¿Quién vigila al vigilante?

¿Quién vigila al vigilante?

La tragedia consumada recientemente por el guardián Nelly Bocio D’Oleo,  que le quitó la vida a su mujer  y a tres hijos en  su hogar del sector Villa Liberación y luego se suicidó, constituye  un motivo poderoso para que la opinión pública  concentre nueva vez su atención sobre  ciertas características negativas del servicio de vigilancia que aquí prestan algunas compañías privadas.

No es necesario referirse  al estado mental que evidentemente aquejaba a alguien que fue capaz de abandonar súbitamente su faena para, con el arma a él confiada, dar muerte a todo el que estaba en su casa y luego  a sí mismo.

En verdad, el comportamiento violento y criminal de este hombre no podría considerarse exactamente como aislado. Sí descomunal. No todos los días un “empleado de la seguridad privada” comete  una matanza, pero con frecuencia las informaciones de prensa involucran a guardianes, comúnmente llamado “guachimanes” en el uso irresponsable de armas de fuego.

En muchas otras ocasiones –dicho sea por justicia- ellos son también víctimas de malhechores que con nocturnidad penetran a propiedades para robar.  Con alarmante regularidad les toman desprevenidos.

La condición de víctimas o de victimarios que se da en el seno de esa expandida  especie de los vigilantes es un grave indicio de incumplimientos generalizados de las normas que deben regir a las compañías que explotan tal negocio.

-II-

¿Se aplica una efectiva evaluación de las condiciones físicas, morales y emocionales del personal contratado para el cuidado de vidas y bienes de diversos establecimientos?

¿Disponen las compañías de seguridad de instructores calificados para entrenar a los hombres que reclutan a fin de que cumplan con efectividad su labor?

¿Reciben esos empleados una remuneración que satisfaga sus necesidades más perentorias o  tristemente se trata de salarios muy bajos que se constituyen en un factor permanente de  desestabilización emocional?

¿Están muchos  vigilantes privados sometidos a jornadas ordinarias de ocho horas con descansos justos entre días o se les somete abusivamente a horarios demasiados largos que los convierten en bombas de tiempo?

De todo debe haber en la viña del Señor. Es posible ver en torno a empresas grandes y modernas a individuos que en ese desempeño lucen capaces y bien presentados; en ocasiones formando parte de las propias compañías a las que sirven o como miembros de entidades especializadas o muy bien acreditadas.

Pero fuera de esa presencia “premium” de guardianes,  en la ciudad se recibe la impresión de que el servicio ha sido relajado por negociantes sin rigor que explotan la necesidad de personas  sin condiciones que en su desesperación aceptan cualquier yugo con tal de percibir un salario.

Sabemos que el Estado ha fijado normas apropiadas para las compañías de guardianes y hasta es probable que existan mecanismos de cierta supervisión sobre ellas, las que finalmente solo se utilizarían para llenar apariencias.

Año por año, las crónicas periodísticas y  las estadísticas judiciales indican que tales precauciones  no están funcionando satisfactoriamente.

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