¿Quién es Joseph Stiglitz?

¿Quién es Joseph Stiglitz?

A fin de que los lectores dominicanos puedan conocer más a fondo la opinión del reconocido economista Joseph Stiglitz sobre diversos temas económicos, algunos de ellos muy conectados con nuestra realidad, he acordado con el editor económico de Hoy la publicación semanalmente de varios trabajos de su autoría en esta sección. Por ende, de manera natural, el lector desearía una respuesta a la pregunta ¿quién es Joseph Stiglitz?

Muy raras veces la ciencia económica genera un economista capaz de ser brillante como académico, como hacedor de políticas económicas, como comunicador y como propulsor de políticas dirigidas a mejorar el bienestar de los más desfavorecidos. Joseph Stiglitz es, sin lugar a dudas, una de esas singularidades.

Como académico, la fecundidad de la mente de Stiglitz difícilmente tenga paralelo en el Siglo XX. Fruto de una dilatada carrera académica en la universidad de Stanford, sus contribuciones están presentes en casi todas las áreas de la teoría económica, algo prodigioso si tomamos en cuenta que, como en la medicina, en la ciencia económica se ha verificado la aparición de innumerables especialidades.

Su aporte más significativo, y una de la razones básicas por las que se le concedió el Premio Nobel de Economía en el año 2001, lo constituye el estudio sistemático del efecto de la diferencia en la cantidad y calidad de la información a disposición de los agentes económicos en el funcionamiento de los mercados. El concepto revolucionario de información asimétrica, utilizado por Stiglitz, contradice uno de los pilares de la ortodoxia neoclásica, al plantear que, contrario a lo que esta asume, los agentes económicos ubicados en cada lado de una transacción en el mercado no participan en ella con la misma información. Basándose en esta concepción del acceso desigual a la información por parte de los agentes económicos, Stiglitz construye modelos formales no sólo capaces de explicar de manera efectiva lo que para la ortodoxia económica constituían aberraciones, sino capaces de explicar porque razón en muchas circunstancias los mercados funcionan mal y fallan en su papel de asignadores de recursos. Ello justifica, por tanto, la intervención del estado como ejecutor de políticas económicas y como agente regulador, a fin de restablecer y/o asegurar el equilibrio en la economía. No es difícil, por ende, entender porque razón la producción teórica de Stiglitz ha jugado un papel fundamental en el descalabro y posterior rechazo de la ultra ortodoxa escuela de la Expectativas Racionales.

Como hacedor de políticas económicas, Stiglitz tuvo un desempeño impresionante, primero como miembro, y luego como jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente Bill Clinton entre 1993 y 1997. Más tarde, ocupó la posición de vicepresidente y economista principal del Banco Mundial entre 1997 y 2000.

Como comunicador y divulgador de los principios económicos, además de innumerables artículos en los que se analiza con leguaje accesible al no especialista los problemas económicos de actualidad, el Prof. Stiglitz publicó en el 2002 el bestseller ‘Globalización y su Descontento’, obra en la cual ofrece al lego una lúcida explicación de porque la globalización no llenó las expectativas que generara, y de la responsabilidad del Fondo Monetario Internacional en que ello fuese así. Y, en el año recién pasado el Prof. Stiglitz acaba de publicar ‘The Roaring Nineties’ (Los Rugientes Noventas), donde da cuenta de los factores detrás del dilatado boom que viviese la economía norteamericana en los años 90s, y de cómo en él se generaron las semillas de la burbuja del mercado de valores que estallo en el 2001 y de los innumerables escándalos financieros que, como el caso de Enron, han llenado las páginas de los diarios.

Por último, a primera vista el hecho de haber sido vicepresidente y economista principal del Banco Mundial parecería explicar la pasión que manifiesta el Prof. Stiglitz por la problemática de los países subdesarrollados y la justicia social en general. Sin embargo, tal preocupación tiene raíces mas profundas. Como explicara en su charla de aceptación del Premio Nobel en Estocolmo en diciembre del 2001, «Cuando yo empecé a estudiar economía unos 41 años atrás, me chocó la incongruencia entre los modelos que me habían enseñado y el mundo que yo había visto cuando crecía en Gary, Indiana. Fundado en 1906 por U.S. Steel, y habiendo recibido el nombre de quien fuese el director del consejo de la compañía, Gary había descendido a una sombra de lo que una vez fue. Pero aun en sus días de gloria, estuvo afectado por pobreza, por períodos de alto desempleo y por masiva discriminación racial. Sin embargo, la teorías económicas que nos enseñaban ponían poca atención a la pobreza y decían que en los mercados incluyendo el mercado de trabajo no se daba exceso de oferta, por lo cual el desempleo no debía ser más que un fantasma, y además afirmaban que la búsqueda de la ganancia aseguraba que no podía haber discriminación económica (Gary Becker, 1971). Cuando realizaba mis estudios de post grado decidí que trataría de crear modelos con asunciones y conclusiones más acordes con el mundo que yo vi y con sus imperfecciones. Mi primera visita al mundo en desarrollo en 1967, y una estancia mas prolongada en Kenia en 1969, dejo una impresión indeleble en mí. Los modelos de mercados perfectos, claramente equivocados cuando se aplicaban a Europa o a América, parecían verdaderamente inapropiados para estos países».

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