Quizá no haya guerra fría, pero sí una paz tibia

<p>Quizá no haya guerra fría, pero sí una paz tibia</p>

Por STEVEN LEE MYERS
MOSCU — Es probable que el ataque mordaz del presidente Vladimir Putin contra el unilateralismo estadounidense la semana pasada en Munich no haya anunciado un retorno a los días malos del pasado cuando la confrontación ideológica mundial — de bloques y guerras en representación, disidentes y espías, carreras armamentistas y destrucción mutua asegurada —, aun cuando algunos rápidamente dijeron que fue así.

El problema es que una segunda guerra fría podría ser en su propia forma igualmente caótica e impredecible. A pesar de todo lo que se dice de una sociedad estratégica e incluso de una amistad personal entre Putin y el presidente Bush, la relación entre Rusia y Estados Unidos ha llegado a lo que probablemente sea el punto más bajo desde el colapso de la Unión Soviética hace una década y media.

Ahora, este es “el mundo de un amo, de un soberano”, dijo Putin en Munich, y de ninguna forma se sentía complacido. “Estados Unidos”, dijo, “se ha ido más allá de sus fronteras, y en todas las áreas”.

Al parecer, los países van camino a un período de tensiones ya que cada paso se da con desconfianza y se toman algunos cursos de acción opuestos, colocándose en lados contrarios de sitios de conflicto en todo el mundo, desde Irán, a Georgia y hasta Kosovo.

Y con elecciones presidenciales próximas a realizarse en 2008 en ambos países, es poco probable que mejoren las cosas ya que es raro que los candidatos ganen puntos internamente siendo conciliadores en el extranjero.

Ahora, los países compiten abiertamente por tener influencia en Europa, en el Cáucaso y en Asia central, donde el acceso a recursos naturales y bases militares se ha vuelto primordial para ambos. El plan del gobierno de Bush para fabricar defensas con misiles balísticos en Polonia y la República Checa se percibe aquí como hostilidad abierta. Lo mismo sucede con el coqueteo de la OTAN con Georgia y Ucrania, ambas ex repúblicas soviéticas que Rusia considera parte de su esfera histórica de influencia.

Igualmente hostil, es la perspectiva estadounidense de la venta de armas de Rusia a Siria, Venezuela y, la más inquietante de todas, a Irán. El mes pasado, Rusia proporcionó a Irán baterías TOR-M1 antiaéreas por valor de 700 millones de dólares, que en el caso de un conflicto, sus blancos probablemente serían bombarderos y aviones de combate estadounidenses, así como se usó el armamento antitanques ruso originalmente vendido a Siria contra las fuerzas israelíes que combatían a Hizbulá en Líbano el año pasado, lo que generó protestas diplomáticas por parte de Israel.

Las áreas en las que Putin y Bush han cooperado estrechamente — contra el terrorismo y la propagación de armamento nuclear — de pronto parecen la fuente de confrontación tanto como de colaboración. El acuerdo con Corea del Norte de la semana pasada para suspender sus programas nucleares brinda la esperanza de la colaboración, pero una declaración del más alto general de Rusia de que se retirarían del Tratado de fuerzas nucleares de rango intermedio negociado por Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en 1987, presagia lo contrario.

“Había un equilibrio y un temor de destrucción mutua”, dijo Putin en su discurso de Munich, pronunciado en una conferencia anual de seguridad trasatlántica. “Y en esos días una parte temía dar un paso extra sin consultar a la otra. Y de seguro se trataba de una paz frágil y una atemorizante, pero como se ve hoy en día, era lo suficientemente confiable. En la actualidad, parece que la paz ya no es tan confiable”.

Hoy no es más probable que Rusia y Estados Unidos vayan a la guerra que antes, cuando sus arsenales nucleares aseguraban un empate perpetuo, lo cual persiste. Sin embargo, abundan los focos rojos potenciales. Y, al igual que en la guerra fría, no se requiere demasiado para que las tensiones que se han ido gestando se conviertan en rupturas graves, incluso en una violenta.

En septiembre pasado, por ejemplo, alguien en Ossetia del Sur, el enclave sostenido por Rusia en Georgia, disparó contra un helicóptero que transportaba al ministro de defensa georgiano el mismo día que una delegación senatorial estadounidense que incluía a John McCain volaba sobre la región.

“¿Se puede imaginar”, dijo Andrew Kuchins del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, “si hubieran derribado el helicóptero de John McCain?”.

El discurso de Putin, que al menos algunos en Rusia interpretaron como un momento de definición parecido al de Winston Churchill en 1946 cuando dio al mundo la frase “Cortina de Hierro”, reflejó la fanfarronería redescubierta de Rusia en el escenario mundial. Desde luego que podría convertirse en un hito histórico. A flote gracias a los precios al alza de los energéticos, el Kremlin de Putin es más enérgico en cuanto a su papel en el Medio Oriente, Asia, Europa, e inevitablemente eso significa tropezarse con los intereses estadounidenses en esos lugares.

Putin también ventiló agravios que se gestaron tiempo atrás respecto a la mano dura de la política exterior estadounidense que empezó con el ex presidente Bill Clinton y siguió con Bush. El reclamo es la indiferencia de Estados Unidos por las opiniones de Rusia sobre un tema tras otro desde los años noventa, que van desde la expansión de la OTAN hasta las alianzas en la guerra contra Serbia, cuando Rusia simplemente era demasiado débil y estaba en tal caos como para hacer algo al respecto.

“Occidente no ha considerado el rápido resurgimiento de Rusia”, dijo Alexander Rahr, un experto en Rusia del Consejo Alemán sobre Relaciones Exteriores. Le faltó poco para pronosticar una guerra fría II, pero: “Sí podemos hablar del surgimiento de una paz fría”.

Tras contactarse con Bush en las primeras horas posteriores a los ataques del 11 de septiembre de 2001, Putin y otras personas en esta ciudad expresaron consternación ante lo que perciben como una serie de promesas rotas: una guerra sin terminar en Afganistán, con el crecimiento en la producción de heroína que inevitablemente afecta a Rusia, y, aún peor, la aparente permanencia de un campo aéreo en Kirguistán que se había dicho sería temporal. Y también está la guerra en Irak, a la que los rusos se opusieron con vehemencia, y Putin advirtió que sería catastrófica para la paz regional.

Funcionarios estadounidenses expresaron igual consternación ante las promesas no cumplidas de Putin respecto a la democratización y un “diálogo energético” que se suponía debía expandir las oportunidades para las compañías estadounidenses de petróleo y gas, pero que se acabó con la campaña del Kremlin para imponer el control estatal sobre los recursos naturales. Putin pasó la semana pasada en el Medio Oriente, incluido Qatar, otro importante productor de gas natural, para manifestar su interés en una “OPEP del gas” que coordinaría la política y los precios para Europa y Estados Unidos.

“Eso es lo que me preocupa de una nueva guerra fría: ambas partes se sienten traicionadas”, dijo Sergei M. Rogov, director del Instituto para el Estudio de Estados Unidos y Canadá en Moscú.

Rogov dijo que ahora ambos países tienen desacuerdos en economía, política, asuntos militares y, lo más importante, valores. Esto último incluye visiones del mundo diferentes, dijo: el deseo de Rusia de soluciones multinacionales que aporten voces contra el unilateralismo estadounidense que, en especial con Bush, desdeña las restricciones de los tratados y obligaciones internacionales. Al parecer, es cada vez más frecuente que no se escuchen el uno al otro.

El acontecimiento más ominoso, dijo Rogov, sería un rompimiento en la cooperación en cuanto a la no proliferación nuclear. Para revertir la oleada de ambiciones nacionalistas para adquirir armamento nuclear se requerirá que los países estén de acuerdo, como lo hicieron con Corea del Norte, pero que aún tienen que hacer con Irán.

“Si peleamos, política no militarmente”, dijo, “¿quién va a atender la tienda?”.

Fue claro que funcionarios estadounidenses se impactaron con el tono del discurso de Putin, pero buscaron enfatizar las áreas de acuerdo. Y el secretario de Defensa Robert M. Gates fue tan lejos como para replicar: “Una guerra fría fue suficiente”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas