¿Quieres ver un ángel?

<p>¿Quieres ver un ángel?</p>

RITA DE MOYA DE GRIMALDI
In memoriam a un hermano de comunidad
Arquitecto. Buena familia. Joven activo, rápido, diligente, inquieto, alegre, con miles de proyectos, extrovertido. Esposa y dos hijos. Hermanos, amigos. Hace apenas unos días ya no está entre nosotros. No recordamos sus cualidades porque se haya ido. Realmente era así. Y se pudiera decir mucho más, aún.

Hoy, tocamos aspectos que van más allá, que trascienden, que reconfortan ante su ausencia.

Dios en su infinita misericordia y sabiduría sentó en silla de ruedas a este dinámico arquitecto, mientras puso en movimiento, en marcha -a todo motor- su vida espiritual que ya desde antes cultivaba en su comunidad de la Parroquia Jesús Maestro.

Hace 11 años muchos pensaron que todo se terminaba con un accidente al chocar una patana el vehículo en el que se desplazaba por Las Américas, junto a su esposa. Se paralizaron sus piernas y su ritmo de vida. Su fe, no.

Once años!! Algunos pudieran exclamar con asombro y pena. Muchos otros, no. Dice la palabra de Dios: “Un día es como mil años y mil años como un día”. El ya ha alcanzado la ansiada meta del cristiano, la Vida Eterna.

Al enterarme del acontecimiento de su fallecimiento cogí a mis hijas y les dije: “Vamos a ver como muere un cristiano”. Para qué contar. Aquella Iglesia. Aquellos hermanos. El corazón de aquella hija agradeciendo a Dios por haberle permitido a su papá todos estos años. Hoy muchos jóvenes no entienden y/o no soportarían tal situación. Sólo el sentido cristiano fortalece.

El día en que Dios le permitió a Jhonny dar el último paso para entrar al Cielo fueron nuestras vidas las que se inmovilizaron. Todos paramos nuestro ajetreo, el afán del diario vivir. Recordamos la vida de Juan Luis (Jhonny) Rodríguez Gil. Todos pusimos en “pausa” el cassette de nuestras vidas y reflexionamos.

Dios, arquitecto de la Vida construyó un final espiritual feliz para este joven y también permitió que él construyera una familia llena de verdaderos valores en la cual cada uno de ellos hoy puede gritar al mundo su vivencia mirando al Cielo. En adelante, frente a otros en igual situación, ellos podrán pasar el verdadero sentido de la vida tendiendo la mano a quien lo necesite, llevando consuelo, amor y fe.

Nosotros que caminamos, que se nos pasan días sin un gesto de gratitud hacia Dios por la maravilla de movernos, por la simpleza de vivir, y nos centramos en el materialismo y la inconformidad aprendamos la lección de esta conversación que ha tenido el Padre con nosotros a través del testimonio y vida de este hermano que no dejó que su espíritu se doblegara a la invalidez de lo físico.

Puede ser que alguien ose murmurar: “Qué pena, morir comenzando el año”, fecha en que el ser humano se envuelve de esperanzas e ilusiones. Aunque la tristeza humana nos arrope ante tal pérdida, existe la seguridad de que este hermano ha comenzado el año de manera perfecta. Precisamente esa es la esperanza y alegría del cristiano: El encuentro con el Padre. Solo al bendecir la historia de salvación que construye como buen arquitecto de nuestras vidas aquel que reconocemos como Papá-Dios entonces, cobrará verdadero sentido cada palabra del Padre Nuestro y el Credo que aprendimos cuando niños y podremos profesar nuestra fe al mundo.

Es buen momento en este comienzo del 2007, para echar a andar nuestra vida espiritual para cuando el Señor nos diga: “Hijo mío” estemos atentos y preparados para decir: “Dios mío”.

Sirva para el mundo y nuestras vidas el caso inolvidable de este arquitecto. Lo que para los hombres es imposible e insufrible, para otros que vienen a ser como ángeles la muerte, a pesar del dolor, les llega dulcemente entre cantos. Levantemos los ojos a los montes y entendamos que no importa la forma si no el estar preparados. Con amor, familia, hermanos de comunidad y, principalmente, con fe la muerte es absorbida en la victoria.

Y esto, amigos, no es magia…simplemente es Dios.

Mi familia en particular recuerda las innumerables llamadas de Jhonny que, olvidando su situación, nos daba la vuelta una y otra vez por teléfono -hace ya 7 años- para reconfortarnos cuando nuestro papá padecía un cáncer terminal. Por igual, comentaba de Jhonny un hermano de su comunidad: “Iba a su casa a darle ánimo y era yo el que salía renovado” ante el testimonio de éste que hoy disfruta de las promesas celestiales. Con razón me dijo la hija de Jhonny, Solange (prodigiosa promesa del pincel dominicano), en el funeral: “¿Quieres ver un ángel? Aprovecha y mira a mi papá”.

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