Coincidiendo con el 179vo. aniversario de la fundación de la sociedad patriótica “La Trinitaria”, decenas de miles de dominicanos protagonizaron el pasado domingo una marcha histórica contra la corrupción y la impunidad, contra viento y marea; a pesar de las amenazas de lluvia y de exclusión política; y haciendo con ello honor a las primeras palabras de nuestro Himno Nacional, mientras exigían que se investigue y castigue ejemplarmente los sobornos, las sobrevaluaciones y las transacciones fraudulentas en la adjudicación de obras, como con la brasileña Odebrecht y otras empresas; en perjuicio del Estado dominicano, hoy en manos de un grupo de desalmados. Quisqueyanos Valientes…
Así mismo, frente a nuestras costas, en el norte de Sudamérica, el hermano pueblo de Venezuela, tras cien días de manifestaciones de protesta, que le han costado ya una centena de vidas, ha realizado un plebiscito ciudadano de repudio al poder dictatorial que lo oprime en nombre de un socialismo inexistente, lo que hace honor a los primeras palabras de su Himno Nacional: ¡Gloria al bravo pueblo…!
Aunque no se trata exactamente del mismo caso, hay en común en los dos países una historia de más de 50 años de regímenes cuasidemocráticos, con ciertas libertades; pero donde predomina el caudillismo y la dependencia del extranjero en lo político y lo económico, y una gran tolerancia a la corrupción y la impunidad, con el crecimiento exponencial de una oligarquía empresarial asociada al poder político; mientras se mantuvieron rezagadas las políticas efectivas para mejorar la productividad, la educación, la salud, la vivienda y otros aspectos capaces de inducir el desarrollo humano y la participación social; todo lo cual derivó en el repudio a los partidos tradicionales, el populismo, la desinstitucionalización y el despotismo, aunque este con diferentes modalidades.
Es el momento de que los grupos sociales fundamentales hagan conciencia de que es necesario cambiar de rumbo y apoyar movimientos sociales y políticos capaces de darle prioridad al hombre común y a los valores, por encima de los seres “iluminados” que terminan abusando de su poder para eternizarse y enriquecerse.
Las jornadas del 16 de julio son manifestaciones de los grandes cambios que se están produciendo en la vida pública de América Latina, que deben conducirnos a niveles superiores de vida democrática y convivencia social.