El diputado izquierdista chileno Gabriel Boric descartaba de plano hace un poco más de un año una candidatura presidencial. Reconocía carecer de “la experiencia necesaria”. Pero este domingo ganó el ballotage presidencial respaldado por toda la izquierda chilena.
“Queremos avanzar hacia un Estado de bienestar. El título que le pongan no me preocupa. Si es socialdemócrata, en buena hora”, afirmó Boric el martes en su último debate frente a su rival derechista, José Antonio Kast, al final de una campaña centrada en polémicas y acusaciones más que en los programas de los candidatos.
Con 35 años, la edad mínima para postular a la presidencia de Chile, Boric dejó atrás los temores expresados en septiembre de 2020 y en mayo pasado se lanzó a recoger firmas para inscribir su candidatura presidencial y competir en las primarias de la coalición “Apruebo dignidad”, que reúne al Frente Amplio y al Partido Comunista.
Sorpresivamente, se impuso al candidato comunista Daniel Jadue, favorito en las encuestas, y en la primera vuelta del pasado 21 de noviembre consiguió el segundo lugar con el 25,8% de los votos.
Sin embargo, su rival Kast, así como la militancia de derecha y parte de los democristianos, ha expresado sin cesar su temor a que Boric imponga la visión del Partido Comunista, uno de los partidos que conforman la coalición de izquierda que respalda a Boric. “No queremos que sea como Cuba o Venezuela”, ha repetido Kast.
Partir desde atrás
Aunque dice que le “queda mucho por aprender”, asegura que quiere nutrirse de la “experiencia” de antiguos mandatarios a los que tanto criticó cuando era dirigente estudiantil y diputado, entre ellos los socialistas Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010; 2014-2018). Ambos le dieron un espaldarazo sin fisuras en las últimas semanas.
Boric no teme cambiar de rumbo. En estos casi siete meses de campaña ha modificado su discurso de chico rebelde que lideró las protestas estudiantiles de 2011 exigiendo “educación pública, gratuita y de calidad”, al de un socialdemócrata.
“Yo diría que su honestidad y transparencia, su apertura al diálogo, son dos de las mayores virtudes de Gabriel, y eso en un próximo presidente para Chile es crucial”, resaltó su hermano Simón Boric, periodista de 33 años en declaraciones a la AFP.
Su transformación política va de la mano de un cambio de apariencia.
Queda poco del joven barbudo y despeinado que lideró la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y que en 2014, cuando tenía 27 años, asumió un primer mandato de diputado. Hoy viste de chaqueta y camisa, con el pelo más corto, la barba ordenada y lentes.
“Lo hicimos cuando luchamos por la educación, y no nos creían. Lo hicimos cuando rompimos el (antiguo sistema electoral) binominal, con la junta de firmas (para presentar su candidatura), con las primarias y no me cabe ninguna duda de que lo vamos a hacer para la segunda vuelta con unidad”, dijo en su discurso tras conocerse los resultados de la primera vuelta.
Garantizar derechos
Boric nació en la austral ciudad de Punta Arenas, 3.000 km al sur de Santiago, en el seno de una familia de clase media de bisabuelos croatas y catalanes. Es el mayor de tres hermanos y emigró a Santiago para estudiar derecho en la Universidad de Chile, pero aún no se ha titulado.
En la campaña del ballotage pidió que “la esperanza le gane al miedo” frente a las críticas recibidas que lo tildan de “extremo” por su alianza con los comunistas.
Lector ávido, dice que le relaja la poesía y la historia.
No tiene hijos. Está en pareja hace casi tres años con la politóloga Irina Karamanos.
Sus detractores le reprochan su falta de experiencia para liderar un gobierno y sus posturas más extremas del pasado, por las cuales ha pedido perdón o ha declarado que fueron un error.
“Nuestra generación irrumpe en política el 2011 despercudiéndose un poco de los miedos que había generado la dictadura y los pactos de la transición”, dijo en una entrevista con AFP antes de la primera vuelta.
Aludió así a la Concertación, coalición de centro-izquierda que desde 1990 gobernó buena parte de los 31 años de democracia, y que hoy yace desintegrada y desprestigiada como reflejo de la gran crisis de confianza institucional, pero que en segunda vuelta se cuadró detrás de su figura.
Si llega a ser presidente quiere “asegurar un estado de bienestar para que todos tengan los mismos derechos, sin importar cuánta plata tienen en la billetera”.
“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba”, expresó en su proclamación como candidato.