¿Quién detiene la especulación?

¿Quién detiene la especulación?

Las alzas desproporcionadas de precios de artículos de alto consumo están achicando aún más la endeble capacidad adquisitiva de la gente.

Sectores de la industria y el comercio han aumentado huevos, azúcar, arroz, sardinas enlatadas, detergentes, envases desechables y otros artículos, alegando alzas en sus costos por incrementos  en el transporte de carga y los combustibles.

El ministerio de Agricultura afirma que no hay causas financieras o de otro tipo que justifiquen  subir los precios del arroz. Algo parecido ha dicho INAZUCAR en cuanto al azúcar.

Pro Consumidor ha recomendado a la población no pagar sobreprecio en el caso de algunos artículos aumentados de manera abusiva, pero tal recomendación no remedia la situación.

Mientras el mercado de determinados artículos mantenga su carácter monopólico, será difícil  controlar la especulación. Hay  renglones en los que no se permite la competencia comercial y eso propicia manipulaciones de inventarios y  precios al consumidor.

Por cierto,  la ola de alzas coincide con el debate sobre la necesidad de un aumento general de salarios que, naturalmente, mejoraría la capacidad de compra de la gente. Es obvio que, más que recomendaciones, se necesitan medidas específicas para contener la ola especulativa que está inflando los precios.

Delincuencia sanguinaria

En Cienfuegos, Santiago, cuatro individuos mataron a tiros a un comerciante por haberse negado a suministrarles cigarrillos. En el capitalino barrio La Zurza, esta madrugada, pasada la hora hasta la cual se permite el expendio de bebidas alcohólicas, tres murieron y seis resultaron heridos cuando hombres armados dispararon contra una multitud en un centro de diversión. En Villa Mella, un teniente de la Policía que intervino para evitar el robo de un auto fue muerto de un tiro por uno de los delincuentes. Se mata sin rubor.

El recuento, que es una muestra muy limitada de todo lo que en esa materia ha estado ocurriendo en el país, permite captar el carácter sanguinario de la delincuencia en nuestra sociedad. No parece haber una familia que no haya resultado afectada de alguna manera, directa o indirectamente, por la embestida de la criminalidad. Tampoco parece haber lugar seguro.

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