¿Quién podrá compensarnos?

¿Quién podrá compensarnos?

Muchos dominicanos y dominicanas no pueden salir del asombro. La última semana ha sido devastadora. Nadie concibió la posibilidad de que el equipo representativo del país en el Segundo Mundial de Béisbol pudiera caer vencido en la primera ronda, es decir que perdiera dos de sus primeros tres compromisos para quedar descartado.

Y lo peor es que cayera a manos y bates del representativo de Holanda, que junto al de Italia era señalado como la cola de los 16 participantes. La primera caída el sábado 7 fue registrada como un acontecimiento insólito, primera página en los diarios holandeses, aunque la gran mayoría de ellos no conoce el ABC del béisbol.

De ninguna forma se trata de menospreciar a los holandeses, que en materia de fútbol poseen una maquinaria de primera categoría. Sus beisbolistas merecen reconocimiento ya que superaron a la mitad de los participantes, eliminados en la primera ronda. Jugaron con alma, corazón y vida, como dice la vieja canción, con el entusiasmo, la entrega y la dedicación que le faltó a la mayoría de los dominicanos, por lo menos de los bateadores, porque los lanzadores estuvieron casi a la perfección. Sólo dañados por ese infortunado “cierre” de Carlos Mármol, quien llegó a la lomita con gestos de fantochería.

Los días han pasado y muchos no han podido recuperarse del golpe emocional a lo más profundo de la autoestima nacional, ya que en la excelencia de nuestros peloteros nos hemos refugiado en las últimas dos o tres décadas de cuántas desgracias se han abatido sobre el país, fueren desastres de la naturaleza o de la anarquía y anomia social.

Este papelazo beisbolístico nos dejó al garete y sin brújula, tratando de encontrar explicaciones. La mayoría culpabilizando a los que no asistieron, algunos de los cuales en verdad ofendieron los sentimientos de la dominicanidad, demasiado subordinados a los millones de dólares del negocio. Pero no debe ignorarse que de los 27 seleccionados sólo 2 no correspondían a la categoría superior del béisbol, lo que con un rendimiento promedio garantizaba una competitividad suficiente para vencer a un equipo de tercera categoría.

Hay que hurgar en las profundidades para encontrar explicación. En realidad, más allá de la Serie del Caribe, donde apenas participan 4 equipos, las novenas dominicanas hace tiempo que no salen competidoras. Pareciera que somos una constelación de estrellas con luces propias, mas no una orquesta capaz de vibrar con la misma partitura.

En el fondo el rendimiento del conjunto beisbolístico  se asemeja al del país, incapaz de generar suficiente armonía no sólo en la distribución del ingreso, sino también para concertar el desarrollo humano y el progreso integral de la nación. Es probable que nuestro equipo de estrellas del béisbol, como el conjunto nacional,  tomara con poca dedicación el compromiso que tenía, y que sus integrantes pusieran los individualismos y ambiciones de gloria individual por encima del interés colectivo.

Tomados de uno en uno, el conjunto de los dominicanos, tenemos grandes deseos de superación, mas no hemos podido sumarnos para reproducir fuerzas materiales y espirituales y dejar atrás el atraso y la pobreza. Por eso, como en el pasado, tendremos que refugiarnos nuevamente en los éxitos individuales, sean de Juan Marichal, Sammy Sosa, Pedro Martínez, David Ortiz o Manny Ramírez.

El golpe ha sido más duro porque parece que ahora necesitábamos más que nunca  refugiarnos en las compensaciones de los  éxitos beisbolísticos, ya que en los torneos internacionales no salimos de los últimos lugares en fortaleza democrática e institucional, en transparencia, en calidad de la educación y la salud, en energía eléctrica y en administración de los recursos públicos.

Hemos de asimilar rápido el golpe y olvidar la humillación del béisbol para que al menos podamos seguir reivindicando individualmente nuestras estrellas. Porque de lo contrario ¿quién podrá compensarnos y permitirnos botar el golpe?

Mientras tanto, tenemos que rogar a Dios que nos cuide a Juan Luis Guerra y su magnífica orquesta y para que prolonguen y extiendan su travesía. Son nuestro conjunto sustituto para reafirmarnos y compensar nuestras carencias colectivas.

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