“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida”.
Estas palabras de Jesús, contenidas en el Evangelio de Juan (8, 12), jugaron un papel crucial cuando las autoridades del Imperio romano y los primeros jerarcas de la Iglesia buscaron esclarecer uno de los enigmas de la Biblia: ¿Cuándo nació el fundador del cristianismo?
Pese a que los evangelistas no mencionan la fecha del nacimiento de aquel al que hoy casi 2.300 millones de creyentes consideran como el hijo de Dios, el pasaje anterior dio sustento teológico a la decisión por la cual desde hace casi 17 siglos cada 25 de diciembre se celebra la Navidad.
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La fecha no fue escogida al alzar, sino con toda intención para que coincidiera con uno de los grandes momentos del calendario romano: la fiesta del Sol Invicto.
Un culto venido de Oriente
La fiesta de Sol Invicto, cuyo nombre oficial era Nativitas Solis Invicti o “nacimiento del Sol invicto”, era una celebración dedicada a una deidad solar que se celebraba el 25 de diciembre.
¿Pero quién era este dios? “No lo sabemos muy bien. No era uno muy predominante dentro del catálogo de divinidades romanas”, explicó a BBC Mundo el historiador y biblista español Javier Alonso.
Por su parte, el profesor de Historia Antigua de la Universidad de León, España, Santiago Castellanos, agregó que esta deidad “no era una de las más presentes en la praxis política romana, al menos no estaba al nivel de Júpiter y Marte, quienes tuvieron mayor implantación en cuanto a templos y estatuas”.
Como ocurrió con el cristianismo, el culto de este dios llegó a Roma desde del Oriente, en particular de lo que hoy es Siria; y lo hizo de la mano del emperador Marco Auelio Antonino Augusto, mejor conocido hoy como Heliogábalo.
El soberano, quien apenas reinó cuatro años (218-222 d.C.), desplazó a Júpiter de la cabeza del panteón romano; y, en su lugar, colocó a El-Gabal, una divinidad solar que él era adoraba y de la que era sumo sacerdote en su natal Emesa (la actual ciudad siria de Homs).
Para facilitar el cambio religioso, el dios fue rebautizado con el nombre latín de Deus Sol Invictus (Dios Sol Invicto).
“Sol asumió todo el culto solar que en el mundo griego se había asociado a la figura de Helios y también su iconografía”, agregó Castellanos.
Impulsado desde el poder
Invicto no fue la primera deidad solar que los romanos adoraron. Antes estuvo Sol Indiges, quien fue introducido por el rey Tacio, en los orígenes de lo que luego sería uno de los imperios más grandes que ha visto la humanidad.
No obstante, el culto a Invicto fue el que se arraigó, pero no sólo gracias a Heliogábalo, sino a quienes lo sucedieron.
“Gracias a Aureliano, Sol Invicto comenzó a jugar en la Champions League”, afirmó Castellanos. Esto, porque el emperador impuso el monoteísmo en torno a la divinidad solar, pues su idea era “un dios, un imperio”.
Sin embargo, fue Constantino quien tomó una decisión que ha llegado hasta nuestros días. En el año 312 d.C.; es decir casi una década después de su conversión al cristianismo, el monarca decretó el dies Solis (día del Sol), ubicado en el séptimo día de la semana, o lo que hoy conocemos como el domingo.
El emperador ordenó que este día fuera de descanso para “los magistrados y los habitantes de las ciudades, en el que se cierren todos los talleres».
Y aunque Castellanos admitió que el respaldo imperial fue fundamental para la consolidación de este culto, apuntó que esta creencia ya había comenzado a hacerse popular a lo largo del imperio.
“Los cultos mistéricos tenían un enorme éxito porque prometían una salvación personal. No eran cultos de la polis ni de la ciudad, sino personales”, explicó.
¿Cómo era la fiesta?
La fiesta del Sol Invicto formaba parte del ajetreado calendario festivo romano de fin de año, el cual incluía las brumales y las saturnales.
Las primeras, que comenzaban a celebrarse desde noviembre, eran las fiestas del solsticio de invierno y fueron instituidas por Rómulo en honor a Baco. Las segundas, entretanto, estaban dedicadas a Saturno, dios de la agricultura; y se prolongaban por siete días, a partir del 17 de diciembre. Estas últimas eran muy populares entre los romanos.
“Durante estos días había una cierta y relativa inversión del orden establecido, por ejemplo, los esclavos tenían más protagonismo del que tenían normalmente”, explicó Castellanos.
“Se organizaban copiosos banquetes. Había intercambio de regalos y se decoraban las casas con guirnaldas y velas. Estas Saturnalia que ocurrían en diciembre tienen unos fundamentos litúrgicos y de celebración que el cristianismo va a incorporar a su propia liturgia”, agregó.
Durante los festejos, los excesos a la hora de ingerir alcohol y mantener relaciones sexuales eran frecuentes, de acuerdo con relatos de la época, por lo que da la impresión de que los mismos eran una mezcla entre lo que hoy conocemos como la Navidad y los carnavales.
Por su parte, Alonso explicó que los romanos decidieron fijar la fiesta de Sol Invicto casi inmediatamente después de las saturnales por una razón astronómica: el solsticio de invierno.
“El solsticio de invierno es el día del año en que hay menos luz solar. Sin embargo, a partir de allí los días comienzan a hacerse más largos y en el mundo antiguo se percibía que ese era el momento en el que el Sol se regeneraba y renacía”, afirmó.
¿Y por qué esta festividad?
Una vez que el emperador Teodosio declara que el cristianismo es la religión oficial del Imperio (392 d.C.) surge en las autoridades civiles y eclesiásticas la urgencia de aclarar algunas dudas no resueltas en los evangelios, para así facilitar que los romanos abracen la nueva fe. Y entre ellas está cuándo nació su nuevo dios.
Los natalicios eran un asunto vetado para los judíos y los primeros cristianos.
«La ley no nos permite celebrar fiestas en el nacimiento de nuestros hijos, y por lo tanto darnos ocasión de beber en exceso», explica en uno de sus escritos el historiador judeorromano del siglo I, Flavio Josefo.
En cambio, para los romanos los cumpleaños en algunos casos eran un deber. Así, por ejemplo, desde el año 45 a.C. debían realizar sacrificios públicos en honor al natalicio de Julio César.
“Cuando el cristianismo comienza a ser una religión poderosa, ligada a los emperadores, se comienza a tener esa necesidad de fijar con certeza, otra cosa es que sea verdad o mentira, el nacimiento de su fundador. Necesitan por razones litúrgicas anclar esa fecha en el calendario”, explicó Castellanos, quien además de experto en el Imperio romano es novelista histórico y acaba de publicar “Rey de los Godos”.
Por su parte, Alonso indicó que la fiesta del Sol Invicto resultaba idónea para fijar allí el nacimiento de Jesús, por su significado para los romanos.
“El papa Julio I decide que el nacimiento de Jesús sea el día de la fiesta del Sol, durante el solsticio de invierno, por la creencia de que el sol derrotaba a las tinieblas«, explicó.
«Las celebraciones en las sociedades antiguas estaban atadas al calendario agrario y todo giraba alrededor del momento de la siembra y de la cosecha. En la antigüedad las fiestas se hacían en tiempo de cosechas o de vendimias y con el paso del tiempo le fuimos adhiriendo santos y santas, pero originalmente todo estaba relacionado con la agricultura”, agregó.
Buscando sustento religioso
La operación fue respaldada por algunos pasajes de los evangelios tales como ese que dice el Mesías vendrá “de lo alto para visitarnos cual sol naciente, iluminando a los que viven en tinieblas” (Lucas 1, 78) o aquel que indica el paso de Jesús por la tierra implicó que “la gente que vivía en la oscuridad ha visto una luz muy grande; una luz ha brillado para los que viven en lugares de sombras de muerte” (Mateo 4, 16).
Y, por supuesto por el está el relato de Juan, que en el Jesús se presenta como “la luz del mundo”.
Pero la decisión del pontífice, la cual casi un siglo después fue refrendada por el emperador Justiniano, no sólo fijó en el calendario la Navidad, sino que ayudó a hacer lo mismo con otras celebraciones.
“Como consecuencia de este hecho, en fin, se habrían fijado otras importantes fiestas del calendario litúrgico: la Anunciación (9 meses antes), la Natividad de San Juan Bautista (seis meses antes), la Circuncisión de Jesús (ocho días después) y la Presentación en el Templo (40 días después)”, agregó el catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad San Dámaso (España), Luis Sánchez Navarro.
Para los expertos esta operación no debería sorprender, porque ya había ocurrido antes.
“Cuando los romanos conquistaban otras regiones del mundo ellos asumían cultos y tradiciones de esas regiones, pero por supuesto las reinterpretaban, cambiaban o moldeaban”, afirmó Castellanos.
Alonso, entretanto, apuntó: “Cuando una cultura se imponía a otra se apropiaba de sus ritos y lugares sagrados. Por eso cuando se excava bajo una iglesia en algunos sitios de Europa, por ejemplo, encontraremos una mezquita, más bajo un templo romano y más abajo un centro ceremonial de otro pueblo anterior”.
Otra teoría
Pese a que admitió que la explicación de que la Navidad fue colocada sobre la fiesta pagana del Sol Invicto tiene asidero histórico, Sánchez Navarro también aseveró que hay algunas evidencias que apuntan a que ciertamente el 25 de diciembre ha podido ser la fecha del nacimiento de Jesús.
“Existe una tradición antigua, vinculada con la iglesia de Jerusalén, que sitúa el nacimiento de Jesús en torno al 25 de diciembre. Ya en el año 204 (muchos años antes de que se instaurara la fiesta del Sol Invicto) Hipólito de Roma, en su comentario al libro del profeta Daniel, afirmó con claridad –el primero– que Jesús nació ese día; algunos estudiosos cuestionan el pasaje como una interpolación posterior, pero otros sostienen su autenticidad”, explicó.
Pero Sánchez Navarro no se quedó allí y recordó que el hallazgo en Qumrán, actual Israel, de un calendario de la secta esenia reforzaría la teoría de que el 25 de diciembre fue el día en el que nació el Jesús histórico y religioso.
En el calendario detallan los turnos del servicio en el templo judío de los diversos grupos de los hijos de Aarón, incluida la época en la que se cree que nació al que millones veneran como el hijo de Dios.