¿Quién manda en la Casa Blanca?

¿Quién manda en la Casa Blanca?

HAMLET HERMANN
Cobran mayor importancia en estos momentos las percepciones que publicara Bob Woodward en sus libros “Bush at War” y “Plan of Attack”. Escribió el afamado periodista que el primero que alguna vez planteó una agresión masiva contra Irak luego de los ataques contra el World Trade Center fue Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de Estados Unidos.

El planteamiento tuvo lugar en la Casa Blanca el 12 de septiembre de 2001 durante una reunión del presidente Bush con el grupo de seguridad nacional. Setenta y un días después, en la víspera del día de Acción de Gracias, Bush accedió a poner en marcha la agresión y dio luz verde a Rumsfeld para diseñar un plan de ataque. La planificación se haría bajo el mayor de los secretos ya que altos funcionarios militares no compartían el interés por una aventura como ésta. Entre los disidentes de entonces se encontraban el Secretario de Estado, general Colin Powell y el Jefe de Estado Mayor Conjunto, general Hugh Shelton.

En días recientes se dieron a conocer extractos del “Estimado Nacional de Inteligencia” hecho por dieciséis dependencias de espionaje del gobierno de Bush. Este contradice el optimismo presidencial que no cesa de plantear que Estados Unidos le está ganando la guerra al “terror”. Rumsfeld, ideólogo junto a Paul Wolfowitz de esta otra agresión contra Irak, siempre dijo que su estrategia estaría basada en matar y capturar más terroristas que los que sus adversarios pudieran crear. Pero la conclusión de los expertos en espionaje de Estados Unidos establece que ha ocurrido todo lo contrario: los que se oponen a la invasión de Estados Unidos son ahora más que los que han sido aniquilados. Además, su influencia no está circunscrita a Irak sino que se extiende por gran parte del mundo.

Ahora nos toca decir que lo que mal empieza mal termina.

Varios años después del 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos repite la desgraciada historia de Vietnam, de Korea y de cualquier otro lugar adonde hayan invadido con sus tropas a partir del final de la Segunda Guerra Mundial. Se está demostrando que el temor a la dominación imperial de Estados Unidos se extiende por todo el mundo. Eso, sumado al fracaso militar y a la ausencia de avances económicos y políticos en Irak, conspira contra los planes de Rumsfeld cumplidos fielmente por Bush. Ante esta situación el desconcertado ministro norteamericano de la guerra pregunta: “¿Entonces nuestra situación actual es tal que mientras más duro trabajamos, más atrás nos colocamos?” La respuesta afirmativa resultaría obvia en cualquier parte del universo menos en la Casa Blanca.

Como si hiciera falta confirmar esa situación, la Universidad norteamericana de Maryland, a través de su Programa de Actitudes sobre Política Internacional publicó la pasada semana hallazgos impresionantes. Dice la institución académica haber realizado recientemente una encuesta la cual indica que seis de cada diez iraquíes aprueban los ataques de los insurgentes contra las tropas norteamericanas y que una cantidad mayor considera que el gobierno iraquí debía pedir el retiro de las fuerzas invasoras en el plazo de un año.

Como si esos datos no fueran suficientes para conmocionar a la Casa Blanca sobre lo crítico de su operación en Irak, el Departamento de Estado hizo su propia medición de opiniones. El resultado mostró que las dos terceras partes de la población de Bagdad están a favor del retiro inmediato de las tropas de Estados Unidos. Como era de esperarse, el vocero de la cancillería estadounidense, Sean McCormack, declinó discutir los detalles de esa encuesta con la prensa.

Para ponerle la tapa al pomo de la crisis de credibilidad en Washington, hoy lunes 2 de octubre de 2006 se pone en circulación en Estados Unidos otro libro de Bob Woodward.

Este se titula “State of Denial”, frase ésta que trata de reflejar el estado de rechazo o de negación del presidente Bush en relación con las informaciones sobre el fracaso en Irak. El autor considera que Bush está ausente de la realidad y, evidentemente, a esto contribuye la posición subalterna que decidió hace tiempo asumir en su relación con Donald Rumsfeld. Y como las derrotas son huérfanas, el afamado escritor describe en esta obra cómo los principales funcionarios civiles y militares de esta administración tienden a desentenderse de los planes de Rumsfeld, restando eficiencia al gobierno en su totalidad. Gestión presidencial ésta que parece terminará como “la fiesta de los monos”, a rabazos limpios.

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