¿Quiénes son los culpables?

¿Quiénes son los culpables?

LEONARDO DÍAZ JÁQUEZ
En una reunión de amigos, motivada por la Navidad, pasamos revista a diferentes tópicos nacionales, siendo uno de ellos el tema haitiano, sobre el que uno de los presentes dijo que tenemos entre nosotros cuatro millones de nacionales del vecino país, para otro acotar a seguidas que los haitianos son nuestro principal problema y los culpables de nuestros males.

Quien me quedaba al lado le salió al encuentro a la última afirmación diciendo que los culpables de nuestros males somos nosotros mismos y puso como ejemplo el contrato con la Sun Land, señalando que no entendía que el presidente de la Suprema Corte de Justicia argumentara que «no cogía presión» como justificación de la tardanza en emitir un veredicto sobre este caso, evidenciando la pobreza de nuestras instituciones.

Saqué a colación, para apoyar este criterio, que en 1967, el Instituto Politécnico Loyola instaló su primera planta eléctrica para que los que vivíamos en el internado pudiéramos estudiar, y cuarenta años después este problema sigue tal cual, siendo la piedra angular de nuestro problemas de costos y productividad, y un lastre muy pesado para nuestro desarrollo. ¿Serán los haitianos los responsables?

Otro ejemplo es la manera cómo se ha manejado todo lo que tiene que ver con la situación de desastre que se creó con la operación de la presa de Tavera. El Senado rechazó interpelar al director del INDHRI bajo el argumento de que eso es politiquero y el Presidente de la República designa una comisión investigadora integrada, entre otros, por los responsables de la destrucción provocada por el desfogue de más de 5,000 metros cúbicos de agua por segundo. ¿Qué tendrán que ver con esto nuestros vecinos?

¿Y sobre el manejo de asuntos de gobierno tan importantes para el desarrollo del país, como lo es el Presupuesto Nacional? La Ley dispone ciertas partidas para instituciones como los ayuntamientos, la Suprema Corte de Justicia, la Secretaría de Educación, entre otras, pero todos los años pasa exactamente lo mismo: El Rey, perdón, el Presidente de la República desconoce la misma y le asigna lo que su «magnanimidad» considera adecuada y seguimos tal cual, como si nada hubiera pasado. Bueno, no tanto así, este año, el presidente de la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU), al salir de una reunión con el Presidente de la República, en la que trababan la asignación presupuestaria, dijo que «nosotros queremos agradecerle al Presidente todo el tiempo que se ha tomado con nosotros, más de dos horas, como dos horas y media, creo que hemos sido un sector privilegiado, hemos abusado de su paciencia, pero nos sentimos satisfechos». ¿Habrá influido algún ‘papá bocó’ en ese nuevo desconocimiento de la Ley y en esta sumisión servil?

Por todos es conocido cómo se manejan nuestras instituciones legislativas, pasando del «hombre del maletín» al «barrilito» para convertir a simples ciudadanos en potentados políticos que ya no necesitan hacer rifas ni apelar a la solidaridad para acceder a las distintas curules y que leyes importantes tarden años en ser conocidas y aprobadas, pues la «grasa» que se exige para que sus pesados brazos puedan levantarse en gestos aprobatorios es cada día más cara. ¿Por dónde habremos de analizar la ingerencia de Louverture, Dessalines, Boyer, Papa Doc, etc., en nuestro proceder legislativo?

¿Serán también los haitianos responsables de que nuestros campesinos y obreros prefieran la emigración y el «motoconcho» a trabajar en la construcción, en la agricultura, etc., y de que los organismos que deben controlar la frontera sean tan «deficientes» y que veamos el comercio con nuestro mercado más natural de todos, como contrabando?

Como sociedad, debemos evitar actuar como los avestruces y dejar de tomar a Haití como la excusa de nuestros males crónicos. Ojalá que el 2008 sea el punto de partida para que comencemos a actuar diferente, desde el respeto a la convivencia con el vecino al respeto de la Ley, como manera cierta de construir un mejor país, para nosotros mismos y los por venir.

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