La intitulación de esta entrega a HOY es la interrogante que envuelve más de los 50 mil kmts. cuadrados que compone la antigua isla española y se extiende a la aldea global.

Existe un presidente, René García Préval, que aparenta gobernar sin gobernar, un cuerpo de las Naciones Unidas, la MINUSTAH, que pretende controlar al incivil conglomerado haitiano, añadiendo las mafias de la droga y los partidarios del ex-dictador Jean Claude Duvalier, que ha retornado luego de 25 años de exilio, y la inminente llegada del controversial Jean Bertrand Arístides, renegado tonsurado enemigo de todo lo dominicano por frustraciones en el seminario conciliar Santo Tomas de Aquino de la capital dominicana.

En ese conjunto de caos, agravado por el sismo del 12-01-10 y la epidemia de cólera que ha cobrado cuatro mil vidas de haitianos, la soberanía dominicana está socavada, cada vez más, por la presencia indeseada de más de dos millones de nacionales haitianos indocumentados en nuestro territorio.

El discurso correcto no es repatriar a todos los haitianos indocumentados en nuestro país, sino que el suyo los carnetize, los documentalice con una cédula de identidad y electoral, y que el Ministerio de Trabajo y la Dirección de Migración, procedan a su vez a carnetizar a los obreros de diversas labores que requiere nuestro país en manos de obras que los dominicanos no aceptan por sus salarios reducidos que no van en proporción a sus necesidades elementales de sobrevivir y que los haitianos ocupan porque viven donde trabajan y no pagan alquileres de renta, ni servicio eléctrico, ni agua, ni recogida de basura. El asunto se contrae a que el presidente Leonel Fernández ordene aplicar sin excesos, “por la raya”, la ley 285-04 que regula la política migratoria del Estado dominicano y no se comprende porque es menester repetir tanto lo mismo y que no se cumpla. No importa el reclamo de países que dicen apoyar a Haití y no lo hacen en efectivo.