Quién es quien en crisis

Quién es quien en crisis

BRASILIA.-La crisis que dejó a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, al borde de la destitución tiene otros protagonistas, héroes y villanos de una trama plagada de escándalos, maniobras políticas arteras y fraudes multimillonarios.
Rousseff, la presidenta acorralada

«Vivimos tiempos extraños y preocupantes. Tiempos de golpe, de farsa y de traición»: así definió su presente político Dilma Rousseff, la primera mujer en presidir Brasil, amenazada por un impeachment (juicio político) por supuesta manipulación de las cuentas públicas.

Economista, exguerrillera, electa en el año 2010 y reelecta en el 2014, miembro del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) del expresidente Lula y heredera del éxito socioeconómico brasileño de la década pasada, Rousseff, de 68 años, tiene mandato hasta 2018, a menos que el impeachement lo acorte abruptamente.

Herida en su talón de Aquiles -la falta de diálogo con el Congreso- el gobierno de Rousseff fue perdiendo apoyos al ritmo de una arrasadora crisis económica y de las esquirlas de una escandalosa trama de corrupción en la estatal Petrobras.

Casi sin lealtades fuera del PT, se confinó a actos partidarios y terminó acusando a su vicepresidente, Michel Temer, de urdir un golpe de Estado. Su popularidad cayó en picada desde su reelección, y actualmente se sitúa en mínimos históricos, en torno al 10%.

Michel Temer, el vicepresidente cansado de ser «decorativo»

Michel Temer, del partido centrista PMDB, compartió fórmula con Rousseff en 2010 y 2014, pero al fragor de la crisis este abogado constitucionalista de 75 años decidió tirar por la borda la discreción que marcó su carrera política y se sintió investido de la misión de formar un «gobierno de salvación nacional».

En 2015 se quejó en una carta dirigida a Rousseff de ser un «vicepresidente decorativo»; el mes pasado su partido rompió con el PT y esta semana fue divulgado un audio donde se le escucha ensayar un discurso en el que da por hecha la destitución de Rousseff y propone su propio plan anticrisis.

Rousseff y el PT lo acusan de «conspirador» y «golpista». Si asumiera la presidencia, gobernaría hasta fines de 2018.

A menos que no sea a su vez objeto de un procedimiento de destitución por motivos similares a los de Rousseff, o que la justicia electoral anule la elección de 2014, si se demuestra que la fórmula Rousseff-Temer recibió dinero de la trama corrupta de Petrobras.

Eduardo Cunha, el acusador inculpado

Segundo en la línea de sucesión presidencial, el ultraconservador jefe de la cámara de Diputados, Eduardo Cunha, es el arquitecto detrás del impeachment contra Rousseff.

Usó todo su poder tanto para acelerar ese proceso como para ignorar a quienes exigen su remoción, después de convertirse en el primer político protegido por fueros en ser juzgado por la corte suprema por sospechas de que se embolsó al menos cinco millones de dólares en sobornos de la red de Petrobras.

Este economista evangélico de 57 años es comparado hasta por sus propios colegas con Frank Underwood, el inescrupuloso legislador de la serie «House of Cards», y con los urdidores de conspiraciones palaciegas de «Game of Thrones», la tira sobre luchas de poder en la Edad Media.

Pero él rechaza esos paralelismos: Frank Underwood, replica, «es ladrón, homosexual y asesino. Yo no».

Lula, un expresidente que no consigue ser ministro
«Dejé la presidencia y creí que ya había terminado con mi tarea», dijo en marzo Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de 2003 a 2010, anticipando su regreso al ruedo después de que la Policía lo condujera por la fuerza a un interrogatorio sobre supuestos beneficios recibidos de la red de corrupción de Petrobras.
Otras sorpresas le esperaban al mítico dirigente que encarnó las esperanzas de la izquierda latinoamericana en la década pasada.

Rousseff lo nombró pocos días después jefe de gabinete e informalmente salvador de un gobierno a punto de naufragar, pero un magistrado de la corte suprema le impidió asumir el cargo, por sospechar que quería escapar al juez Sergio Moro, a cargo del caso Petrobras en la justicia ordinaria.

Desde el llano, Lula, de 70 años, lanzó una cruzada entre Brasilia, donde pelea por hacer fracasar el impeachment, y los mítines en varias ciudades donde intenta revivir a la desmovilizada izquierda brasileña.

Sergio Moro, un juez al filo de la ley

«Todos somos Moro», «Partido Operación Lava Jato», «Héroe», son algunas de las leyendas más frecuentes en las multitudinarias marchas que piden la salida de Rousseff.

Todas remiten al juez de primera instancia Sergio Moro, a cargo de la mayor investigación sobre la corrupción estatal y privada de la historia de Brasil, apodada «Lava Jato» (lavadero de autos).

Este magistrado de 43 años, experto en expedientes de lavado de dinero y con estudios en Harvard, ha puesto tras las rejas o sentado en el banquillo a parte de la crema empresarial y política de Brasil.

Respetado por sus rivales, fue cuestionado por jugar al filo de la ley y abusar de las órdenes de prisiones preventivas y de las escuchas telefónicas, un estilo que llevó al TSF a sacarle transitoriamente la causa Lula de las manos.

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