Quien no sabe de Amor, no sabe nada…

<STRONG>Quien no sabe de Amor, no sabe nada…</STRONG>

Aquel que es amado profundamente por alguien, desconoce que se enfrenta al mayor de los ejércitos, a una fuerza tan incontrolable que la misma muerte termina cediéndole el paso.

Cristóbal nunca conoció personalmente a su madre. Ella murió en el parto, tenía 17 años, 9 meses antes, había sido violada por los mismos soldados, que habían llegado a su pueblo a restaurar el orden y las “buenas costumbres”. Celeste, su hermana menor de 15 años, abandonó la escuela y decidió hacerse cargo de Cristóbal.

Celeste nunca se casó, criar a Cristóbal, era su misión, su entrega, su vida. Trabajó en todo, lo que de manera honesta, sirviera para llevar comida a la casa, y darle educación a Cristóbal.

Veinte años más tarde, Cristóbal es apresado por ventas de armas y drogas, y debía cumplir una pena de 9 años. Celeste nuevamente asume el compromiso de mantenerse a su lado, justamente cuando todos sus “buenos amigos” desaparecen.  

Todos los fines de semana Celeste iba a la cárcel llevaba pan, casabe, leche, cigarrillos, libros, guayabas, piñas, y amor. Siempre le decía lo mismo: “Todo esto pasará, lo vamos a superar, ten paciencia, yo creo en ti, y no hay nada que pueda matar mi amor por ti”.

Celeste no faltó un sólo día, durante 9 años. Cristóbal cumple su condena, y sale libre. Con el paso de los años, se casa, forma una familia logrando éxito profesional, económico.

Celeste ya era muy vieja para su nueva vida, en que podía ser útil. Así que se alejó de ella a tal punto que cuando Celeste pierde la casa, donde lo había criado, son unos vecinos que por cariño y respeto, la llevan a un hogar de ancianos y mensualmente donaban un pequeño monto recolectado en el barrio, para que Celeste pudiera pasar su vejez, al menos con lo más básico una cama bajo techo y algo de alimento.

Cristóbal había desarrollado una adicción al juego y la apuesta, y de la noche a la mañana, toda la fortuna que había acumulado, la pierde entre el divorcio, y los casinos.  

Sin dinero, y sin familia, termina hospitalizado por un accidente producto del alcohol en una vieja clínica. Cuando se marchaba, dado de alta, observa a varios ancianos que se reúnen en una sala, se acerca a uno de ellos, y le pregunta qué ocurre, y este le responde: “Nuestra compañera Celeste, se despide de nosotros, sufrió un infarto cerebral, y le quedan minutos de vida, pero no me entristece sólo su inevitable muerte, a esta edad, todos la esperamos. Lo verdaderamente lamentable es que nos ha pedido que entreguemos un mensaje a su sobrino,  a quien crió como un hijo, y ninguno de nosotros nos queda el tiempo necesario para encontrarlo”. Cristóbal le pregunta: ¿Cúal es el mensaje tan importante?  El anciano con lágrimas en los ojos, toma de la mano a Cristóbal y lo lleva hasta la habitación de Celeste. Allí en una vieja pizarra, que alguna de la viejitas había llevado decía: “Todo esto también pasará, lo vamos a superar, ten paciencia, yo creo en ti, y no hay nada que pueda matar mi amor por ti”.

Como decía el gran Julio Cortázar: “Todo esto pasará. Lo monstruoso de la vida es precisamente que todo, aún lo más válido, pasa. Y sólo queda el Amor verdadero de quienes nos entregan lo mejor de sí mismos, como un salvavidas en medio del océano, como una estela divina de la presencia de Dios”.

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