A principios de la década de los sesenta del recién transcurrido siglo XX abandoné mi vida campesina de 15 años para trasladarme de forma definitiva a la capital dominicana con el consabido propósito de estudiar la carrera de medicina en la entonces Universidad de Santo Domingo. Recién se había producido el magnicidio del generalísimo Trujillo. En diciembre de 1962 se habrían de celebrar las primeras elecciones libres luego de transcurridos 31 años de la férrea dictadura. Fue para esa fecha que escuché a un político regresado del exilio cuyo eslogan de campaña se concentraba en la frase “Dominicano, préstame tu voto”. Lejos estaba quien escribe saber que Juan Isidro Jiménez Grullón era un médico dominicano radicado en Venezuela y que impartía docencia como fisiólogo en la Escuela de Medicina de la Universidad de Caracas. Luego me enteré de que también era sociólogo, ensayista e historiador. Había iniciado sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho para luego trasladarse a Francia donde optó por la carrera de Medicina graduándose de doctor.
Analizando el Gobierno que precedió a la tiranía, es decir el de Horacio Vásquez decía: “El régimen de Vásquez no señalaba progresos en la evolución de las técnicas y las ideologías políticas. Los viejos partidos, bajo el disfraz de los nombres ya mencionados (nacionales, progresistas, liberales, republicanos), seguían siendo de tendencia personalista. Sus cuadros estaban dominados por profesionales del politiqueo… Así veía el observador estudioso el presente y el futuro inmediato. Para él, casi todas aquellas banderías militantes representaban, más o menos la misma cosa: un sistema político en plena descomposición…Escaseó el político digno y honesto. Buscábase el enriquecimiento personal y se consideró al Gobierno como un medio insustituible para su logro rápido”.
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Ese escrito generado entre 1939 y 1940 concluía: “Estamos en el vórtice de un importantísimo momento histórico. Insospechadas transformaciones político-sociales aguardan a todos los países. Si las democracias perecen, se iniciará una era, probablemente efímera, de regresión. Si triunfan, comenzará una nueva etapa histórica, que ensanchará el imperio de la dicha y la justicia entre los hombres”.
Haciendo paralelismo con nuestra labor de investigación de las causas de muertes en la República Dominicana y segmentando la población del siglo XXI en infantiles, adolescentes, mujeres y hombres, así como de nacionales haitianos residentes en el país, notamos lo siguiente: es mayor la muerte de niños, niñas, embarazadas, parturientas y adultos jóvenes que la de ancianos. La mayoría de estos fallecimientos obedecen a causas prevenibles y curables.
En el caso de las muertes violentas que engloban los accidentes, homicidios y suicidios son todas potencialmente evitables. El control del uso y abuso del tabaco, drogas y alcohol reducirían enormemente las muertes juveniles. El cambio en los modelos sedentarios de vida y de alimentación reportarían menos muertes cardíacas repentinas.
Si nuestras escuelas de medicina pusieran mayor énfasis en el diagnóstico temprano de las enfermedades más que en el tratamiento medicamentoso de los síntomas no tendríamos en las mesas de autopsias los miles de cadáveres de gente que asistió a una sala de emergencia y que fue despachada para morirse en su casa sin saber de qué y por qué.
Aunque se trate de una perenne quijotada utópica insisto junto al colega Jiménez Grullón en que un mundo futuro mejor es posible.