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El COI, autoridad suprema del Movimiento Olímpico Moderno, desde su fundación en el año 1894 bajo la inspiración del barón Pierre de Coubertin, ha pasado por diversas etapas, pero fue durante el mandato del español Juan Antonio Samaranch (1980-2001), donde se produjeron las transformaciones más radicales: un programa de explotación comercial de los Juegos sin precedentes, la osadía de la eliminación del amateurismo y el predominio de una clase elitista a la cabeza del organismo.
Un hecho que llama la atención es que el COI en su largo historial sólo ha tenido nueve presidentes, lo cual pone de manifiesto el notable inmovilismo de sus máximos ejecutivos. Con excepción del estadounidense Avery Brundaje, quien ostentó la presidencia en el periodo 1952-1972, los demás han sido representantes de naciones europeas.
Tales han sido los casos de Dimitrios Vikelas (Grecia), Pierre Cobertin (Francia), Henri Baillet Latour (Bélgica), Sifrid Edstron (Suecia), Michael Killanin (Irlanda), Juan Antonio Samaranch (España), Jacques Rogge (Bélgica) y Thomas Bach (Alemania).
Las dos principales reuniones que realiza el organismo se dividen en dos tipos: 1.- El Congreso del COI, que en sus 123 años de existencia solo se ha celebrado 13 veces. En la misma se tratan temas de importancia sobre el movimiento, y además, se discute y expone sobre la situación actual, proyección y futuro del mismo. 2.- La sesión del COI, conocida como la Asamblea General de sus miembros, celebrada anualmente en la que cada uno tiene un voto en asuntos referentes al movimiento.
El triunfo de Rogge en la elección del 2003, ratificó el dominio del Viejo Continente en el principal cargo directivo del COI, posición en la que los Estados Unidos ha luchado por volver a colocar a uno de sus representantes en los últimos tiempos, cuya candidata, Anita Defrantz, fue eliminada en la primera ronda, lo que se interpretó como una obvia muestra del machismo reinante en el COI, cuya estructura, según entendidos, está copiada de la Iglesia Católica.
Como consecuencia de los cambios impulsados por la globalización y apertura de los nuevos tiempos, a través organismos como la ONU y la UNESCO, el COI últimamente ha contemporizado conceptualmente con tales lineamientos y ha venido ampliando su accionar con los entes bajo su égida.
En la Carta Olímpica, el organismo promueve su colaboración con las organizaciones y autoridades públicas o privadas competentes, con “el fin de poner el deporte al servicio de la humanidad”, y manifiesta su oposición a toda forma de discriminación en contra de un país o de una persona, ya sea por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo o de otro tipo. A Samaranch-para algunos un autócrata por los rasgos de su personalidad- se le reconoce entre sus principales méritos el haber logrado la independencia económica del COI, generando ingresos multimillonarios.
Al retirarse influyó para que el belga Rogge, que había sido su delfín, fuera su sucesor en la presidencia del COI, que él (Samaranch) fuera nombrado presidente vitalicio y su hijo escogido como miembro del Comité Ejecutivo del COI. Fue un político conservador fiel defensor del régimen franquista y exembajador de su país en Moscú; también fue un próspero empresario, fallecido en el 2010 a los 89 años.
Desde su llegada al frente del COI a principios de los 80 los Juegos Olímpicos dependían de contratos con las cadenas de televisión estadounidenses. En consulta con un ejecutivo de Adidas, tomó la decisión de lanzar un programa global de mercadeo para el COI.
Durante 17 años en colaboración con ISL Marketing y luego con Meridiam Management, se creó un programa de marketing televisivo de patrocinio, para la organización que mejoró la gestión y viabilidad financiera del COI. Mientras el éxito económico alcanzaba niveles sin precedentes, por otro lado al mismo tiempo, sobrevendrían secuelas a causa del ambicioso mercurialismo, asociado con la corrupción y el escándalo.