¿Quieren apoderarse del festival
y convertirlo en un vulgar negocio?

¿Quieren apoderarse del festival<BR>y convertirlo en un vulgar negocio?

POR FERNANDO CASADO
Me duele sentirme forzado a antagonizar con personas a quienes respeto y admiro. Me deja un amargo sabor y un mortificante cargo de conciencia. No es mi estilo. Esto a propósito de un extemporáneo artículo escrito por doña Carmen Heredia de Guerrero, en el que hace alusión crítica sobre aspectos de que son, inevitablemente, de mi responsabilidad como Presidente del bien llamado “Primer Festival de la Canción Eduardo Brito”.

 Cuarenta años hace, que fuera celebrado aquel inolvidable  “Primer Festival de la Canción Dominicana”, así fue llamado. Más de una generación no conoció de festivales. Quisimos ser consecuentes. A nadie puede escapársele que este es un primer evento, plantado para el futuro, que emblematizamos con el nombre insigne de Eduardo Brito y cuya grandeza nunca podremos honrar con un simple festival. Lo que si reclamamos sin pudor, es que somos quienes hemos cometido el pecado, en honor a su memoria, de eternizar un festival con su nombre. Y que no se tome como una crítica desfasada a aquellos festivales de Amucaba. De hecho el reconocimiento honroso tanto al maestro Rafael Solano como a Niní Cáffaro, ganadores de aquel festival glorioso y hacer de “Por Amor” la canción tema del festival, recreada de nuevo por su intérprete histórico con el pleno impresionante del Coro Nacional, cuyo concepto establece un precedente; la interpretación majestuosa de Maridalia Hernández de todas las canciones ganadoras en aquellos festivales de Amucaba, y la entrega de un  hermoso reconocimiento al realizador de aquellos festivales, cuarenta años atrás: licenciado. Almanzor González Canahuate, hecha por tierra cualquier prejuicio caprichoso, injusto, inmerecido, como los que gratuitamente se manifiestan en este desatino. No, no hay necesidad de “decantar egos ni protagonismos”. No nos hacen falta.  Si la “calidad” de lo que se presentó en el festival no le satisfizo, lo entendemos. No todos tenemos las mismas preferencias, gustos y refinamientos. Si ese es el país musical que tenemos hoy en día, culpa será de los que tuvieron la responsabilidad histórica de cultivar la fertilidad demostrada de nuestros compositores y no lo hicieron, creando el vacío. Sí creo, que cuando se habla de “un mar de mediocridad”, se hiere sin razón a más de doscientos inocentes, con talento o sin él, que nos confiaron sus sueños, esperanzas, esfuerzos y vuelos, y que no merecen ser despreciados ni humillados. Nadie lo merece. El compositor refleja las turbulencias de la sociedad en que vive y late. Si hay mediocridad, no sólo está presente en la canción, está en la propia sociedad, está en nosotros. La canción es sólo un síntoma. Por eso brindamos el escenario para que el arte nos premie con una nueva elevación para el futuro, un nuevo creador o un nuevo cantor de poramores. Es hora de impulsar esta nación hacia el mañana con hechos tangibles. No creemos que detractar sea la mejor manera. La crítica enfermiza, deportiva, no puede ser saludable ni ejemplarizadora, no contribuye a nada. Su meta-mensaje a la sociedad es desastroso.

 Por un hecho impensado, luego de la última ronda de la primera noche y en la prisa natural, una de las jurados dejó su acta sobre la mesa creyendo haberla entregado, cuando le fue solicitada por el Jurista encargado de recolectarlas y entregarlas al Notario para su legalización. Igualmente dos jurados habían olvidado graficar sus puntuaciones en sus respectivas actas. La situación fue detectada y solucionada inmediatamente. En tres casos hubo que adicionar las puntuaciones omitidas y como consecuencia de ello considerarlas para “finalistas”. Como ya habíamos anunciado las 12 “finalistas” al terminar la primera noche de Festival de la Canción, entendimos que si establecíamos una eliminación por puntuaciones, sería una crueldad sin nombre para los que por esta razón serían eliminados para llevar hasta 12 el número de canciones “finalistas”. Por esta simple razón, en mi calidad de Presidente del Festival, decidí que cantasen 15 y no 12 como se había establecido. De más está decir que los reglamentos facultaban al Consejo Directivo y a su Presidente, a tomar este tipo de soluciones, siempre en beneficio de los artistas y del Festival.

 Me lastima, en boca de tan respetada dama, la filosidad de una frase tan despiadadamente tendenciosa y dañina, cuando expresa que “el Festival de la Canción  fue cuestionado por su falta de transparencia”, aunque en una elegante vuelta de trapecista experto, y reflejando, a mi escaso modo de ver, la razón fundamental para tan agresivo empellón periodístico, se generaliza el contexto desde lo artístico hacia el área movediza de lo plural, cuando expresa, quizás inconscientemente y afirmando una subjetiva falta de “transparencia”, citamos: “que una vez más, hasta en un simple festival, se entiende que no es más que una palabra hueca, pura retórica”. Al decir “una vez más”, deja dicho que ha sucedido en otras ocasiones, es claro que se le escapan resabios críticos contra otros estamentos que no son precisamente los de nuestro Primer Festival de la Canción Eduardo Brito. Nos declaramos incompetentes para tratar en ese campo.

 El Festival juzga el talento y el talento no tiene edad. Todo dominicano, por el simple hecho de serlo, tiene el derecho a que se le permita demostrar su genio, sus habilidades y hasta decidir hacer el ridículo si lo desea. A nadie se le puede discriminar porque sea viejo o joven, ese es el principio que cuidamos y defendemos en este Festival. Si así fuese Luchy Vicioso, Jazmín o Mozart, Fernandito, Aída Lucía, Mariita Montez o Monina Solá y hasta Nuria Piera, hubiesen tenido que esperar años para ser descubiertos y aplaudidos. Todos hubiésemos perdido. Realmente lamentamos que no surgiera un niño prodigio, algunas vanidades se hubiesen opacado.

 La responsabilidad de una situación indeseada, en el caso forcejeante de Cheo Zorrilla, recae con todo su peso, y es saludable aclararlo, no en el Festival, sino en el hecho lamentable de que dos jurados: Rhina Ramírez y Ángela Carrasco, quienes por una decisión íntima y personal, decidieron levantar sus paletas con el número 5, y al momento de graficar su puntuación firmaron de puño y letra un número 4 en sus actas. Estas actas pasaron directamente y sin intermediarios de manos de cada una de ellas a los juristas que legalizaban y oficializaban la puntuación de  68 puntos. Toda esta actividad de legalización se desarrollaba frente al público y los propios jurados.  Para el Festival, las actas firmadas y legalizadas tienen fuerza de ley. Las paletas son sólo parte del espectáculo.

 Se trabajó duro en preparar el escenario  para un montón de soñadores y más que todo, para un pueblo que debe estar hastiado de tantos fabricantes gratuitos de tormentas banales.

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