Precisamente Leonel Fernández, el principal opositor a la propuesta del presidente Luis Abinader de poner un candidato a la Constitución que cercene de una vez por todas el nocivo continuismo, ha evidenciado como nadie esa necesidad.
Primero lo hizo cuando espoleado por su propia ambición de poder, Leonel hizo en 2010 una reforma constitucional para rehabilitarse para volver a buscar la presidencia, pese a que en tres ocasiones anteriores la había ejercido.
Entonces no sólo dispuso legislar en su beneficio personal, sino que además lo hizo en perjuicio de Danilo Medina, a quien en esa reforma inhabilitó para volver a ser candidato.
Segundo al alertar sin mencionarlo por su nombre que Medina, su antiguo alter ego, podía convertirse en “un Trujillo del siglo XXI”, a propósito de que el entonces presidente y líder del PLD desarrollaba en 2015 un laborantismo para hacer una reforma constitucional que le permitiera ir tras un tercer, cuarto o quién sabe cuántos mandatos consecutivos.
Tercero, en 2014, y siendo presidente de la República ya por tercera ocasión, Fernández afirmó que el PLD, del que entonces era presidente y líder, permanecería en el poder más allá “de la celebración del bicentenario de la independencia en 2044”, desnudando la mentalidad continuista que ocultaban los delirios de poder del liderazgo peledeísta.
A lo largo de los ejercicios de poder de Santana, Báez, Lilís, Trujillo, Balaguer, Leonel y Danilo, ese continuismo ha causado crímenes, impunidad, corrupción y otros males que han perjudicado la azarosa vida política del país.
Es por eso que un demócrata a carta cabal como Luis Abinader, inspirado en dejar al pueblo un legado de avances económicos y sociales, pero también institucionales, procura cortar por lo sano con su candado constitucional, que debe ser respaldado por todos los dominicanos a los que interesa enderezar fortaleza institucional del país.
Llevo escrito que AHORA que tenemos un presidente de la República al que una poderosa mayoría del pueblo le ha endosado su apoyo, es el momento de extirpar el continuismo, porque en un futuro mandato de precaria mayoría sería difícil o imposible hacerlo.
Dicen algunos que no hace falta el candado de Luis, pero sí que es necesario porque con las limitaciones que tiene ahora la Carta, Leonel y Danilo, para sólo mencionar los últimos en hacerlo, cambiaron la Carta para legislar en beneficio de su ambición continuista.