Hablando de pelota.- El beisbol dominicano pasa por un mal momento, y no solo porque el equipo que nos representará en el Clásico Mundial no es ni sombra de lo que pudo haber sido a causa de las presiones, abiertas o solapadas, de las Grandes Ligas.
Primero fue Miguel Tejada, conocido por su entrega, amor al juego y, por supuesto, por sus extraordinarias habilidades como jugador y como atleta, y hoy su carrera está al borde del abismo luego de mentirle al congreso norteamericano en la investigación sobre el uso de esteroides en el beisbol y declararse culpable por ese delito ante un juez federal en Washington.
Luego vino la mala noticia de que Alex Rodríguez, el mejor pelotero del mundo, también consumió esteroides, un escándalo de gran resonancia que ocupó la atención hasta del recién electo presidente Obama y que no solo amenaza la credibilidad de sus notables estadísticas sino que compromete también su ingreso al Salón de la Fama.
Como si todo eso fuera poco, ahora resulta que el lanzador José Rijo, director de operaciones en República Dominicana de los Nacionales de Washington, está también en serios problemas, pues acaba de ser despedido por ese equipo y es objeto de una investigación por manejos fraudulentos en la firma de peloteros junto al gerente general de esa organización Jim Bowden.
Y para cuadrar, David Ortiz, el Big Papy, el de la sonrisa enorme y el corazón gigante, está en el vórtice de otro lío en gringolandia, pues uno de sus canchanchanes está bajo investigación de las autoridades de migración, que lo acusan de falsificación de identidad. ¿Mala racha, una conspiración para dañar nuestra pelota o culpa de las malas cabezas y peores compañías de nuestros big-leaguers? Al mirar hacia atrás, hacia Felipe Alou, Tony Peña, Chilote Llenas o Ricardo Carty, para citar unos cuantos de una larga lista, es que se da uno cuenta —obviando la necia discusión sobre cuál generación ha sido mejor— de lo mucho que ha cambiado el mundo y el beisbol.