Qué se dice

Qué se dice

De políticos y democracia ¿De qué vive un político?  Parece una pregunta retórica pero no lo es, y no puede serlo porque, ciertamente, a la mayoría de nuestros políticos no se les conoce una actividad productiva que les permita vivir con los estándares de calidad y lujo en que la mayoría de ellos vive. El otro día el candidato presidencial perredeísta, Hipólito Mejía,  preguntó de qué vivía Danilo Medina, el candidato del PLD, y la pregunta se quedó en el aire a pesar de que a muchos ciudadanos nos hubiera gustado saberlo, como nos hubiera gustado saber también cómo se la gana  el propio Hipólito, los demás candidatos presidenciales y todo el que aspire a gobernar a este pobre y jodido país. Y no por morbosa curiosidad, o por andar metiendo las narices en fortunas o patrimonios ajenos, sino simplemente porque nos asiste el derecho a conocer el pedigrí de quienes aspiran a manejar los recursos que son de todos.  ¿No se supone que eso es lo que pretende la relajada e inoperante declaración jurada de bienes? Desde luego, el hecho de que nuestros políticos hayan convertido ese tema en un tabú del que no conviene hablar, o de que por inercia hayamos terminado haciéndoles el juego, no impide que cada quien saque sus propias conclusiones, que no pueden ser otras que las que todos sobradamente conocemos: viven de nosotros, de los  impuestos que nos sacan de los bolsillos, y las grandes fortunas que acumulan, que los más descarados exhiben sin ningún rubor, son producto de su paso por la administración pública, del saqueo impune del erario. Tal vez este no será nunca, tal y como están las cosas, un tema de campaña, pero solo porque los ciudadanos le hemos permitido a nuestra clase política que sea prácticamente la única y principal beneficiaria, junto a sus socios de ocasión,  de las bondades de la democracia que nos gastamos, sobre todo del mentado crecimiento económico del que tanto se ufanan quienes nos gobiernan. ¿Hasta cuándo se lo vamos a permitir?

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