¿QUIÉNES SOMOS  …HACIA DÓNDE VAMOS?
Crisis de salud degeneró en emergencia nacional (10)

¿QUIÉNES SOMOS  …HACIA DÓNDE VAMOS? <BR>Crisis de salud degeneró en emergencia nacional (10)

POR MINERVA ISA Y ELADIO PICHARDO
Las fuerzas vitales que edificarán la nación se debilitan. Intensas y persistentes agresiones físicas y síquicas, los estragos de la desnutrición, del estrés y la insania ambiental erosionan la mente y el cuerpo, merman la productividad intelectual y el rendimiento laboral, secan las fuentes de la imaginación y apagan la chispa creativa.

El perfil de salud dominicano muestra síntomas preocupantes, un pronóstico de cuidado. La vida se deprecia, pende de un fármaco, de un tratamiento médico o una cirugía, a menudo incosteables no sólo para los pobres, también para pacientes de estratos medios cuyos devaluados ingresos apenas les permiten malnutrirse.

La enfermedad, estrechamente vinculada a la ignorancia y a la pobreza, al deterioro de la calidad de vida, gana espacio en un país donde la renovación de los añejos moldes sanitarios, dispuestos legalmente, no trascienden el papel. Un país donde la más dramática dimensión de la crisis económica se expresó en la salud, lesionada por el alto costo de los medicamentos y de la atención privada, junto al descalabro hospitalario.

Con el errático manejo de las finanzas públicas y los intereses económicos del sector privado abortaron iniciativas de gran trascendencia, el nuevo modelo de salud diseñado para ofrecer un conjunto integral de servicios con una nueva estructura institucional. El traumático sistema de seguridad social enfrenta serias debilidades institucionales, técnicas y financieras que amenazan su esperada materialización, nuevamente convertida en promesa, al ser declarado prioritario por el presidente Leonel Fernández.

Mientras, contra el bienestar síquico y fisiológico dominicano se ensaña la crisis sanitaria estatal, la persistencia de un decadente modelo de salud caracterizado por la baja calidad y escasa cobertura, ineficiencia, dispersión y falta de regulación, que repercute en la prevalencia de enfermedades erradicadas en otros países.

Difícilmente haya una fuerza laboral sana, apta para impulsar el desarrollo y lanzarse al avance científico y tecnológico con un sistema sanitario inequitativo, que enfatiza la costosísima salud curativa y no la promoción y prevención. Absurdo manifestado en un alto índice de patologías transmisibles e inmunoprevenibles, en la imposibilidad de acceder a servicios de calidad y medicamentos asequibles, cuyo elevado costo gravita severamente en los presupuestos familiares.

La salud desmejora en medio de una gran indefensión, en la más absoluta desprotección. El gasto público en atención médica no supera el 1.6% del PIB frente a una media latinoamericana que casi la duplica. Pero, además, de cada peso que el Estado invierte en salud, 25 centavos son consumidos por los estratos de mayores ingresos.

Un tercio de la población busca asistencia privada, carecen de seguros médicos e incurren en un elevado gasto, cuyo mayor componente, el 61% del total, son los fármacos. Menos de un cuarto, aproximadamente el 22%, está cubierta contra los riesgos financieros acarreados por la enfermedad y la muerte que enluta y arruina a los hogares, los cuales financian directamente entre la mitad y dos terceras partes del gasto global en salud.

La proporción desprotegida se acrecentó con el colapso de los servicios hospitalarios durante la gestión de Hipólito Mejía, cuando además del déficit financiero embistieron al sector la incompetencia y la abulia, la política partidaria y la corrupción. Las carencias extremas de medicamentos, medios de diagnóstico, reactivos y material quirúrgico elevaron la morbilidad y mortalidad, segaron vidas y pusieron en riesgo la de numerosos pacientes que requerían de tratamientos costosos, diálisis o medicación después de un trasplante renal.

ASOCIADAS A LA POBREZA

En el perfil de salud nacional, con marcadas diferencias determinadas por el estrato social, tienen importancia capital las enfermedades asociadas a la pobreza y la inadecuada alimentación, a las tensiones cotidianas en la fiera lucha por la sobrevivencia, la insalubridad expresada en el hacinamiento, falta de higiene, carencia de agua potable y basureros que propalan virus, microbios y otros gérmenes patógenos.

Aún persisten altos índices de mortalidad infantil y materna, una elevada tasa de trastornos respiratorios, gastrointestinales, Sida y tuberculosis, incrementadas en los últimos años.

Espoleadas por la crisis, aumentaron las afecciones cerebrovasculares y cardiovasculares, principal causa de muerte en adultos, mientras cobran nuevas víctimas enfermedades crónicas como las hepáticas, hipertensión arterial, diabetes, cáncer y artritis.

La mortalidad y morbilidad por causas externas también muestran un apreciable aumento por la violencia y accidentes de tránsito, origen de un ausentismo laboral que, como el ocasionado por diversas enfermedades, limitan a la población económicamente activa, afectan la productividad.

SALUD MENTAL

La salud mental se resquebraja, ocasiona nuevos trastornos personales y colectivos, convulsionando aún más la cotidianidad, desencadenando una creciente espiral de nuevos conflictos y tensiones.

La crisis económica, con sus altos niveles de inflación acumulada, empobrecimiento y caos de los servicios públicos genera estrés, deteriora las condiciones indispensables para un desarrollo sicológicamente sano.

Al intensificarse las presiones financieras, se imponían recortes en los deficitarios presupuestos familiares, agobiaban las deudas y privaciones, aumentando la depresión nerviosa y otros trastornos emocionales. La fuerte carga de ansiedad y de angustia se acrecentó con la inseguridad personal, la aceleración del ritmo de vida y sobrecarga laboral del pluriempleo, alzas de precios, abusivas facturas de electricidad por un servicio no recibido, el ruido enloquecedor y contaminación de las plantas de emergencia.

La mayor parte de las energías sicológicas se concentran en los problemas económicos, lo que supone menor capacidad para enfrentar trastornos emocionales y una mayor propensión al estrés, por estar trabajando en una situación de sobreesfuerzo.

El cúmulo de tensiones, de situaciones estresantes, agreden al organismo, se somatizan, pasan de la siquis al cuerpo, generan desconcierto en las órdenes transmitidas a la circulación sanguínea, causan un déficit de irrigación, modificaciones químicas, físicas y hormonales que se traducen en trastornos vasomotores, taquicardia, espasmos, sudoración y temblores.

En ese proceso, el estrés se transforma en múltiples afecciones de los sistemas respiratorio, endocrino, gastrointestinal y circulatorio. Ocasionan alergias, insomnio, úlceras, estreñimiento, dolores de cabeza, nuca y espalda, hipertensión arterial, patologías coronarias, cirrosis hepática, colitis, dermatitis y diversos trastornos de la piel.

Una sobrecarga de estrés sostenido, crónico, afecta el sistema inmunológico, disminuye las defensas para combatir los gérmenes invasores que se reproducen masivamente ocasionando infecciones.

No todos somatizan los conflictos de igual modo, en algunas personas las tensiones producen una hipersecreción gástrica que se transforma en gastritis, la cual puede ulcerar la mucosa del estómago, hasta degenerar en una úlcera maligna.

UNA NUEVA ORIENTACIÓN

El sistema de salud estatal reclama una orientación diferente, constituirse en una alta prioridad gubernamental, real, no retórica, transformar el modelo tradicional vigente, una política sistemática, de continuidad no alterada con cada gobierno o cada ministro, organizar la infraestructura hospitalaria, zonificarla, dotarla de la indispensable capacidad tecnológica. Hacer funcionales los centros asistenciales con servicios de alta calidad en todas las especialidades, debidamente equipados y provistos de los medicamentos, ambulancias y suministro eléctrico.

Urge emprender los planes de salud primaria en forma eficiente, con un personal entrenado, garantizando la calidad y una disminución de los costos financieros del sector. Solucionar los grandes problemas de falta de diagnósticos o diagnósticos tardíos, de vigilancia epidemiológica ausente o inapropiada, insuficientes actividades de control de las afecciones trasnmisibles con el consiguiente impacto sanitario.

Dado que las instalaciones sanitarias no operan más de un promedio de cuatro horas diarias en los servicios ambulatorios, y la ocupación media de las camas no rebasó el 56%, en vez de la construcción de nuevos hospitales se recomienda eficientizar los existentes, adecuarlos y desarrollar los mecanismos gerenciales para su funcionamiento.

No debe postergarse la implementación de acciones preventivas. Educar a la gente en la defensa de su salud, enseñarle a nutrirse, a hacer que su alimento sea su medicina, a valorar la higiene personal y colectiva. Por su ausencia, la enfermedad se acrecienta, y cuando los síntomas aparecen a menudo ya es tarde o implica un proceso curativo traumático y altamente costoso.

SEGURIDAD SOCIAL

La solución al sector salud, la vieja promesa una y otra vez postergada desde los años ochenta, se convirtió en ley en 2001 creando el Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), empantanado con la crisis. Convertirlo en realidad es una emergencia para la consecución de una atención médica universal de calidad, y protección contra la vejez, discapacidad, cesantía por edad avanzada, enfermedad, maternidad y riesgos laborales.

Previo a la aprobación del SDSS, se promulgó la Ley General de Salud, 42-01, de ese año. Ambas legislaciones constituyen el marco regulatorio que reordena el nuevo modelo sanitario en el contexto de la seguridad social, transformando los roles institucionales tradicionales, los mecanismos para la prestación de servicios y modalidades de financiamiento. La compleja estructura del rezagado proyecto incluye dos superintendencias, administradoras de riesgos de salud y redes prestadoras de servicios públicas, privadas y mixtas. Ronda los dos millones de contribuyentes en los sectores público y privado, con una afiliación que el año pasado superaba las 27 mil empresas y unos 900 mil afiliados cotizantes al Fondo de Pensiones. Alrededor de 15 mil estaban pendientes de registro.

La Secretaría de Salud Pública es rectora del sistema sanitario en su conjunto y responsable de la prestación de los servicios preventivos. Gradualmente descontinuará la atención directa a los pacientes, y transferirá sus establecimientos a redes autónomas de carácter público pero de administración privada.

PRIORIDADES

  •  Implementar el sistema de seguridad social.
  •  Reparar e higienizar, equipar y dotar de medicamentos a los hospitales.
  •  Reducir las muertes maternas e infantiles.
  •  Elevar la cobertura de inmunizaciones.
  •  Enfrentar la violencia como problema de salud colectiva.
  •  Ejecutar acciones preventivas en toda la población.
  •  Declarar prioritarios los medicamentos esenciales y ajustar el precio de los fármacos en general, sobre todo los importados, conforme a la baja registrada en la tasa cambiaria.

INDICADORES DE SALUD

  • La esperanza de vida al nacer para 2000-2005 se estima en 70 años y la tasa bruta de mortalidad de 5.77 por mil habitantes.
  • La mortalidad neonatal subió de 21 por mil nacidos vivos en 1992-1997 a 22 por mil en 1997-2002.
  • La mortalidad infantil bajó de 47 por mil nacidos vivos en 1990-1995 a 40 en 1995-2000. La Encuesta Demográfica y de Salud (Endesa) 2002 la estimó en 31.
  • La principal causa de muerte infantil son aún las enfermedades transmisibles.
  • Las enfermedades diarréicas agudas representan aún un serio problema en menores de cinco años. Figuran entre las primeras causas de muerte y segunda de consultas.
  • Endesa 2002 ratificó la importancia de grado educativo de la madre para la salud. Estableció que la probabilidad de muerte infantil varía desde 53 por mil en mujeres sin instrucción hasta 26 por mil en las madres de nivel secundario o superior.
  • La mortalidad materna constituye un grave problema. Endesa 2002 la sitúa en 178 por cien mil para 1992-2002.
  • Por grupo de causas sobresale la alta mortalidad por enfermedades circulatorias, neoplaias o tumores.
  • La prevalencia promedio del VIH- Sida es de 1% y de 5% en bateyes. Es primera causa de muerte en mujeres fértiles en el Distrito Nacional.
  • La tasa de mortalidad por tuberculosis fue en 2003 de 57 casos por cada 100 mil habitantes, reportándose 4,963 casos, de los que 4,276 fueron nuevos. El dengue tuvo una incidencia de 37.6 en el 2002, y la malaria de 15, notificándose para ese año 1,296 casos. Los objetivos del milenio plantean reducirla a 648 casos al 2015 y la mortalidad a menos de siete.

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