¿QUIÉNES SOMOS …HACIA DÓNDE VAMOS?
La crisis: una oportunidad para cambiar el curso del país (y 12)

¿QUIÉNES SOMOS …HACIA DÓNDE VAMOS? <BR>La crisis: una oportunidad para cambiar el curso del país (y 12)

POR MINERVA ISAY ELADIO PICHARDO
Un país, una familia, un individuo, pueden sucumbir o salir fortalecidos de una crisis, catalizador capaz de reencauzar el rumbo de una vida, de hundir o lanzar a una nación al desarrollo, de cambiar el curso de su historia. El optimismo, la fuerza espiritual y volitiva con que encaremos la adversidad, determinarán nuestro destino. ¿Hacia dónde vamos? El camino lo surcaremos cada día con disciplina y esfuerzo, optimizando los recursos humanos y las riquezas naturales, potencializando el ingenio, la inteligencia y la voluntad. Sin pausas ni demoras, debemos transitarlo con una perspectiva de futuro trazada por un proyecto de nación, un plan nacional de desarrollo de largas miras, concentrando en esa dirección todas nuestras energías creadoras.

El tiempo apremia. Llegó la hora de la acción, de retomar viejas quimeras, los nobles ideales y utopías transformadoras, los sueños de una mejor nación, de construir una sociedad firmemente estructurada con valores éticos y morales, afianzada en el estudio y el trabajo, motorizada por la firme determinación de emerger robustecidos del marasmo espiritual, mental y material en que nos sumergimos. La hora de planificar, de introducir los cambios pertinentes al desarrollo sostenible. No estamos condenados a este sistema seudodemocrático, elitista, excluyente, al paternalismo y el clientelismo, a un modelo que reproduce la desigualdad, la corrupción y la impunidad, una baja escolaridad y elevados índices de violencia y delincuencia.

Es tiempo de definir cuál es el país que queremos. Un país que respete la Constitución de la República y las leyes, conformando un Estado que garantice la alimentación y el trabajo, el derecho a la vida. Habitado por ciudadanos con un compromiso social, auténticos, militantes, que reclamen sus derechos y den cabal cumplimiento a sus deberes, participen en la gestión estatal y mantengan en un permanente escrutinio el manejo del erario.

Comencemos sin demora a edificar una nueva nación donde las ráfagas del crecimiento económico arrasen la creciente y avergonzante pobreza, origen de la diáspora dominicana y migraciones internas que transformaron la geografía nacional, despoblaron los campos y arrabalizaron las ciudadades, circundadas por cordones de violenta miseria y de insania ambiental.

Un éxodo masivo que comenzó hace cuarenta años al romperse el dique de la tiranía trujillista y aún no se detiene, elevando la población urbana de 35% en 1970 a 63.6% en la actualidad, que agravó la dotación de servicios básicos y aumentó el déficit habitacional a unas 650 mil viviendas anuales.

No es ese el país que queremos. Aspiramos a una nación sin el desempleo y la desesperanza que expulsó al exterior a casi dos millones de hombres y mujeres, obreros, domésticas y prostitutas, también profesionales en los que el Estado invirtió en su educación, una incesante fuga de cerebros que se lleva al exilio económico a personas cada vez más calificadas.

De la emigración cosechamos remesas convertidas en pilar de la economía, incrementadas de US$314.8 millones en 1970 a más de US$2,500 millones en el 2004. Pero, a la vez, la búsqueda de un medio de vida que le niega su país entierra en las aguas del Canal de la Mona a náufragos de los indetenibles viajes ilegales, desintegra familias, deja en desamparo a miles de niñas y niños. Nos trae delincuentes, extraños patrones conductuales que desdibujan nuestra identidad, trata de blanca y ajustes de cuentas por narcotráfico.

Mientras, con el éxodo del campo a la ciudad, se expanden los asentamientos urbanos marginales cada vez más poblados por migrantes haitianos, el fétido caserío con su tétrica «parte atrás», puntos focales de tensión social, interminables laberintos y cañadas malolientes, antros de delincuencia e insalubridad, habitados por niños desnutridos y ancianos tuberculosos, hombres y mujeres avasallados por la desesperanza.

No es ese el país que queremos. Anhelamos una nación con un gobierno sin populismo ni demagogia, que ponga fin a la dicotomía entre discurso y hechos, menos retórica y más acción, que en interés de privilegiar proyectos de mayor rentabilidad política, no postergue las prioridades que deben estar en la agenda nacional inmediata y de mediano y largo plazos. Un gobierno que, definitivamente, enfrente las carencias ancentrales, los déficits de agua potable, electricidad, educación y salud, protección de los recursos naturales.

Para reemprender nuestro camino hacia otras realidades, debemos ser originales, propone el historiador Roberto Cassá, al abogar por estrategias de transformación política, económica, social y cultural. Retomemos la propuesta de Pedro Francisco Bonó en tal sentido, que los sectores dirigentes, políticos, económicos e intelectuales estén dotados de creatividad. Sobre la necesidad de «cerebros pensantes» insiste, igualmente, monseñor Francisco José Arnáiz.

—Tenemos que pensar en el futuro -dice el prelado-, la República Dominicana está llena de increíbles posibilidades, lo que hay que tener es creatividad y riñones, apretarse los dientes y salir para adelante. Tenemos unas perspectivas excelentes, industrialicemos todos los productos del campo, hagamos grandes empresas cooperativas. Aquí hace falta creatividad para abrirnos caminos y después hacer rentables muchas cosas que tenemos, que hoy no lo son porque las hacemos sin técnicas modernas. Nos falta visión de futuro, más honestidad y más laboriosidad.

¿HACIA DÓNDE VAMOS?

Las manecillas del reloj del desarrollo marcan la hora de emprender el tránsito hacia una auténtica democracia, de darle continuidad al Estado con una visión de futuro, aplicar los correctivos pertinentes para enfrentar la conjunción de crisis, económica, ética y moral, institucional. Evitar que a la vuelta de unos años se repita la historia, la pesadilla de autoritarismo, irrespeto legal y abusos de poder del último cuatrienio.

Un poco más y será tarde. Es tiempo ya de iniciar la marcha hacia una renovación de los arcaicos moldes del Estado, de rediseñar toda la estructura estatal, modernizar la administración pública, barriendo con la hipertrofiada e improductiva burocracia. Aplicar la postergada ley de la carrera administrativa, aprobada hace más de un decenio, haciendo competitivo al sector estatal frente al privado.

El país necesita un remozamiento urgente de sus instituciones, más disciplina social, austeridad, educación ciudadana y participación en la gestión pública. Descentralizar aún más las provincias -propone la geógrafa Amparo Chantada-, la gobernación de los ayuntamientos, para que cada demarcación tenga un eficiente gobierno local, sea un pequeño Estado autosuficiente, regenteado por un comité de ciudadanos probos, que evite la corrupción y vuelque los impuestos al areglo de calles, eliminación de cañadas, a la higiene de las escuelas, que no todo se resuelva en el Palacio Nacional. Para eso se precisa de una modificación de la Constitución, sobre todo del artículo 55.

—Necesitamos una mayor descentralización —plantea- para integrar y aprovechar las potencialidades de cada región, que cada una sea responsable de sus dinamismos, de sus proyectos, de la aplicación de las políticas requeridas para conectarse en el mundo global, porque cada región tiene un potencial humano, cultural, de recursos naturales. Eso es fundamental en cuanto a institucionalidad, además, la independencia del sector judicial, la no intromisión de la política en los asuntos judiciales, más justicia social, menos complacencia y menos corrupción.

Llegó la hora de la acción. El momento de rescatar los mejores valores del pueblo dominicano -dice Chantada-, los del hombre y la mujer atados al trabajo, a la familia, a la palabra empeñada, y a través de una plataforma conformada por sus más capacitados y probos ciudadanos formular y ejecutar, con la participación de todos, un plan nacional de desarrollo a veinte o treinta años, conscientes de qué queremos ser, con quién nos debemos aliar.

—Como profesora universitaria, soy obligatoriamente optimista, imprimo a mis estudiantes la confianza, alegría, la gran fe en el ser humano, en la capacidad de la sociedad de generar respuestas, aquí hubo grandes respuestas a grandes problemas. El pueblo dominicano tiene reservas morales, tiene respuestas, las condiciones deben darse para que esas grandes fuerzas contenidas en la gente se encaminen hacia una misma dirección, que es un proyecto para una mejor nación, más democrática, más participativa, más solidaria.

Es preciso una nueva concepción, un redimensionamiento del Estado, fortalecer su rol como regulador y fiscalizador, neutralizar la corrupción y motorizar a la empresa privada. Fomentar inversiones –dice Chantada– en áreas donde el empresario las recupere, gane dinero, pero que se identifique con el desarrollo del país, y se frene la fuga de capitales, la más grande hemorragia junto a la fuga de recursos humanos.

LOS SUEÑOS DE JUAN BOSCH

Retomenos los sueños de Juan Bosch y otros líderes políticos, ejecutando el proyecto de una nueva República Dominicana como ellos lo concibieron, que reinvindique los anhelos de quienes ofrendaron su vida por los ideales que enarbolaron.

Creo que no se están honrando las posibilidades de esta nación – apunta el siquiatra José Dunker-, perdimos el sueño de hacer un país nuevo, las quimeras de antes fueron abandonadas y caímos en un clientelismo político desgarrador. Este pueblo merece un proyecto político serio, alguien que sueñe, Juan Bosch soñó, José Francisco Peña Gómez, Manolo Tavárez Justo, Francisco Caamaño Deñó, tuvieron un sueño de país, un ideal de cosas por hacer, pero ninguno lo logró. Está pendiente. De momento, debemos emprender una cruzada contra la corrupción y a favor de la institucionalidad del país, tenemos que redefinir los valores, perfilar la identidad dominicana.

—Hace falta un movimiento nacional, algo que nos ponga nuevamente a soñar como país. Aparentemente, eso no va a suceder con los tres principales partidos dominados por el clientelismo político, que se han burlado de los sueños de sus fundadores y han tomado el país como una vaca, simplemente para ordeñarla y sacar beneficio propio. Añoro una nueva organización, un nuevo liderazgo, alguien que levante las banderas caídas, pero el PRD se olvidó de la revolución y el PLD de la liberación.

Tampoco en la agenda del PRSC han estado reformas que impulsen el desarrollo, limitándose a sacar provecho a su condición de tercera fuerza política, a aliarse y desaliarse con perredeístas o peledeístas.

La hegemonía de esas grandes organizaciones no debe paralizarnos, es mucho lo que podemos hacer. Cada ciudadano -expresa Dunker- debe estar consciente de que la realidad nacional es el resultado de muchas realidades individuales, y en la medida en que uno se supera personalmente se supera el país, si estudio y trabajo o abro un negocio, si me realizo como persona en los deportes o en las artes, se realiza el país. Hay que elevar la autoestima, conscientes de que estamos ayudando a la nación. Podemos mejorar enormemente, pero se necesita la voluntad política para emprender un nuevo proyecto de nación, no poner remiendos a paños viejos, hacer un nuevo traje, una nueva nación. —Somos un país rico, el dominicano ha demostrado capacidad, en medio de las precariedades hemos avanzado, hay dinero pero mal distribuido, en pocas manos, alguien está haciendo todos esos rascacielos en Santo Domingo, la capital está llena de vehículos, lo que necesitamos es un buen director de orquesta, un programa de gobierno racional y serio, no podemos improvisar.

—Recuerdo que Bosch exigía un gobierno inteligente que aprovechara los recursos naturales. Nuestra agricultura se puede industrializar, tenemos una gran riqueza en frutas que deben procesarse, darle prioridad a esas cosas para que nuestra participación en los mercados internacionales sea beneficiosa.

UN POCO DE SINGAPUR, OTRO TANTO DE LONDRES

Llegó la hora de la acción. De eso está convencido el neurólogo José Silié Ruiz, quien sueña con un país que combine un poquito de Singapur, Londres y Francia, que construyamos con la mística de trabajo de los orientales, la educación de los ingleses, el buen gusto y el arte de los franceses. Imitar, no a los ejecutivos de la política de Estados Unidos, sino a los ciudadanos norteamericanos que creen en la democracia, cuestionan a sus gobernantes, conocen sus derechos y los exigen.

—Si pudiéramos tener ese híbrido, yo estaría muy feliz. Y se puede, no es soñar, no es que pretendamos tener el poder de esas potencias, sino que dentro de la realidad nacional, veamos cómo implementar eso y enseñar al dominicano a trabajar. Asumamos la responsabilidad social y política para que las cosas tomen otro rumbo, no podemos sentarnos en la peña de la esquina a llorar y ver pasar el entierro, todos tenemos que aportar soluciones. Somos un país pobre que ha querido vivir como rico, ese dejasute de la realidad, esa mentira que hemos vivido la estamos pagando, la están pagando los argentinos, los centroamericanos, y nosotros como país pobre no podíamos escapar a esa realidad.

Lo primero -dice Silié- es un plan nacional, efectivo, serio, con metas claras, con diez puntos básicos, que tienen que ser respetados por todas las instituciones. Acabar con la corrupción, el robo de los dineros del Estado que dejan de beneficiar a la población, lo que termina en la violencia más despiadada, que es la falta de alimentos, de salud y de educación.

La ejecución de un programa global, integral, propone el siquiatra César Mella, priorizando la alimentación, salud y educación para todos. —Comenzar con el ahorro interno, dolorosas medidas de reducción del gasto público, supervisión financiera. Fomentar la producción, sobre todo la agrícola, industrializándola, fortalecer el turismo y las zonas francas. Un adecentamiento del aparato judicial y un saneamiento tremendamente profundo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Un programa mínimo, libre de colores, ni morado, ni rojo ni blanco. Este -agrega- no es un problema de la partidocracia en la que ya buena parte de la ciudadanía no confía, y es que no hay en los partidos del sistema una propuesta liberadora de cierta dignidad.

—Hay tal descreimiento que la gente interpreta la prensa al revés. Ocurre como en Meteorología, los vaticinios meteerológicos cayeron en tal descrédito que si decían que iba a llover la gente salía con una sombrilla. Eso pasa con el discurso político, los dominicanos lo interpretan al revés, eso es malo, y quizás lo único que tenga de positivo es que posiblemente nos estemos avecinando en los próximos años a la construcción de fuerzas políticas nuevas.

Mientras, permanecen intocables las raíces de graves problemas políticos, económicos, sociales y culturales. Hasta el momento sólo se atacan, y no debidamente, algunos síntomas. Las causas no se tocan o se reincide en ellas, de modo que aún cuando haya un respiro, una tregua, el mal retoñará, volverán los déficits fiscales, los cíclicos ajustes y desajustes económicos, la devaluación e inflación, seguirá el incremento de la pobreza y de la delincuencia, que ya tienen dimensiones alarmantes.

Las manecillas del reloj marcan una hora crucial, la hora de la acción. Un poco más y será tarde. Mas, todavía estamos a tiempo de convertir la crisis en la mejor oportunidad de desarrollo que país haya tenido en su historia.

UNA PATRIA VERDE

¿Qué podríamos hacer para tener el país que queremos? Si invocáramos a Juan Pablo Duarte y le preguntáramos cuál sería la República Dominicana que soñó, por la que tuvo tantos desvelos, si lo preguntáramos a cualquiera de nuestros grandes hombres, sin dudas coincidirían con el ecologista Eleuterio Martínez:

—Yo quiero una patria verde para mí y para mis hijos, una patria con agua, ríos y parques nacionales, donde los flamencos puedan seguir volando, donde podamos bañarnos en un río de agua limpia, en la que nos permitan subir a las montañas, al pico Duarte, y desde allí recordar a nuestro Padre de la Patria.

—Quisiera un país con agua, con bosques, donde existan formas de vida como las plantas, las aves, los mamíferos, los reptiles, un país donde haya naturaleza, no solamente con grandes elevados y avenidas.

UN PAÍS JUSTO

Eso requiere –dice el historiador Roberto Cassá–, de una decisión política, cambios radicales que hagan efectiva una democratización real, una participación del pueblo en la gestión pública y que elimine los males en el Estado, el clientelismo y el patrimonialismo, que sancione las ilegalidades, la corrupción, que instituya normas obligadas de desempeño de los asuntos públicos, que ponga al Estado bajo el escrutinio de la sociedad de manera continua. Y que mediante programas efectivos, combinando la acción estatal y la autogestión de la población, ataque los grandes males sociales y culturales.

La sociedad requiere de una modificación de sus parámetros de funcionamiento en varias órdenes, la eliminación o disminución drástica de los niveles de desequilibrio y ausencia de equidad, o sea, políticas redistributivas efectivas, de protección al productor nacional, particularmente al pequeño poroductor que está desesperado y en proceso continuo de pauperización rural y urbana.

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MIRIAM DÍAZ, SOCIÓLOGA:

Hay que continuar lo que se ha planteado en el sector educativo, hemos avanzado, pero todavía existen niños fuera de las escuelas. Tenemos que lograr la cobertura universal, para este siglo es necesario cubrir el ciento por ciento de los alumnos que asistan a los centros de enseñanza, por lo menos en el nivel primario.

FRANCISCO JOSÉ ARNÁIZ, OBISPO EMÉRITO:

De cara al futuro, el pueblo que yo quiero es un pueblo altamente educado y capacitado, una nación con una legislación a la que nos sometamos y los que la violen no queden impunes. No podemos pensar en una mejor nación sin una mejor ciudadanía, y no la vamos a tener sin una educación universal, eso es básico, como también los servicios fundamentales.

ISIDORO SANTANA, ECONOMISTA:

Tengo que ver a mi país con una mejor educación, una mejor cultura, mejor capacitación y un adecentamiento de la vida política. Debemos crear conciencia en la juventud y orientarla con nuestro ejemplo, llenarla de optimismo. Debemos obligar a los gobiernos a actuar en dirección correcta, un punto por el que debe girar la acción hacia una mejor nación.

HÉCTOR MATEO, CARDIÓLOGO:

Todos tenemos responsabilidad en el desarrollo de la nación y en crear fuentes de riqueza, independientemente del Estado, no ser garrapatas, parásitos. Creo que debemos ir creando conciencia en la juventud acerca de estos problemas y cómo enfrentarlos. Soy optimista, si tenemos educación, una buena orientación moral y cumplimos la ley, si tenemos un gobierno decente, orientado hacia la comunidad, tal vez podamos ver una luz al final del túnel.

ROBERTO CASSÁ, HISTORIADOR:

Debemos acometer programas de reconstrucción que impliquen procesos sostenidos de mejoría de las condiciones de vida de la gente, en términos de lo que eventualmente es factible dentro del panorama mundial actual y de lo que hoy día es la sociedad dominicana. Son planteamientos mínimos, yo aspiraría a mucho más.

EDUARDO CUELLO, EDUCADOR:

Quisiéramos ver un país que pueda darle la oportunidad a la gente para que pueda accesar a mejores servicios en educación, donde no haya discriminación, diferencias tan marcadas entre los que asisten a las escuelas públicas y los que van a grandes colegios.

FRANK MARINO HERNÁNDEZ, SOCIÓLOGO:

Acatamos las leyes pero no las cumplimos. Desde siempre, aquí la ley se ha reconocido como un instrumento para manipular, extorsionar, expoliar y castigar a los débiles, no a los poderosos que se pusieron por debajo de los edictos pero por encima de su cumplimiento.

MARISOL VICENS, EMPRESARIA:

Cuando logremos una rendición de cuentas vamos a tener mejores gobernantes, mejores instituciones, incluso mejores ciudadanos, que estarán vigilantes y preocupados por reclamar sus derechos y cumplir sus deberes. El respeto, el fortalecimiento de nuestras instituciones es una herramienta indispensable para nuestro desarrollo como nación, no podremos desarrollarnos como país ni tener una economía en crecimiento si no fortalecemos la institucionalidad.

ERNESTO CABRERA VARGAS, SIQUIATRA:

Tenemos un grave problema dentro de las Fuerzas Armadas y la Policía que hay que revisar, y es sobre los métodos que se utilizan para evaluar sicológicamente las personas que van a poseer armas de fuego o a ingresar a esas instituciones. Además, es necesario la honestidad en la aplicación de justicia y celeridad en el conocimiento de los casos.

AMPARO CHANTADA, GEÓGRAFA:

Se debe pensar en qué país queremos, cuál es el papel de la universidad, qué profesionales necesitamos, qué clase de personas hay que formar para tener una mejor nación, más humanas, más solidarias, con más capacidad de respuestas frente a los técnicos del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, del poder económico mundial.

MAURO CASTILLO, SIQUIATRA:

La población sueña con un país donde haya seguridad social, económica, educación, todo eso que al hombre angustia tanto. Esperamos un mundo mejor, comenzando por vivir en paz, la paz social, la tranquilidad que da una alimentación segura. Debemos tener confianza en nosotros mismos, convertirnos en un pueblo optimista, enseñar a la gente a manejar las frustraciones.

TEODORO REYNOSO, PASTOR EVANGÉLICO:

Creo que en nuestro país hay muchos recursos, todavía hay valores humanos, y si se mancomunan esfuerzos podemos echar al país hacia adelante. Lo que ha sucedido es que durante muchos años la mayoría de la gente buena se ha apartado de la política, y es un gran error.

ELEUTERIO MARTÍNEZ, ECOLOGISTA:

En los últimos veinte años he estado viendo impotente cómo desaparece la alfombra verde que cubría esta isla. Cuando se extingue el bosque no sólo los ríos se quedan sin agua, desaparecen también los animales, porque esa es su casa. Para detener esa situación, hacen falta políticos comprometidos con su país, capaces de asumir con responsabilidad el futuro.

CÉSAR PÉREZ, SOCIÓLOGO:

Creo que esta sociedad tiene muchos deseos de superación, de cambios, lo que pasa es que ha sido traicionada por quienes la han representado o por quienes han depositado su confianza para hacer el proceso de cambio, hay mucha gente que ha traicionada esa confianza. Lo que tenemos que exigir es una modificación en la forma de cómo administramos el país, tanto en el sector público como en el privado. Esas son las mentalidades que tenemos que cambiar si queremos tener una sociedad mejor.

JORGE CELA, SACERDOTE:

El país que necesitamos es un país donde la fuerza del mercado actúe y promueva el crecimiento económico, que haya mayor solidaridad y justicia. Y al tiempo que se esté logrando un crecimiento económico, el Estado haga más eficiente el desarrollo humano a través de la inversión social. Necesitamos mayor seguridad ciudadana, una Policía más respetuosa, más eficiente, respetuosa de los derechos humanos, que la comunidad se involucre en la preservación de la ciudadanía, y que haya esa disposición en el gobierno.

RAFAEL TORIBIO, POLITÓLOGO

Creo que sí hay solución, que es posible tener políticos diferentes, cómo llegar ahí es lo difícil de encarar, porque el problema es que estamos entrampados en que la institucionalidad del país depende de los políticos. Tenemos que recuperar la institucionalidad democrática, volver a tener normas de comportamiento, el problema es que al pasar de una sociedad premoderna y una sociedad moderna, las normas informales tienen que convertirse en formales.

JOSÉ SILIÉ RUIZ, NEURÓLOGO:

Somos un país pobre que ha querido vivir como rico, ese desajsute de la realidad, esa mentira que hemos vivido la estamos pagando, la están pagando los argentinos, los centroamericanos, y nosotros como país pobre no podíamos escapar a esa realidad.

ANTONIO THOMÉN, ECOLOGISTA:

Necesitamos un reforzamiento de nuestra identidad como pueblo, quiénes somos, hacia dónde vamos, qué queremos, lo que significa una vuelta hacia la independencia de nuestro país, hacia la soberanía plena, hacia la autosuficiencia alimenticia.

CÉSAR MELLA, SIQUIATRA:

Me siento optimista sobre el futuro de la nación, y los dominicanos vamos a seguir hacia adelante, porque estoy consciente de que República Dominicana tiene todas las posibilidades de tener un futuro mejor.

JUAN CHRISTIAN MALUF, INGENIERO:

Me gustaría ver al país que dé a la educación la importancia que merece, que deje de fundamentar el desarrollo en la miseria de los salarios que se paga a la gente, específicamente en las zonas francas. Un país que haga una reforma profunda en la educación que permita no desfasarnos mucho en tecnología, con medicinas en los hospitales, que se asegure un techo, la vejez, el retiro de la gente. En fin, lo que busca toda sociedad moderna, desarrollada.

JOSÉ ANTINOE FIALLO, EDUCADOR:

Mientras los encuentros de diálogo, de seguimiento, se estén haciendo con una élite, no van a tener resultado, porque los que participan no piensan a partir dela vida cotidiana de la gente, sino en tratar de resolver las crisis, evitar que se agraven y las élites tengan más progreso.

MATEO ANDRÉS, SACERDOTE:

La solución definitiva no la tenemos ni tú ni yo ni el gobierno ni nadie, la solución es todos los hombres, mejorando, haciendo que mejoren tus hijos, hacer más feliz tu hogar, a los seres más próximos a tu hogar, eso es lo que podemos hacer, porque las soluciones universales, cósmicas, no existen.

LUIS ROSARIO, SACERDOTE:

El país tiene capacidad, aquí hay personas que se están preparando, que tienen buenas intenciones, jóvenes valiosos que estudian o trabajan. No todo el mundo es ladrón, hay gente seria que lucha para lograr una mejor nación.

NELSON MORENO CEBALLOS, SIQUIATRA:

La esperanza es algo inherente en las personas que permite vivir aceptando las situaciones del presente como transitorias, porque se piensa que puede haber una solución finalmente favorable. Cuando no existe eso, se incrementan los impactos desagradables de cualquier situación.

JOSÉ DUNKER, TERAPEUTA FAMILIAR:

No se trata de buscar un candidato excepcional que dé todaslas respuestas, es un equipo, es un consenso de la gente que tiene que definir un proyecto de país, un proyecto que tiene que hacer una definición clara de la indentidad del dominicano.

RAMÓN TEJADA HOLGUÍN, SOCIÓLOGO:

Se necesita una ciudadanía que entienda que si bien estos cuatro años fueron perdidos, no se trata de volver a lo que ocurrió en 1996-2000, sino de ir más alla y de avanzar, que no se crea que ahora tenemos que aceptar que se sigan haciendo las cosas como se hacían aquella vez. Una ciudadanía con un mayor nivel de responsabilidad, y me refiero a dos elementos: conciencia sobre sus deberes y conciencia y demanda de sus derechos,

MARITZA RUIZ, ECONOMISTA:

Sería muy importante para el país si pudiéramos ser capaces de aprovechar las oportunidades que nos plantea la crisis en términos de fortalecer y mejorar nuestra producción nacional. Como todo fenómeno, las crisis siempre tienen grandes perjuicios para grupos sociales, pero traen beneficios y oportunidades.

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