En estos días los espacios de opinión han vuelto a ocuparse del compromiso que tiene la juventud dominicana de impulsar los cambios que nos colocarían en la senda del verdadero desarrollo.
No es un secreto que los jóvenes han perdido fe y confianza en la política y los políticos tradicionales, hastiados de las tantas malas artes a que nos tienen acostumbrados.
Los resultados de las encuestas de las más prestigiosas firmas nos han aportado los números: más del 55 por ciento de los muchachos que egresan de las universidades tienen la clara intención de abandonar el país.
Los funcionarios y las instituciones deben asumir el compromiso de revertir ese sombrío panorama, el desaliento que abate a nuestros jóvenes.
El país está urgido de gente comprometida con el progreso, que aporte sus conocimientos a la patria, desprovista de ambiciones desmedidas.
Hemos perdido mucho talento, como resultado de los actos de corrupción y la impunidad, que han mermado nuestra capacidad y oportunidad de crecer.
Las nuevas generaciones tienen que asumir el compromiso de echar hacia adelante la patria que los vio nacer, venciendo los escollos que pudieran atarnos.
El hastío ha llevado a los jóvenes a desconfiar de las promesas que nunca se cumplen.
La falta de empleos de calidad, la violencia callejera, la inseguridad y el alto costo de sobrevivir aquí, han servido de caldo de cultivo para que los jóvenes se nutran de desesperanza.
Pero de nada vale que nos sumerjamos en querellas y quejas que en nada contribuyen a cambiar la situación.