La repatriación de inmigrantes haitianos no es solamente una cuestión de política de estado de USA. Tampoco los negros estadounidenses quieren vecinos extranjeros con quienes no pueden siquiera comunicarse, que tienen, además, costumbres muy diferentes.
Cosa distinta sería una migración de haitianos ricos o intelectuales que con su presencia elevasen el estatus de sus áreas de residencia, y de los propios residentes.
Los negros estadounidenses tienen sus preferencias, que no incluyen siquiera a dominicanos ni a otros latinos. Mucho menos a otros negros que vayan a minar su muy precario status, a competir por puestos de trabajo y por ayudas del “welfare”.
Porque no hay peor cuña que la del mismo palo. La célebre “Pachacha”, furufa y desgreñada, fue desdeñada en el patio donde predominan las razas Leghorn y Rodhe Island. Particularmente, las gallinas corrientes, como la misma Pachacha, fueron las que más la discriminaron. Solo los gallos veteranos, con sólido status, la trataron con alguna cortesía (R. Maluenda).
Días atrás nos visitó Wilson, el joven haitiano que antes de la pandemia era vigilante del vecindario. Wilson tiene la inefable gracia de estar siempre sonriente. Su lenguaje corporal expresa cordialidad. Wilson, como muchos otros cristianos haitianos y de cualquier parte del planeta, con sus comportamientos y actitudes expresa calidad humana por encima de su vestimenta.
Cuando un inmigrante es físicamente parecido a nosotros, pero sobre todo en valores, es mucho menor nuestra resistencia. Es el caso de los venezolanos, quienes no tienen necesidad de que la ONU, ni ONG alguna los patrocinen o defiendan en nuestro país. Muchas instituciones nacionales los patrocinarían gustosamente. Contrariamente: A los venezolanos no les conviene prestarse a que grupos u organizaciones los acojan para lo que podría parecer actos propagandísticos contra nuestra política migratoria.
Especialmente, porque los venezolanos, históricamente, han sido muy bien considerados en tierra dominicana. Tenemos importantes vínculos, gran agradecimiento a su país; y son muy bienvenidos dentro de nuestras posibilidades y precariedades.
Contrariamente, aun siendo blancos y rubios, aquellos con los que tenemos intereses opuestos, o no podemos comunicarnos, la relación puede ser problemática. Especialmente si no nos aportan como vecinos ni prójimos.
Pero los haitianos ricos sí son bienvenidos aquí…y en casi cualquier lugar del mundo. No así los pobres y analfabetos.
Si nuestros pobres aún los toleran es, mayormente, porque los haitianos no compiten directamente por puestos de trabajo ni espacios sociales o físicos que procuren los criollos.
A los únicos que les gustan los haitianos pobres es a empresarios constructores y agrícolas; mientras los hombres del campo, sin tierra, entre prejuicios e incapacidad para la agricultura, sueñan con Nueva York.
A los haitianos pobres que aspiran lo mismo, los americanos los embarcan de regreso; nosotros los toleramos, pero ya con mucha preocupación.
Somos de los menos racistas del mundo. Estamos orgullosos de nuestra mezcla, de tantos criollos negros y mulatos: hombres y mujeres ilustres que han hecho patria en el trabajo y en la guerra, en el taller y en las artes; en el estrado, el consultorio y la escuela.
Los haitianos ricos sí son bienvenidos aquí y en casi cualquier lugar
A haitianos pobres los americanos los embarcan de regreso
Cosa distinta sería una migración de haitianos ricos o intelectuales