Querida hija*:

Querida hija*:

Si estás leyendo esto es porque ya te traje al mundo. Porque ya decidí que existieras. Porque ya te enseñé a leer y a razonar.

Me encantaría poder decirte quién serás y para qué has nacido en este planeta y no en otro o por qué naciste mujer y no varón, pero no tengo esas respuestas. Quizás nunca las tenga. Quizás esas respuestas no existan. Vivir es llenar el vacío que nos producen esas inquietudes existenciales con vivencias importantes y personas queridas, con estudio y trabajo…

El sábado pasado fue 8 de marzo y se cumplió otro aniversario del “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”. El mismo, declarado como tal en 1977 por la Organización de las Naciones Unidas en conmemoración a las víctimas de la masacre obrera de la fábrica de camisas neoyorquina Triangle Shirtwaist, el 25 de marzo de 1911.

Ese día -que también fue sábado-, 146 obreras de entre 48 y 14 años, protagonizaron un paro de funciones para exigir mejores condiciones laborales, como por ejemplo, permiso para comer. Como los dueños de la fábrica acostumbraban a asegurar las puertas desde afuera, al producirse el incendio –accidental o provocado por ellos mismos- no pudieron salir y murieron calcinadas. Esta catástrofe alimentó no solo la lucha de los movimientos obreros en el mundo, sino la de los feministas. Que no te engañen Elena mía, el feminismo no busca establecer una supremacía femenina sobre la tierra sino igualdad de oportunidades y derechos para las mujeres.

Hacer entender que nosotras no somos esclavas de los hombres sino merecedoras de sus mismas libertades y privilegios, dentro del hogar, de la familia, de la comunidad y del mundo. No es egoísmo ni envidia, es sed de vivir con justicia.

Mi papá me dijo un día que lo único que yo no podía hacer que los hombres sí hacían era orinar de pie. Hoy te lo digo yo a ti porque es muy cierto. Ellos, lo único que no pueden hacer como nosotras es parir y amamantar, pero tanto orinar de pie como tener hijos son opciones, no obligaciones. Somos hacedores de nuestro propio destino y tanto las mujeres como los hombres podemos tomar las decisiones que consideremos necesarias para lograr nuestra felicidad.

Me encantaría poder asegurarte lo que debes hacer para ser feliz y compartir tu felicidad con la gente que amas pero eso sólo tú lo sabrás. Tampoco sé lo que será de este mundo en 20 años. Y como madre, sólo puedo pasarte a ti el consejo que me dio tu abuelita Irma: “nada es porque-sí ni porque-no, todo tiene una razón”.

No te dejes someter por gente estrecha de cerebro con amigos imaginarios. No te dejes contagiar de miedos absurdos. Vivir es un regalo de libertad y no debe ser nunca un castigo para nadie. Las mujeres no somos frágiles costillas ni histéricas ciudadanas de segunda categoría, somos seres humanos inteligentes y capaces de luchar por lo que consideramos justo y bueno.

Dicho esto, confío en que viviré para verte sonreír y decidir libremente tu propósito en la vida.

Con amor, Mamá.

(*) Como todavía no tengo hijos, presto este texto a toda madre que lo considere útil.

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