Qué se dice

Qué se dice

Mendigos C. por A. Parece que por fin se decidieron nuestras autoridades, léase la Policía Nacional y la Dirección General de Migración, a perseguir a quienes dirigen el infame negocio de la mendicidad en nuestras calles y avenidas, utilizando haitianos, dominicanos y, sobre todo, niños, algunos de ellos con apenas meses de nacidos.

Luis Figuereo Agramonte, director del Departamento de Control Migratorio y Trata de Personas de la Policía Nacional, dice que se persigue bien de cerca a los cabecillas de esas bandas con el decidido propósito de sacar a esos niños de nuestras  calles. Ojalá sea verdad tanta belleza, y podamos ver nuestras principales calles y avenidas liberadas del bochornoso espectáculo de ver a un niño o una niña pidiendo limosnas a automovilistas y transeúntes, detrás del cual están dos o tres sinverguenzas a los que nadie, hasta ahora,   ha podido –o no ha querido– poner en su sitio, es decir tras las rejas.

Solidaridad extrema.- Hicieron bien las autoridades en buscarle una salida rápida a la ocupación, por parte de centenares de ilegales haitianos, de la parroquia nuestra señora del Rosario de Dajabón, con la intención de forzar al gobierno a que  les permita quedarse trabajando en el país y bajo la protección y el estímulo del sacerdote Regino Martínez, y las razones son  obvias: constituye el escenario ideal para el montaje de una campaña mediática, de alcance internacional, destacando –gráficas incluídas– las “vejaciones” a los que sometemos a nuestros vecinos.

Ha llamado la atención, en este episodio con final feliz, el protagonismo del padre Regino, prohijador de la Asociación de Obreros Emigrantes de la Línea Noroeste (Asomilin), quien  ha  llevado su  solidaridad hacia los haitianos a extremos que  no solo violentan nuestras leyes sino que conspiran también contra los intereses del país –este–al que se supone  pertenece el sacerdote jesuita.

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