¿Quién ganará la partida?

¿Quién ganará la partida?

En el póker es una práctica común desarrollar ciertas habilidades sicológicas para poder ganar. En una partida con 6 jugadores, cuando dos de ellos están aumentando las apuestas y dejando entrever que tienen buen juego, tres se retiran y el otro simplemente ve todo lo que le mandan pero mostrando dudas y vacilaciones, es muy probable que al virar las cartas, el ganador sea este último, que se hacía el pendejo. Es la mejor técnica para confundir al contrario, porque en el póker si quieres ganar tienes que aprender a pasar y nunca demostrar que tienes un determinado juego.

Entre el Gobierno, los sectores populares, los empresarios, los partidos políticos y la sociedad civil del país, existe exactamente algo parecido a un juego de póker. Todos aumentan las apuestas a que el Gobierno se jodió al no enfrentar con seriedad la crisis económica que nos afecta.  

Cualquiera puede pensar que por la forma en que el Gobierno actúa ante los contrarios, haciéndose el loco y el pendejo, es porque tiene probablemente la mejor partida de la mesa. ¿Descubrieron petróleo y reservan el anuncio para cuando suban más las apuestas? Es una probabilidad. ¿Tienen compradores seguros para una emisión de mil millones de dólares en bonos que se desembolsarán este año y mantienen esa carta bajo la manga para usarla en su mejor momento? Es otra posibilidad. ¿O quizás hay una venta en proceso de dos grandes empresas que rendirán beneficios impositivos por 1,300 millones de dólares y nadie lo sabe? También está dentro de las posibilidades. 

Pero como estas jugadas equivalen a un full de ases, pienso que lo más probable es que el Gobierno, aunque dice lo contrario, esté negociado en secreto un acuerdo con el FMI para obtener unos mil millones de dólares más baratos gracias a ciertas concesiones en materia fiscal y monetaria. Esperan simplemente que las apuestas lleguen al tope para virarse con sus cartas.

Imaginemos ahora que el Gobierno no tiene ninguno de esos juegos. Que en plena crisis sigue apostando sin posibilidad de ganar. Sus  pretensiones se limitan básicamente a tener las manos sueltas para seguir su derroche con miras a las elecciones del 2010. Si este fuera el caso, estamos metidos en un tremendo lío, porque esta partida tiene un toque muy especial. Y es que el dinero que apuesta el Gobierno, no le pertenece. 

Un reflejo de esa derrota que se avecina es la corrupción desatada en las filas del Gobierno, lo que se traduce en frecuentes escándalos públicos. Otras son las deserciones a partidos opositores. También se refleja en las continuas huelgas, protestas y críticas que afloran a diario en todo el país. Y finalmente, en la repentina negociación de Leonel Fernández con Miguel Vargas Maldonado, donde el primero tira la toalla a cambio de su “futuro político”. Lo grave es que aún quedan tres años para seguir desbancando las arcas del Estado y esa es la parte peligrosa del juego.

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