¡Quítese la venda!

¡Quítese la venda!

RAFAEL TORIBIO
La Justicia está representada por una figura femenina provista de una balanza, una espada en posición de reposo y una venda en los ojos. La balanza es para sopesar los argumentos, mantener el equilibrio y la imparcialidad. La espada, para cuando las circunstancias hagan necesario apelar a la fuerza para imponer lo que es justo. Y la venda es para asegurar un trato igualitario, sobre todo cuando se tiene que hacer uso de la fuerza para imponer lo decidido.

Pero convendría, no obstante, que de vez en cuando se quite la venda para ver las injusticias que se cometen en su nombre, cómo la balanza se inclina a favor de poderosos intereses y la espada permanece en reposo cuando su uso estaría más que justificado.

Sin la venda, aunque sea sólo por algunos momentos, pudiera ver algunas cosas como las siguientes.

Veinticinco años de impunidad en la lucha contra la corrupción. Durante ese número de años, desde 1982, se elaboraron 250 expedientes de casos de corrupción, de los cuales ocho recibieron una sentencia definitiva, y sólo tres tuvieron decisiones condenatorias.

Vería también que bajo la categoría de presos preventivos a ciudadanos que permanecen en la cárcel, sin ser juzgados, por un tiempo mayor que la pena máxima que le correspondería, en caso de que fueran declarados culpables. Lamentablemente, todavía esto sucede.

Apreciaría la presteza en el conocimiento, decisión y condena en procesos judiciales donde el acusado es un pobre y la vergonzosa lentitud cuando es un rico. Cómo los pobres se mueren en las cárceles cuando sufren alguna enfermedad y cómo los ricos, en procesos y hasta condenados, cuando se enferman pueden internarse en una clínica privada.

Si se quita la venda constataría cómo se violan regulaciones en materia económico- financiero bajo el argumento de que su desconocimiento favorecía a 800 ahorrantes, muchos de los cuales eran realmente inversionistas, pero que en verdad representó la hipoteca del presente y del futuro de más de 8 millones de ciudadanos y ciudadanas.

También tomaría cuenta de cómo presuntos delincuentes son juzgados, condenados y ejecutados por una patrulla policial en «un intercambio de disparos», que cada día son más frecuentes.

Se percataría, asimismo, de la elaboración e instrumentación deficiente de expedientes, por acción u omisión, por parte de fiscales que «obligan» a los jueces a fallar en contra de la acusación.

Sin la venda se daría cuenta de que todavía hay jueces que fallan conforme a su «íntima convicción» favoreciendo con un «no ha lugar» a quien se entiende que es culpable. La «íntima convicción» en estos casos no es para suplir la deficiencia de la Fiscalía, sino para aprovecharse de su debilidad, real o elaborada.

Con la venda retirada, aunque sea parcialmente, comprobaría que leyes vigentes que establecen la proporción del presupuesto anual que debe consignarse para actividades definidas como prioridades nacionales son violadas por el propio Congreso que las aprobó y por quien juró «cumplir y hacer cumplir las leyes».

Quizás estos versos de la Canción a la Justicia, del Cuarteto Zupay nos traigan, por lo menos, la esperanza.

«Señora de ojos vendados, Que está en los tribunales sin ver a los abogados, Baja de tus pedestales.

Quítate la venda y mira cuánta mentira.

Actualiza la balanza y arremete con la espada, Que sin tus buenos oficios, no somos nada. Ilumina al juez dormido. Señora de ojos vendados, Con la espada y la balanza, A los justos y humillados no le robes la esperanza. 

Dales la razón y honra, Porque ya es hora, porque ya es hora, porque ya es hora». Si se quita la venda es posible que tenga que agarrar la espada con las dos manos para imponer la justicia; que comiencen a perder los que siempre han ganado y que los culpables ¡por fin! paguen sus culpas. ¡Anímese y quítesela!

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