Dos visiones de Barrio Seguro.- En una conferencia pronunciada días antes de su participación en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, el presidente Leonel Fernández se deshizo en elogios al Plan de Seguridad Democrática y su programa Barrio Seguro, al que atribuyó el cuasi milagro de haberle devuelto la tranquilidad y el sosiego a los barrios donde se ha aplicado, contribuyendo, de paso, a la reducción de los índices de criminalidad en el país. Lamentablemente no todo el mundo piensa lo mismo que el mandatario, pues el sacerdote Javier Vidal, párroco de la iglesia Domingo Savio de Guachupita, tiene una visión muy diferente y mucho menos idílica, tal vez porque está metido de lleno en la candelá, sufriendo en carne propia las vicisitudes de su grey. ¿Y qué es lo que ocurre? Que el contubernio entre policías y delincuentes, al decir del sacerdote, ha convertido en un rotundo fracaso ese noble esfuerzo, y lo mismo piensan los centenares de residentes de Los Guandules, La Ciénaga y Guachupita que el pasado jueves participaron en una concurrida marcha en la que se quejaron del incremento de la violencia, la delincuencia y el microtráfico. Hace tiempo que se vienen escuchando las quejas de dirigentes comunitarios sobre las deficiencias de Barrio Seguro, del descuido en que ha caído, y ni hablar de los programas sociales de estímulo al empleo y la educación, de las inversiones destinadas a mejorar la calidad de vida de esos barrios y su gente que debieron acompañar su aplicación; todo quedó en los planes, las promesas o las buenas intenciones del secretario de Interior y Policía, el doctor Franklyn Almeyda Rancier. Por supuesto, resulta evidente que nada de eso ha llegado a los oídos del presidente Fernández.