Según una fuente periodística local «Los obispos de las diócesis de Mao, Monte Cristi, Barahona, Baní, San Juan de la Maguana, San Francisco de Macorís, y el presidente de la Comisión Episcopal de Ecología y Medio Ambiente, solicitaron al presidente del Senado, Jesús Vásquez, consensuar y armonizar los intereses de las diferentes regiones del país sobre el proyecto de Ley Sectorial de Areas Protegidas.»
Agrega el diario que los obispos plantean excluir todas las playas de la protección que establece la ley, exigen limitar las áreas protegidas a un 15 por ciento del territorio nacional y eliminar todas las reservas forestales. Si no es que hay grupos económicos detrás de los obispos es que han sido mal interpretadas sus intenciones o que han enloquecido, y no creo esto último.
Para fundamentar su posición, los obispos siempre de acuerdo con lo aparecido en el periódico Listín Diario del pasado 16 de diciembre alegan que en los Estados Unidos apenas hay establecido un 7 por ciento del territorio como protegido, y «que la Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza (UICN), recomienda aproximadamente un 10 por ciento de los territorios de los países firmantes.»
Indudablemente, quienes están detrás de los obispos les mintieron. Les suministraron datos falsos y mentiras, y por consecuencia, los obispos mismos han comunicado mentiras, tanto al presidente del Senado como a la prensa que se hizo eco de su solicitud.
Primero, la UICN no ha recomendado nunca limitar la protección de ningún territorio en ninguna parte del mundo. De ninguna manera puede hacerlo si el 94% de los bosques del mundo se encuentran desprotegidos. ¡óiganlo bien, señores obispos! Solamente el 6 por ciento de los bosques actuales del planeta tienen protección, según los datos de la World Wildlife Fund, cuando por necesidad el 100% de lo que nos queda en el mundo debería tener algún tipo de protección.
El dato que les suministraron a los obispos sobre las áreas protegidas en los Estados Unidos más que una mentira es una falacia y un asqueroso intento por desinformar a los dominicanos, dado que son los Estados Unidos el país que tenemos regularmente como espejo ante nosotros. Pues sepan, señores obispos, que el 12 por ciento del territorio de los Estados Unidos (no el 7%) está protegido, distribuido este territorio entre unos 2000 parques nacionales, reservas forestales, reservas científicas y otros tipos de categorías. Es decir, un millón cien mil kilómetros cuadrados del territorio norteamericano más de 30 veces la República Dominicana está protegido, y aún así se busca proteger más territorio todavía.
Si los obispos quieren confirmar estas informaciones pueden contactar vía internet con UICN, con UNEP, World Conservation Monitoring Centre, o llamar aquí al Centro Franklyn (de información) de la embajada de los Estados Unidos, al 566 3131 y comunicarse con la señora María de Moya.
¿Por qué razón se protegen las costas? No es porque en ellas desembocan los ríos, ni porque «nazcan» en ellas los ríos, como inventó alguien para informar a los obispos. Se protegen porque en las costas comienza la vida marina, principalmente en aquellas costas cuya plataforma marina está formada por arrecifes de coral, clasificado como el ecosistema más importante del planeta, el de mayor producción de biomasa en el mundo. También porque cientos de kilómetros de nuestras costas tienen manglares que para información de los obispos son el segundo ecosistema más importante en el planeta, hábitat de cientos de especies marinas, del arrecife de coral, que pasan parte de su vida entre sus raíces y cieno. Sus condiciones de protección, según la Convención Ramsar, son sumamente especiales.
[b]¿PARA QUÉ DESPROTEGER LAS PLAYAS?[/b]
La única sinrazón para desproteger playas es la de destinarlas a la construcción de hoteles. La Ley General de Medio Ambiente (64 00) no prohíbe su utilización. Tampoco lo prohíbe el Proyecto de Ley de Areas Protegidas. Todas las playas del país pueden ser utilizadas con los propósitos generales y sustentables que permiten su conservación: para el baño, para tomar el sol, para el buceo deportivo, para la navegación a vela, remo o pedales, para la práctica de campismo y para todas las actividades turísticas que no impliquen su modificación física ni su contaminación. ¿Para qué otra cosa necesitaría las playas el turismo?
Usemos algunos ejemplos de uso de playas para que nos aclaremos. El uso de Boca Chica para la construcción de hoteles y otras estructuras convirtió esta laguna marina en una piscina cloacal. El uso de parte de la costa norte para la construcción de hoteles y otras estructuras afectó seriamente toda la costa, aparte de generar un cambio drástico y penoso de la forma de vida de sus habitantes.
En el lado opuesto, el uso de las playas del Parque Nacional del Este, principalmente de la Isla Saona, por parte de miles de turistas que son llevados hasta ellas desde Bayahibe, Boca de Yuma y La Romana, no ha significado desmedro para éstas. En cambio, ha significado un cambio económico importante para las personas que ahora viven de ese transporte, medio de vida que desaparecería si las playas son ocupadas por construcciones. Igual futuro tienen playas como las de Bahía de las Aguilas, la costa sur y Samaná. Si son ocupadas su uso estará restringido solamente para huéspedes. Mientras sean playas protegidas su uso es para todo el mundo, principalmente para los dominicanos.
[b]LOS OBISPOS DE OTRAS LATITUDES[/b]
En 1990, los obispos de las Islas Baleares (España) prepararon una carta que titularon «Ecología y Turismo en nuestras Islas, Pautas para una Actuación Cristiana». Muy saludable sería que nuestros obispos buscaran esa carta y se la leyeran. Una parte de ese documento fue reproducido por nosotros en tres entregas en abril del año 2000, aprovechando la cercanía de la Semana Santa. En esa carta, de unas cincuenta páginas, si mal no recuerdo, se externan profundas preocupaciones por la situación ecológica de las Islas Baleares y del resto del mundo. En esas islas, dado el deterioro causado por el turismo, fueron destruidos luego 12 grandes hoteles para tratar de recuperar parte de la ecología perdida y dar paso al turismo ecológico.
Entre otras cosas los obispos de las Baleares señalan que «Esta reflexión, motivada por la actualidad y la urgencia del problema ecológico en todo el mundo y en particular en nuestras islas, está especialmente inspirada en las palabras de Juan Pablo II en el mensaje por la Paz del 1ro. de Enero de este año (2000). Como él aconseja hacer a toda la Iglesia, nosotros, Obispos de las Islas Baleares, también queremos contribuir a la educación de la responsabilidad ecológica.»
Por otro lado, los obispos de las Baleares señalan que «Nuestras islas padecen hoy graves problemas ecológicos que son una amenaza para el equilibrio natural y humano que todos deseamos y necesitamos. El mal viene de lejos. A lo largo de las tres últimas décadas apareció una especie de fiebre constructora en las zonas turísticas y urbanas, aprovechando la falta de planificación territorial y urbanística. SE construyeron grandes conjuntos de apartamentos y establecimientos hoteleros en abierta contradicción con nuestro estilo y cultura propios, sin el gusto y la calidad mínima exigibles y sin respetar las exigencias naturales del paisaje. Nuestras ciudades y muchos pueblos crecieron de manera anárquica y deshumanizada, con criterios meramente practicistas y con un abusivo aprovechamiento del suelo, sin la debida atención a los espacios públicos y, en general, con un gusto lamentable. Nos duele que el término «balearización» haya llegado a ser sinónimo de destrucción de la naturaleza y de falta de una racional planificación turística u urbanística.»
[b]OTROS ASPECTOS ESBOZADOS POR LOS OBISPOS BALEARES[/b]
Entre los aspectos más sufridos en La Baleares los obispos señalan «El crecimiento continuado del materialismo, el consumismo y del hedonismo, como fruto del dinero fácil y de criterios extraños aceptados críticamente.» «Un descenso considerable en ciertos valores religiosos y morales de tipo personal y familiar». «La creciente contaminación ambiental producida por los residuos de diversas combustiones.» La excesiva densidad de población en determinadas zonas turísticas y urbanas, que origina serios problemas ecológicos y de convivencia debido a la desmesurada presión humana sobre la naturaleza y los espacios de residencia.» «La creciente contaminación sonora que impide el descanso que la misma naturaleza nos exige.»
Al final de su documento, los obispos baleares llaman la atención hacia «iluminar esta realidad desde la fe cristiana. Porque el problema ecológico es un problema ético y moral, un problema humano en definitiva. Y sólo desde una correcta comprensión de sí mismo, de los demás, de la convivencia social y del medio donde viven el hombre y la sociedad, pueden nacer las soluciones adecuadas a un problema tan complejo y tan grave. Para nosotros, los cristianos, la correcta comprensión de los hombres y de su entorno se basa en las convicciones religiosas que arrancan de la revelación conservada y transmitida por la Iglesia con la asistencia del Espíritu a lo largo de dos mil años.»