¿Quién tenía la razón?

¿Quién tenía la razón?

Recuerdo muy bien una inquietud que tenía gran parte del pueblo dominicano luego del movimiento guerrillero de 1973 que fuera encabezado por el coronel Francisco Caamaño Deñó. Mucha gente se preguntaba: ¿por qué no acompañaron entonces al héroe de abril los personajes que más aparecieron en 1965 como sus lugartenientes?

Era lógico que así se lo preguntara el pueblo porque lo elemental era que quienes lo acompañaron a enfrentarse a la soldadesca estadounidense estuvieran con él cuando se combatía al régimen impuesto por los invasores. Sin embargo, de los ocho hombres que acompañaron al coronel Caamaño, sólo su sobrino Claudio, había sido militar constitucionalista. Braulio era dirigente medio del Partido Revolucionario Dominicano en San Francisco de Macorís. Los otros seis, Eugenio, Juan, Ismael, Felipe, Armando y Freddy provenían de las filas del «Movimiento Revolucionario Catorce de Junio». Ante la composición del grupo guerrillero, aquellos que se preocupaban por la situación nacional en momentos de la dictadura despótica de Balaguer se preguntaban qué había pasado con los sonoros nombres de Montes Arache, Lachapelle Díaz, Marte Hernández, Héctor Aristy y muchos otros más. ¿Por qué no estaban allí, en las montañas, con quien los había llevado hasta las páginas de la historia?

Lo que poca gente conoce es que Montes Arache y otros oficiales constitucionalistas habían recibido desde 1968 fuertes sumas de dinero para que pagaran el traslado hasta los campos de entrenamiento en Cuba a los mejores combatientes de la guerra de abril. Sin embargo, ninguno de éstos llegó a entrenarse con el coronel Caamaño. Lo que pasó con aquellos dólares es un misterio que nadie ha podido desentrañar. Lo cierto es que Caamaño entregó grandes sumas de dinero, esos altos oficiales constitucionalistas las recibieron y el compromiso nunca fue cumplido. Por el contrario, esos personajes fueron gradualmente acercándose al gobierno de los doce años de Balaguer, represivo y corrupto como el que más, y se olvidaron del compromiso moral y político contraído con el héroe de abril. Cargos diplomáticos fueron el anticipo de su retorno al país y de su aceptación en las filas del sector de las Fuerzas Armadas que había contribuido a que las tropas norteamericanas mancillaran la soberanía nacional. Olvidaban a conveniencia que quienes verdaderamente representaban a la nación dominicana eran los militares constitucionalistas porque supieron defender la soberanía nacional. Los oportunistas renegaban del papel glorioso que habían desempeñado durante la guerra patria y optaban por sumarse a los que concientemente violaban las leyes y la Constitución de la República. La incógnita sobre el abandono de los principios constitucionalistas se acentuó desde el momento que, tan pronto desembarcó el grupo del coronel Caamaño por la bahía de Ocoa, Montes Arache fue designado por el doctor Balaguer como encargado de la seguridad en la capital dominicana. Lachapelle Díaz fue asimismo designado en semejantes funciones en la ciudad de Santiago de los Caballeros. La potencial represión contra la población civil que osara respaldar a los guerrilleros había sido entregada, como símbolo evidente de la traición, a los antiguos lugartenientes del coronel Francisco Caamaño.

En ocasiones escuché comentarios de esos personajes en el sentido de que ellos habían tratado de disuadir al coronel Caamaño de luchar contra el gobierno de Balaguer y que éste no les hizo caso. Y que por eso había sido asesinado. Eso es lo mismo que decir que el hecho de que esos otrora patriotas estuvieran vivitos, coleando y con magníficos ingresos personales era una explicación de que tenían la razón y Caamaño, quien mantuvo sus principios patrióticos, no la tenía. ¡Cuánta mediocridad y cuánta ignorancia! Olvidaron con una facilidad pasmosa los momentos de lucha que les hicieron merecedores de la admiración del pueblo dominicano y del mundo entero. Olvidaron que la patria no se mide por los pesos en los bolsillos sino por las estrellas en la frente.

Prefirieron someterse a la obediencia ciega, la que los llevó a cumplir órdenes del poder político en violación de la Constitución y las leyes. Pusieron de lado la obediencia en libertad, la que lleva a cumplir sólo aquellas órdenes que respetan a la sociedad y a la patria. Porque, la verdad sea dicha que, el hecho de haber sido constitucionalistas en 1965 parece que fue un accidente del cual se habían arrepentido. Y por eso, sólo por eso, no pueden tener la razón. Caamaño vive.

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