padre soltero”, y el día a día desde que su hijo llegó al mundo.

Por tercera vez en su vida, está celebrando el Día del Padre junto a Salvi, y no puede creer cuánto creció. “Ya habla muy bien, súper fluido, usa verbos, y es re charleta”, dice entre el orgullo y la ternura. En 2017 empezó a averiguar sobre el marco legal de las técnicas de reproducción asistida en la Argentina -regidas bajo la Ley 26.862 promulgada en 2013-, y se encontró con que había mucha confusión al respecto, particularmente en la legislación existente. En 2015, luego de la reforma del Código Civil y Comercial, la gestación subrogada fue aceptada en el país como una de las técnicas de reproducción humana asistida (TRHA), y se la incorporó como una opción válida para dar origen a un vínculo filiatorio.

“Cuando yo tomé la decisión todavía había bastante desconocimiento, tampoco se hablaba mucho del tema, y mientras hacía todas las averiguaciones acá también consulté en el exterior”, revela. Lo cierto es que si bien la subrogación es legal en nuestro país, al día de la fecha no existe una ley específica que regule lo que también se conoce bajo el concepto de gestación solidaria, y es por eso que surgen interrogantes al respecto. En este sentido, en todos los casos el asesoramiento de un profesional forma parte esencial del proceso para despejar dudas.

“Todo arranca con la voluntad de ser padre, encararlo, y avanzarlo. En lo personal me pasa que muchos se asombran de que yo me haya mandado solo, sin pareja masculina ni femenina cuando tenía 45 años”, confiesa. Tanto él como quienes lo conocen imaginaron que iba a tener una “familia enorme”, por su vocación paternal, y es un deseo que considera genuino. “Cuando algo es así, tan fuerte, no cambia, pero también yo tenía mis propios miedos”, reconoce. Al dedicarse al rubro de la construcción, brinda una metáfora sobre la toma de decisiones: “Así como saber qué techo usar, cómo vas a orientar la casa, cada detalle te lleva a un buen proyecto, pasa lo mismo en cualquier otra área de la vida; lo que importa es qué querés hacer, qué te motiva, y cómo ir por eso”.

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Padre e hijo en una experiencia acuática que dejó fascinado a Salvador

Después de evaluar opciones, optó por una clínica de fertilización de Estados Unidos. “Tenía un ahorros y mi familia me ayudó también para afrontar los costos, porque en ese momento no sentía seguridad de que acá iba a poder hacerlo sin inconvenientes”, expresa. Y enseguida agrega: “A raíz de los casos que fui conociendo mucho después, supe que en Argentina se puede hacer, y de hecho es mucho menos costoso”. Tal como han explicado distintos abogados expertos en la materia, aunque la práctica no está legislada expresamente, tampoco está prohibida.

“Supe que la forma en que se entiende en nuestro país es más como un préstamo del vientre, de alguien que de manera voluntaria y solidaria le hace a alguien que no puede de otra manera ser padre o madre, ya sea por una cuestión de salud, de una imposibilidad en el útero o un hombre que acude a un vientre externo, pero no es correcto decir ‘alquiler’ porque no se prevé un interés económico de por medio”, expone Juan, haciendo referencia al punto clave del marco legal actual, donde el fin altruista es una condición de gran importancia, además del hecho de que todas las partes estén en capacidad plena de dejar asentado un consentimiento libre e informado.

Como cinco años atrás no contaba con toda esa información, viajó a Nueva York, donde comenzó el camino para ser papá. Allí supo que la regulación varía en cada estado norteamericano, y que la gestante debía ser de alguno de los estados donde la subrogación esté contemplada. “Tuve mucha suerte porque fui con la muestra de esperma a una clínica en marzo del 2018, en mayo apareció la persona que iba a subrogar el vientre, y al año y medio nació Salvi”, relata. Antes de realizar la transferencia del embrión -formado con material genético de Juan y el óvulo de una donante anónima- le brindaron la información de quién iba a llevar adelante el embarazo.

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Tres generaciones: abuelo, padre y nieto.

“Lo gestó una mujer de 47 años, que ya había tenido un embarazo propio, y dos más de mellizos por subrogación, así que Salvi fue su último embarazo”, devela. Asistió a varios controles durante la gestación, y cuando faltaba un mes para la posible fecha de parto volvió a viajar para no perderse del glorioso día. “No hubo ni un solo problema, y eso que había cierto riesgo de preeclampsia, pero salió todo bien y llegó el mismo día que estaba programada la cesárea, a las 39 semanas”, manifiesta.

Lo tuvo en brazos y todo encontró un sentido. “En definitiva, una vez que tenés un hijo, es tuyo sin importar nada, lo sentís así y cuando nace es el summum de todo eso que pasaste desde el instante en que lo soñaste”, sentencia. Después de ausentarse durante cuatro semanas en su estudio de arquitectura, regresó a Buenos Aires junto al nuevo integrante de la casa.

“Con el pasaporte americano y la partida de nacimiento, que de por sí ya dice que solo tiene un padre, que soy yo, ingresamos a la Argentina y acá inicié el trámite del DNI”, detalla sobre los documentos que presentó. Desde ese momento, reorganizó su rutina y contó con la ayuda de su familia y amigos. “Un hijo es 24/7, y yo que soy yo solo me doy cuenta de lo que implica, porque no hay una copaternidad, no hay ni una mujer ni un hombre a la par mía, entonces soy yo para todo”, asegura. Los abuelos de Salvador se mudaron cerca y también forman parte activa de la vida del más mimado del hogar. “Es increíble el vínculo que tienen, y como mis sobrinos ya son todos grandes, este nieto que llegó fue una sorpresa para ellos”, comenta.

Se acuerda que su propio padre no lo podía creer cuando le dijo la noticia. “Yo era como de vanguardia, no sé, él me veía así, porque le sorprendió mucho que justo cuando estaba sin pareja empezara la búsqueda”, confiesa. Más adelante, cuando su hijo empezó a ir a la salita del jardín aparecieron miradas curiosas y algunas preguntas. “Cuando iba a buscarlo, los padres pensaban que yo era viudo. Se imaginan millones de historias, porque hay mucho prejuicio mental, entonces cuando te ven solo y con un hijo, dicen: ‘Pobre, enviudó’”, indica.

Recalca que “preguntar es una opción”, pero queda atónito por la cantidad de presunciones que hacen las personas antes de saber su verdadera situación. Tan solo por la necesidad de que “encaje en un casillero social”, cual formulario donde hay que tildar el estado civil. “Si no estás dentro de lo preestablecido surge el prejuicio y el morbo. A los que me preguntan les digo que soy padre soltero, y muchos me dicen: ‘¿Cómo? ¿No hay una madre?’, y les digo que no, que lo tuve por vientre subrogado”, relata, y cuenta que después de ese diálogo, la mayoría de las veces suelen detenerse las preguntas.

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Salvador en monopatín, a pura jornada de juegos (Foto: Gentileza)

“Indirectamente hay quienes te miran como si fuese una deficiencia, por el hecho de que no hayas podido ser papá de la manera más tradicional. Pero, ¿qué es lo deficiente y lo eficiente? ¿Quién son para definir eso? ¿Qué es lo que está mal de querer ser papá?”, reflexiona. Y sostiene: “Pasa también cuando lo asocian a la homosexualidad, porque la reproducción asistida también es una opción para familias homoparentales, así que es una necesidad como seres humanos empezar a naturalizar los deseos de la gente, porque al final es eso mismo, como el deseo es el deseo ser padre”.

“Las decisiones son personales”, reitera. Sus tardes con Salvador implican mucha actividad lúdica, porque como suele pasar en la primera infancia, tiene una energía que parece renovarse por minuto. Después de trabajar llega el momento del reencuentro y la planificación de momentos juntos. “Después de la pandemia conté con la ayuda de una chica que lo cuida mientras yo voy al estudio, y por suerte se llevan bárbaro, así que ya estamos súper organizados”, cuenta.

Hace poco empezó a preguntar si él tiene mamá. Y yo pensé una forma de explicárselo, adecuada para los 3 años que tiene, y le dije: ‘Vos no tenés mamá, tenés papá. Hay chicos que tienen dos papás, otros dos mamás, otros papá y mamá, otros que tienen una sola mamá, y otros con un solo papá. A vos te tocó el grupo de un papá’”, resume. Esa respuesta fue más que suficiente para el pequeño, que lo aceptó con total naturalidad. Juan proyecta que irá un paso a la vez en el suministro de información necesaria, guiado por las propias consultas que vayan surgiendo de su hijo.

Hace poco volvió a averiguar sobre la posibilidad de ser padre en la Argentina, cuando quiso importar los embriones que están resguardados en Estados Unidos.

“Con la muestra se generaron cinco en total, todos varones, uno de ellos fue Salvi, y como pensé en darle un hermano me contacté con otros argentinos que supe que subrogaron acá”, revela.

Así entabló una gran amistad con Gastón Pérsico -reconocido por haber sido el primer trabajador al que le dieron una licencia inédita de 100 días por paternidad , quien junto a su pareja Nicolás Molina son papás de Bautista, que todavía no cumplió el primer año.

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