R. A. Font Bernard – El tiempo de esperar está vencido

R. A. Font Bernard – El tiempo de esperar está vencido

El día 23 de febrero retropróximo se cumplió el septuagésimo cuarto aniversario del llamado Movimiento Cívico, originado en la ciudad de Santiago bajo el liderazgo del licenciado Rafael Estrella Ureña. Fue un ardid utilizado por el entonces jefe del Ejército, general Rafael L. Trujillo, para derrocar el gobierno presidido por el general Horacio Vásquez.

El doctor Joaquín Balaguer, quien años después se atribuyó la redacción del manifiesto destinado a justificar este atentado contra la democracia, se refirió luego en un artículo publicado el 14 de agosto del 1930, -al beneficiario de la situación, con las siguientes proféticas consideraciones: «Trujillo será un dictador, que centralizará en sus manos toda la máquina del poder, y que mirará los nobles timbres de la libertad ciudadana, con ojos desdeñosos».

Para quienes son aficionados a incursionar en torno a los acontecimientos históricos, la recién pasada fecha aniversaria les ofrece la oportunidad de confirmar la coincidencia de los acontecimientos políticos de entonces, con los que actualmente se escenifican a nuestro país. Tal como aconteció con la prolongación del Presidente Vásquez, el año 1928, en la actualidad se tiende a generalizar, cada vez más, la percepción de que en sus actuales circunstancias, nuestro país avanza hacia el final de una etapa histórica, que guarda semejanzas con las del 1878, 1899, 1930 y 1961. Los años precedentemente anotados, están investidos de una significación histórica, a la que eventualmente podría añadirse, la presencia actualidad nacional.

Los dominicanos del presente, encaramos una aguda crisis económica y un desfase social, similares a los que socavaron la base de sustentación popular del Presidente Vásquez, el año 1930. Y en la actualidad, como entonces, ronronean en torno al ejercicio del poder, notorias y notables objeciones. Y además, como en aquel remoto pasado, se sustenta la creencia, de que el tiempo de esperar está vencido. el pan con libertad que se ofreció al inicio de la dictadura de Trujillo, se convirtió, al paso de los años, en un pan de mala calidad, y el ejercicio de la libertad quedó condicionado a la voluntad del dictador.

Por eso, entre los millares de hambreados y de decepcionados de la virtualidad de la democracia, no faltan los que, recordando el pasado, vislumbran el retorno del «gentarme necesario», desconfiados de la eficacia de la democracia como sistema de gobierno. El populismo ha degradado el ejercicio del buen gobierno, tras la comprobación de que los estandartes los llevan los audaces, y sobre todo, los que ignoran, que los que hablan más alto, no son los más calificados para dirigir el país. Se está llegando al punto de que, es más grave sorprender a un sujeto a una falta de ortografía, que en una falta a millares de ciudadanos, a cambio del pan de cada día, estarían prestos a postergarse ante «el gendarme necesario», para implorarle: «Señor no somos dignos de besarte las sandalias».

Estamos viviendo en un período «epigonal». O sea, período de corresponde a un final y no a un comienzo; el reflejo, y no a la subida triunfal de la ola. Somos en la actualidad, una sociedad con la fe nacional en declive, que tendrá que «volver a ser», como lo fue el año 1966, tras los acontecimientos bélicos del 1965.

El triunfador del certamen electoral del 1966 fue el Doctor Joaquín Balaguer, y todo lo que hizo, fue obra de su autoridad, de su sapiencia, de su experiencia en el ejercicio del Poder. El estaba consciente de que el poder exige una plena dominación de sí mismo, y sobre todo, de una línea divisoria entre él yo y las circunstancia envolventes.

Los acontecimientos que caracterizan los días del presente, revelan que el país tradicional ha caducado. Y que es necesario, darle una nueva estructura, un nuevo valor, y una renovada fisonomía social. Esa necesidad de cambio, no pueden ni deben ignorarla, quienes en la actualidad persiguen el ejercicio del poder, a como sea. Pero sea por determinismo histórico, sea por la acumulación de los procesos sociales, o porque las razones de existir se imponen a toda costa, a la desarticulación de las sociedades, del tuétano del desorden, surge inevitablemente el hombre, que se impone como una formula salvadora.

Los desórdenes, apenas disimulados por la tapadera de las «huelgas reivindicativas», revelan que el pueblo está inquieto, ante las indefiniciones sociales y políticas del presente. Y como se sabe, a los pueblos no se les puede exigir más de lo que su propia condición les permite.

De lo que se haga o se deje de hacer, en el espacio gubernativo que se iniciará el próximo 16 de agosto, dependerá que el próximo ciclo histórico nacional, esté configurado por la inauguración de una sociedad, nueva de raíz y de rostro, la sociedad «de todos y para el bien de todos» que propugnaba José Martí.

El tiempo de esperar está vendido. Pero el pueblo aún confía en la posibilidad de un futuro con pan y progreso. Y sobre todo, con el derecho a volver a sonreír.

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