Al finalizar el año hacemos ese recuento que ya es sabido y que es universal. Cuando nos adentramos en las profundidades laberínticas del afecto, la vida nos convoca y el alma también.
Si por alguna razón nuestras amarras del corazón se quedadaron fijas a lo largo de todo el 2003, año triste y difícil para dominicanas y dominicanos, el 2004 año cuyo número final es par, debe tener respuestas que nosotros mismos debemos modelar.
En primer lugar, nadie en la política, vale un infarto suyo, mire ese mundo con lupa y si hay la necesidad de asumir actitudes ciudadanas determinadas, prepárese, porque parece que los tiempos en que salíamos a la calle se volverán a repetir, para eso habrá que tener el corazón en las manos, tener conciencia del país que vivimos, y saber que no debemos formar parte de la confusión que anuncia su entrada triunfal en el panorama nacional.
Quitar las amarras al corazón para entender que la expresión ALucha Contra La Pobreza@ se presta a confusión, se habla con gran insensibilidad de ese tema, daría la impresión de que a quienes se ayuda les cortaron los brazos y no pueden trabajar, o como si estar comprendido en el término implica un paternalismo, clientelismo vulgar… En este 2003 que casi agoniza, por suerte, recordemos bien que la verdadera lucha contra la pobreza es tener en cuenta que quienes sufren la pobreza lo que desean, en su gran mayoría, es tener empleo, vivir con la frente en alto, con una dignidad que muchas veces no tienen, los supuestos patrocinadores de Ala lucha contra la pobreza@.
Un gran viento de gran demagogia se aproxima, para convencernos de que vayamos a un pasado superado con sangre y dolor, héroes y mártires.
En la historia Dominicana común, diciembre casi siempre ha sido un mes para convocar la alegría y el encuentro, a pesar de lo calamitosa que ha sido nuestra historia política.
Pero este diciembre del 2003, quiero hacer un bello artículo sobre las amarras del corazón y juro, que desde que lo inicié, no me sale, porque sé leer futuros, porque el ejercicio de la reflexión constante me lleva a mirar hacia lo lejos y anticipar muchas cosas. No soy profeta, mi apellido podría confundir, pero tengo una fe absoluta en que la capacidad de análisis de los seres humanos aplicado a la política ( especialmente en un país de un nivel de degradación como el nuestro ), puede dar resultados óptimos, a lo largo de todo este año mis artículos de política nacional, así lo han demostrado…
Quizás, me atrevo a sugerirlo, habrá que quitar las amarras del corazón para mirar este panorama y saber que un país siempre será más trascendente que quienes conspiran para destruirlo y que sin amarras del corazón debemos saber distinguir entre quienes lo destruyen (por megalomanía, capricho propio, insensibilidad y locura personal) y quienes le aman estando en disposición de quitar amarras del corazón para con los humanos colores de la muchedumbre ciudadana, hacer valer el derecho mínimo de la Democracia, que mal o bien hemos todos construido, con nuestros duros esfuerzos de institucionalidad y deseos reales de progreso…
No dejemos que sea la casualidad la que norme nuestras esperanzas, no dejemos que nadie se ría de nuestra tristeza, tampoco dejemos que los que están en minoría en el proyecto de la ilusión universal, nos quiten la justificada sonrisa para recibir el año 2004.
Los años, a fin de cuenta, quizás sean todos iguales, todavía estamos vivos para darnos cuenta de lo que afirmo, lo que hizo diferente cada año fueron hechos y circunstancias, o lo que pudiera ser lo mismo: el proyecto de estar bien con nuestro prójimo, cada año han sido el propósito y la intención.
Pero si el prójimo se niega a estar en paz con nosotros, evitemos esa ira, pero no pongamos la otra mejilla, porque nadie que no nos quiera lo merece y mucho menos si se ha venido burlando de nuestra noción de respeto hacia autoridades que no han ejercido sus mejores oficios para merecer esa noción de respeto, más claro de ahí, no lo pueden tener…
Harán falta corazones, millones de corazones, para enfrentar todos los intentos de confusiones posible, porque la estrategia sería dormirnos en la confusión de los dictámenes, en los juegos legales de no muy pública confianza…
Harán falta muchos corazones sin amarras, millones de corazones que tengan el privilegio de recordar nuestra historia y sus malas huellas, para no repetir esas pisadas, para no revivir esos largos potreros de sangre hermana, torturas y vejaciones…
Yo hubiera querido en este último artîculo para despedir el 2003, reflexionar sobre las amarras y el corazón, sobre la necesidad de la generosidad anónima, sobre el efecto mágico que tiene vivir la coherencia de la verdad en un país que se nos cae a pedazos, mientras nos dibujan a base de publicidad interesada y machacante, una realidad que nada tiene que ver con lo que vivimos a diario.
Creer en nuestras voluntades, arrimar el hombro y tener fuertes convicciones, solo eso nos llevarâ a mirar mejor el futuro y a olvidar estos espejismos que pedirán de todos nosotros, en un momento determinado, que las calles sean abarrotadas de seres que hayan quitado sus amarras del corazón : porque lo que viene se muestra testaduro,indolente, cínico y de abusos mayores…
Al menos en diciembre tenemos el cronológico consuelo de que cambiaremos de año, viento fresco que llega y no avisa, flores rojiverdes que a pesar de todo, nos circundan y nos protejen de una amargura que debemos evitar…
Aquí y ahora, lo importante es mirar hacia el futuro con ilusión de mejor suerte, pero no olvidar que como espada de Damocles penden de nuestras cabezas tizones encendidos, dispuestos a caer en nuestros cuerpos como meteoritos asesinos.
Nadie vendrá a ayudarnos, tendremos que actuar como grandes muchedumbres, como relata nuestra historia que siempre lo hicimos, siempre, siempre.
Demasiado historias desagradables hemos vivido, para tener un diciembre como éste, intranquilo, frenético y especialmente triste, o en todo caso : doblemente triste, porque diciembre necesita tanta alegría como mes, justamente porque es el último mes del año y casi nunca se quieren ir… Estos últimos días parecen siglos anochebuenados, caras largas a quienes sospechamos en su deporte mórbido parecen destruir el andamio moral en el cual ha resposado la República Dominicana, o por lo menos, una gran parte de sus ciudadanas y ciudadanos.
Quitando las amarras del corazón estaremos preparados para todo, no importa el género de la circunstancia : porque solo una gran dosis de generosidad nos va a diferenciar de los que se levantan y duermen para destruir esperanzas, solo una gran dosis de fuerza e inspiración nos hará mirar el 2004, porque, es justo recordarlo también: tenemos que quitar las amarras del corazón para que el enemigo común no crea, nunca, nunca, que tenemos miedo, próspero 2004 y Feliz Natividad, que es cuando una mano amiga, sin amarras en el corazón, le da la mano a otra con vocación anónima y atenta… (Cfe)